Quienes esperan que Andrés Manuel López Obrador cambie su opinión respecto a las calificadoras de riesgo deberán hacerlo sentados. Al Presidente no le importan las recomendaciones de sus analistas, a quienes considera neoliberales, ni los recortes a los pronósticos de crecimiento económico de México que han hecho las corredurías, los organismos globales como el FMI o el Banco Mundial, e incluso tampoco las proyecciones del Banco de México, que ya cuenta con dos subgobernadores propuestos por él. Hace unos días, los retó: “les vamos a demostrar que va a crecer más la economía”, dijo luego de que el banco central recortara la expectativa de expansión del PIB para 2019.

La razón por la que al Presidente no le interesan las recomendaciones de las calificadoras ni de los bancos de inversión y organismos internacionales tiene que ver con su intención de abolir el modelo económico basado en el neoliberalismo y la tecnocracia. “La política neoliberal que se aplicó en los últimos 36 años fue un rotundo fracaso… y ahora nos toca pagar los platos rotos”, dijo el martes, refiriéndose a la perspectiva negativa sobre la que Standard & Poor’s puso la deuda soberana y los bonos de Pemex.

Andrés Manuel López Obrador ha sido consistente con su discurso. En su toma de protesta su palabra preferida para vapulear al presidente Enrique Peña Nieto y al resto de los gobiernos que tuvieron a ‘tecnócratas’ a cargo de la política económica fue el neoliberalismo, y remató con una advertencia: “no nos vamos a supeditar a lo que dicten los mercados financieros”. Así que, a pesar de las sugerencias que han hecho Carlos Urzúa, secretario de Hacienda; Arturo Herrera, subsecretario, y Alfonso Romo, el Presidente parece estar dispuesto a que le bajen la calificación crediticia a Pemex y al gobierno antes de sujetarse a lo que exigen Fitch, Moody’s y Standard & Poor’s.

Como se ha publicado en esta columna, el nuevo modelo económico que el gobierno de la cuarta transformación busca implantar se basa en los postulados del economista turco Dani Rodrik, viejo conocido de Santiago LevyGerardo Esquivel Rogelio Ramírez de la O, los tres asesores económicos de cabecera de Andrés Manuel López Obrador.

Rodrik, actual catedrático de la Universidad de Harvard, considera que la democracia y la autodeterminación nacional deben ‘triunfar’ sobre la hiperglobalización que ha privilegiado el neoliberalismo, es decir, sobre lo que dicten los mercados financieros y los organismos internacionales.

Rodrik –como AMLO– es un férreo crítico de la tecnocracia neoliberal. La describe como “la fantasía del libre mercado”. “Los tecnócratas hacen oídos sordos a los objetivos sociales con tal de perseguir la globalización; se perciben como fundamentalistas del mercado, los cuales se preocupan poco por las comunidades, los valores sociales o los objetivos públicos que no sean la eficiencia y el crecimiento económico; promueven el consumo material, la codicia y el egoísmo por encima de otras normas éticas y comportamientos de cooperación social; son personas excluyentes, se sienten poseedores de conocimiento especializado y tienden a volverse arrogantes”, expone. ¿Algún parecido con el discurso del Presidente?

Rodrik sostiene que los mercados globales sufren una gobernanza débil y, por lo tanto, son propensos a la inestabilidad, la ineficiencia y a una falta de legitimidad popular, por lo cual si se busca tener más y mejores mercados, se debe tener más y mejor gobierno. “Los mercados funcionan mejor donde los Estados son fuertes. La prosperidad económica y la estabilidad se pueden lograr a través de diferentes combinaciones de acuerdos institucionales en los mercados laborales, financiero, corporativo, bienestar social y otras áreas”, apunta el gurú de la cuarta transformación, lo cual está sucediendo ya en el nuevo gobierno.

El deterioro económico del país, que comienza a prender las alertas de una posible fuga de capitales, aunado a la falta de confianza de los empresarios, la ausencia de contrapesos al Presidente por parte de su equipo económico-financiero y la descalificación de los organismos globales, las calificadoras y las corredurías, llevarían inexorablemente a Pemex y a México a perder el grado de inversión.

¿Será el enorme costo que habrá que pagar para desterrar a la tecnocracia neoliberal?

De ser así, preparémonos para una crisis.

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