Por ahí de 1957, Giuseppe Tomasi di Lampedusa, poco antes de morir, definió en su novela, el Gatopardo, al gatopardismo: “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, desde entonces se define a un político gatopardo o lampedusiano a un político que inicia una transformación revolucionaria pero que en la práctica altera lo superficial y conserva lo esencial de las estructuras de poder.

Tal vez solo es una concepción errada, una percepción que cada vez parece más generalizada, pero Andrés Manuel López Obrador se parece en muchas cosas al gatopardo de Lampedusa, un hombre con discursos radicales pero, en el fondo, extremadamente conservador, que lo mismo pacta con la poderosa Elba Esther Gordillo responsable, en gran parte, de la paralización en el sistema educativo, que con el Partido Encuentro Social, defensor a ultranza de ideas ultramontanas, casi eclesiásticas, anacrónicas ante el avance mundial de los derechos de las minorías o que igual lo hace con líderes charros como Napoleón Gómez Urrutia que mantuvo, y mantiene, a su capricho condiciones laborales reprobables de decenas de miles de trabajadores, más allá del discurso, gracioso, empático y efectivo de la “mafia del poder”, ¿cuál es el verdadero cambio que ofrece Andrés Manuel si una gran parte de su equipo procede de la mafia que dice combatir?

Cuando las cosas han llegado al hartazgo y los estallidos sociales parecen estar a una pizca de su punto de ebullición, urge una estrategia de despresurización que hoy encuentra el perfecto cause contra la ojeriza en un político como él: dicharachero y bribón, echado pa’lante, con un halo de pulcritud financiera pero, más allá, de hombre antisistema que logrará acabar con los años de opresión aunque, en el fondo, parece que realmente todo seguirá igual.

Quizá de ahí, como bien lo apuntaba, hace unos días, Mario Maldonado en estas mismas páginas, cada vez más hombres de gran poder económico en el país lo miran como la opción efectiva ante el prolapso, casi de muerte efectiva, que sufre el candidato oficial José Antonio Meade.

Incluso, la teoría del gatopardismo aquí expuesta, la escuché hace poco en una mesa con uno de los grandes empresarios que han sido señalados de recibir beneficios por la administración de Enrique Peña Nieto, son ya muchos los empresarios que miran en Andrés Manuel la opción para continuar con jugosos negocios con el mérito adicional de un país en relativa calma social y con un ánimo esperanzador que siempre suma a la productividad en todo sentido.

Incluso, más allá de que todo siga igual, hay quién apuesta a una regresión de los años buenos en la política mexicana, cuando el atole con el dedo era placebo de excelencia para el pueblo bueno, ¿quiénes en el equipo de Andrés vieron sus mejores años en la época dorada del priato y anhelan el regreso del tiempo?, ¿quiénes en el PRI, alejados o marginados de la campaña de Meade, piensan igual y podrían, en pos de los tiempos donde no importa el derecho o el revés, voltear bandera por el gatopardo?

Insisto, quizá solo es una concepción errada… el augurio de la continuidad con más alharaca.

DE COLOFÓN.— El 13 de febrero llegó una solicitud de la PGR a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores para investigar a Damián Zepeda y una serie de empresas en Sonora relacionadas en caso que se arma en su contra. Parece que es el siguiente objetivo. Los documentos están en mi poder.

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