28 de septiembre de 1960. La foto de primera plana de EL UNIVERSAL muestra un Zócalo pletórico, abarrotado de la Catedral al edificio del Ayuntamiento; del Portal de Mercaderes a la banqueta que se extiende frente a Palacio Nacional.

A la derecha de la imagen, en el balcón del palacio, el presidente Adolfo López Mateos, con pañuelo blanco en el bolsillo del traje, y vestido impecablemente de negro, sonríe a la multitud y agradece con la mano derecha.

La nota del reportero Guillermo Hewtt informa que, “emocionado hasta lo más íntimo”, el presidente López Mateos acababa de proclamar “ante su pueblo, desbordante de júbilo, la iniciación de una nueva jornada en el itinerario de México”.

López Mateos había anunciado el día anterior, desde el balcón central del Palacio Nacional, la nacionalización de la industria eléctrica. “Compatriotas —había dicho—: Al tomar posesión la Nación Mexicana de la Compañía de Luz, se consuma un largo esfuerzo desarrollado por el pueblo…”.

La presencia del mandatario en el balcón, según el diario, “arrancó aclamación de la multitud”. “Prorrumpió ésta en aplausos. Sonaron las bandas de música. Por doquier escucháronse vítores al Presidente López Mateos”.

El discurso pronunciado desde el balcón terminó con una frase que provocó una ovación inmensa y dejó en muchos un nudo en la garganta: “¡Adelante… México es nuestro!”.

Años antes, el 22 de marzo de 1942, el presidente Manuel Ávila Camacho informó al Congreso del hundimiento del buque Potrero del Llano, ocasionado por un submarino alemán; de la protesta que turnó “a las naciones nazifascistas”, del silencio de Italia y Japón, y del hecho de que Alemania ni siquiera quiso recibir el documento. Lo que sí ocurrió fue un nuevo ataque, ahora al buque Faja de Oro.

“Las gestiones diplomáticas tienen que darse por terminadas”, explicó el presidente. Propuso que el país entrara “en estado de guerra”:

“Me presento a cumplir, ante ustedes, el más grave de los deberes que incumben a un jefe de Estado: el de someter a la Representación Nacional la necesidad de acudir al último de los recursos de que dispone un pueblo libre para defender sus destinos”.

Ese discurso cerraba de este modo:

 

“Señores: sean cuales fueren los sufrimientos que la lucha haya de imponernos, estoy seguro de que la Nación los afrontará… ¡Que ella (la Patria) nos proteja en la solemnidad y gravedad de esta hora en que México espera que cada uno de sus hijos cumpla con su deber!”.

El anuncio de que México entraba en la Segunda Guerra Mundial se hizo a través de radio. Esta vez, a pesar de la gravedad del hecho, el presidente no salió a anunciarlo al pueblo desde el balcón de palacio. Lo cual no es extraño: a lo largo del siglo XX, y a excepción de El Grito, los presidentes mexicanos solo hablaron desde el balcón para anunciar sucesos trascendentales.

Lo que sí ocurrió en 1942 fue que el 15 de septiembre siguiente todos los ex presidentes vivos acompañaron en la ceremonia de El Grito al presidente Ávila Camacho.

Ahí estuvieron Adolfo de la Huerta, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo Rodríguez y Lázaro Cárdenas.

Ayer relaté en este espacio una conversación que sostuve hace años con Carlos Salinas de Gortari. En esa charla, el ex presidente dijo que el día de la toma de posesión el nuevo presidente se conocía a sí mismo como presidente, y que también los ciudadanos podían conocerlo, intuir el sexenio que vendría.

En el horario de actividades que se llevarán a cabo el próximo 1º de diciembre, dado a conocer por el equipo de Andrés Manuel López Obrador, están ya las primeras señales de lo que tendremos.

Ese día, a las 17:00 horas, el nuevo presidente dirigirá un mensaje a la Nación desde el balcón central del Palacio Nacional.

Entiendo que desde el siglo XX ningún mandatario ha hablado desde el balcón de “los sucesos trascendentales” el día de su toma de posesión. Esta será la primera vez. El discurso va a ser de lo más interesante.

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