Texto: Iván Cruz
Fotos: Cortesía

Desde Vietnam, el mexicano Roberto Guzmán produce bolsas que son tan resistentes y ligeras como las de plástico. Se ven y se sienten como tal, pero no tiene ni un sólo gramo de este material, por lo que no generan contaminación después de usarse.

Su empresa se llama Wave y utiliza un compuesto derivado del almidón de Yuca, un tubérculo originario de las zonas tropicales de América, sus propiedades permiten que se disuelva instantáneamente al contacto con agua caliente.

“Nuestro producto es totalmente ecofriendly, son bolsas similares a las que te dan en el super o tiendas. Están hechas con materiales de la naturaleza que se degradan totalmente sin dejar rastro, lo que queremos es aportar a la reducción de la huella de carbono del ser humano y cuidar el medio ambiente”, explica el mexicano de 36 años.

Estimaciones de Greenpeace señalan que pueden pasar hasta 55 años para que una bolsa regular se degrade a la intemperie. La mayoría de las que se desechan se acumulan en tiraderos y cuerpos acuíferos.

Además figuran entre los 10 objetos más encontrados en las llamadas ‘islas de basura’ halladas en los océanos Pacífico, Atlántico e Índico, de acuerdo con el estudio El Estado  de los Plásticos 2018, realizado por la ONU.

El documento agrega que anualmente se consumen 500 billones de bolsas de plástico en el mundo, por lo que se estima que una persona utiliza alrededor de 200 unidades al año, de las cuales el 50% están destinadas a usarse una sola vez.

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Experiencia internacional

“Estaba en Beijing cuando empecé a darme cuenta de que la gente usa muchos productos desechables, que son de un dia, de un sólo uso. Viajaba seguido a Tailandia y Filipinas, que son países en desarrollo en donde la cultura por el ambiente es nula y ahí es donde me dije que quería hacer algo”, señala el mexicano.

En ese tiempo escuchó acerca de los bioplásticos. “Un amigo me explicó que su abuelo había participado en el desarrollo de esos materiales en la década de los 70, pero que los dejaron abandonados por intereses económicos y comerciales que había en esa época, entonces pensé que sería bueno retomarlos”.

Fue así que Roberto investigó todo lo que pudo sobre los bioplásticos, como los materiales utilizados en su elaboración, los procesos de fabricación y la huella de carbono que generan una vez desechados para saber si esta alternativa ofrece beneficios reales al ambiente.

Pero él no tenía los conocimientos técnicos ni científicos de cómo elaborarlos, su preparación académica y profesional siempre estuvo orientada al estudio del comercio y la gestión de empresas internacionales.

En tierras asiáticas conoció a  Malou Classens, con quien coincidía en muchas ideas respecto al ambiente. Se hicieron buenos amigos y desde entonces viajaron juntos por diferentes países para conocer otras culturas y la manera en que se relacionan con la naturaleza.

Ella es holandesa y su país siempre está a la cabeza en innovación para cuidar la naturaleza, cuando le comenté del proyecto le gustó y de inmediato se unió”.

Ese encuentro es el más importante para Roberto, porqueMalou le ayudó a desarrollar su idea. Él sabía cómo  crear un modelo de negocio y ella era activista y experta en el cuidado ambiental. Así comenzó Wave.

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Parece plástico, pero no es

Por cuestiones laborales Roberto se mudó a Vietnam,pero continuó trabajando con Malou y a la distancia se decidió que su área de oportunidad estaba en los productos ecológicos alternativos al plásticos de un solo uso, en este caso las bolsas de supermercado:

“Como nosotros viajamos mucho nos encontrábamos demasiadas bolsas de plástico en el mar, en los ríos cuando te metes a nadar y esa fue la motivación más grande. Después contratamos a un grupo de ingenieros químicos que nos ayudaron a desarrollar el material con el que trabajamos”.

Tras 18 meses de investigación y decenas de materiales probados se obtuvo un compuesto derivado de la Yuca que asimilaba todas las propiedades físicas del plástico. Y coincidió que Indonesia es el mayor productor de esta planta, por lo que se ubica relativamente cerca del nuevo hogar de Roberto, en Vietnam.

“El material de Wave es tan resistente como el plástico que todos conocemos, lo puedes usar si llueve, porque sólo se disuelve con agua caliente. Si algún animal, pez, crustáceo o persona las ingiere accidentalmente no le va pasar nada, su organismo lo desecha sin problema porque es totalmente natural”.

Si la bolsa llega a un tiradero de basura pasarán tres meses aproximadamente para que se degrade por completo. En caso de ser quemada, las cenizas  no son dañinas para el sistema respiratorio y pueden servir como composta para el campo, aunque no es recomendable quemar la basura, advierte Roberto.

La certificación de cero por ciento plástico en su composición y sus particularidades ecológicas está hecha por el laboratorio francés Bureau Veritas, uno de los más importantes en el sector y con presencia en más de 160 países.

Actualmente Wave produce de 200 a 300 mil bolsas al mes y sus clientes son en su mayoría supermercados y tiendas de Vietnam, China, Hong-Kong, Indonesia, Singapur, Islas Malvinas, Australia, Europa y en menor cantidad en Estados Unidos y México.
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Encontrar sus productos en nuestro país es complicado debido a que consideran que la transportación para enviar pedidos al continente americano genera una huella de carbono mayor que el beneficio real del producto.

“Estamos viendo la posibilidad de abrir una planta en México, ahí también hay siembra de Yuca, pero queremos expandirnos con lo que tenemos, nos han preguntado si haremos otros productos como popotes o cubiertos, pero la realidad es que estamos bien así”.

Roberto y Malou no son celosos del material que se desarrolló especialmente para las bolsas Wave, pues si hay interesados en utilizarlo para maquilar otros productos ecológicos existe la posibilidad de adquirirlo en cantidades industriales.
De esa manera los chicos brindan la oportunidad a emprendedores y grandes marcas de todo el mundo a generar una industria verde, en la que el plástico se cambie paulatinamente por materiales biodegradables.

“Nuestros clientes y a la vez los de ellos llevan una vida más ecológica sin cambiar sus hábitos. Van al super, les dan la bolsa, la usan y la desechan como siempre.  Peroya no se quedarán tantos años contaminando el ambiente”, concluyó el mexicano.

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