La incertidumbre, desconfianza y el temor que, para muchos, han generado las decisiones del presidente de la República y de la mayoría congresional, con la que puede hacer el sistema constitucional que quiera, tienen sus propios contrapesos precisamente en los Poderes Ejecutivo y Legislativo.

Las salvaguardas de las posibles faltas y/o excesos en el ejercicio del poder que muchos ven con preocupación, están, de origen, en el propio presidente que, como en ningún otro caso, se pone frenos preventivos a sí mismo. Para eso, apela a diputados y senadores, que son y deben seguir siendo sus aliados incondicionales en ese propósito.

La división de poderes por la que pugnaron tantos teóricos como Montesquieu, Rousseau, Locke y que han enriquecido tantos otros, ha tenido como propósito esencial proteger los derechos y las libertades de los ciudadanos y evitar los excesos de quienes conducen los estados. Esa, es la cristalización del espíritu de las leyes y ha quedado patente por doquier.

La premisa sobre la que funciona ese mecanismo de control es que sólo un poder contiene a otro poder. Y como tradicionalmente quien detenta el Ejecutivo se ve tentado a excederse, tiene al Legislativo y al Judicial como factores de equilibrio. Su eficacia tiene relevancia universal.

Empero, en México ocurre hoy algo muy diferente en el fraccionamiento de las potestades públicas, pues el presidente no sólo ostenta el Poder Ejecutivo de forma legal y legítima; encarna también el Poder Legislativo por cuanto que la mayoría es de su partido, llegó a donde está por su persona y su candidatura, y comparte los mismos principios, ideologías y objetivos.

Implícita y explícitamente, el presidente y el Congreso son una sola entidad, un solo poder. Pero con la salvedad que no se ha percibido, se ha desestimado e incluso cuestionado, de que van en una misma dirección y de que pugnan por los mismos fines, enfocados a beneficiar a la sociedad e incluyendo a quienes lo pueden posibilitar: el sector empresarial.

A la gente, lo único que le importa es que se resuelvan los graves problemas que la aquejan, especialmente ahora la inseguridad, la corrupción y la impunidad.

En ese sentido, Andrés Manuel López Obrador apuntaría, con su política de empleo e inversión, a convertirse en el Franklin D. Roosevelt del Siglo XXI, quien con su política del new deal o nuevo trato, sacó a Estados Unidos de la Gran Depresión de 1929, o en el José Mojica mexicano, por su austerísimo estilo de gobernar.

La reputación planetaria del uruguayo, se basa en su vida modesta, a la que volvió como simple mortal después de gobernar de 2010 a 2015, renunciado, en agosto pasado, a su cargo de senador por considerar que para él había llegado el invierno.

En paralelo con este caso, el ejecutivo mexicano va más allá, pues su forma de vida privada y pública, pese a las inmensas facultades que detenta, es sobria y recatada. El poder no lo ha mareado, pues está dispuesto a dejarlo aún antes de su periodo legal si no cumple lo prometido.

Sólo AMLO, quien está absolutamente seguro de sí mismo de sus actos y asume conciencia y responsabilidad plena sobre ellos, es capaz de proponer que se lo despoje del fuero constitucional, como lo hizo esta semana.

Únicamente AMLO, quien ha comprometido todo su vigor y su esfuerzo en favor de las causas comunitarias, está dispuesto a establecer en la ley la revocación del mandato, trazando con ello una de las líneas más sanas del parlamentarismo, que permite relevar en cualquier momento a gobernantes ineficientes, incapaces o corruptos.

Así, es pertinente hacer notar que como nadie nunca, López Obrador, se autoimpone límites ante probables excesos y está en disposición de dejar el poder en la condición de simple ciudadano si se excede o falla. Motu proprio, apunta a ser el máximo blindaje sociopolítico y económico del país.

Contra la máxima del Derecho de que “nadie es buen juez en su propia causa”, rompe cánones y paradigmas y opta por ser el más severo juez de sí mismo, lo cual debe abonar a recobrar la tranquilidad, la mesura y la compostura.
 
Sotto Voce…Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la CDMX, empieza bien al comprometerse a devolver la seguridad a los capitalinos y desaparecer a los granadores y las fotomultas. Su mensaje de toma de posesión, fue impecable; no equivocó una sola palabra durante más de dos horas… Sea como sea, la gubernatura de Puebla sigue en el aire…Alejandro Moreno Cárdenas, gobernador de Campeche, llega a la presidencia de la Conago en un momento crucial para la relación que deben guardar todos los mandatarios estatales con el Ejecutivo Federal. Su habilidad como conciliador, negociador y conocedor de la política, hará que, por primera vez desde su constitución, ese organismo juegue un rol para el equilibrio de poderes.

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