Apenas el 17 de abril le escribí en estas páginas un artículo titulado López Obrador y la finta del aeropuerto; reproduzco a continuación un párrafo: Andrés Manuel es un maestro de las fintas, aunque pese el comentario en su equipo más cercano: avienta un anzuelo, su presa lo muerde y entonces ¡el control total!, la zarandeada a placer, saca su presa del agua, la vuelve a meter, le provoca heridas, a veces de muerte, pero al final, casi siempre, perdona y deja vivir… pero mansos en su pecera personal.

Entonces, apenas comenzaba el conflicto entre la iniciativa privada y el candidato puntero justamente porque los grupos empresariales no daban crédito a la negativa de tajo en la construcción del nuevo aeropuerto.

Los grupos empresariales formularon preguntas que mostraban sus preocupaciones: ¿y las inversiones?, ¿y la reputación de México ante el mundo?, ¿y la confianza en los mercados?, ¿y el diálogo?, ¿y la inviabilidad técnica del aeropuerto que propone en Santa Lucía?, ¿y el futuro?

Andrés Manuel marcó la agenda en el sector empresarial al grado de casi formalizar las presiones para que el candidato del PRI, José Antonio Meade, armara un acuerdo de declinación de facto a favor de Ricardo Anaya, del PAN, para poder derrotarlo en las urnas, lo que terminó, en la realidad, por desaparecer del mapa esa posibilidad ante la riña, ya casi insalvable, entre el panista y el gobierno federal.

Sí, López Obrador usó una vieja técnica política, muy arraigada, por cierto, en el PRI para vencer al mismo PRI: divide y vencerás.

Su estrategia, si lo fue, terminó por desestabilizar la campaña de José Antonio Meade al quitarle de tajo una gran parte del apoyo empresarial y volcarlo para Ricardo Anaya, al que no le sirve mucho bajo la condicionante de la hoy imposible concertacesión. Incluso, dicen algunos priístas enterados, el golpe fue de tal grado que marcó la renuncia de Enrique Ochoa a mitad del camino.

Pero ayer, en un foro con los candidatos presidenciales sobre las propuestas del turismo en México, Andrés bajó el tono: si es con dinero privado, el aeropuerto podría construirse, incluso se muestra abierto a concesionarlo… Como también lo escribí en el mismo artículo del 17 de abril, el aeropuerto en sí nunca importó.

El gran nerviosismo, totalmente justificado, de los hombres del dinero en el país, que con espada desenvainada y un alto perfil se sintieron agraviados y hasta discriminados por el candidato, aportó, y mucho, a la percepción de que López Obrador es casi el seguro ganador en la elección.

Y usó a su favor la indignación por la deficiencia en la distribución de la riqueza nacional, incluso revivió, un poco, la lucha de clases y… ¡subió en las encuestas!

Ahora, desde donde está, les regala un respiro y tiende puentes, pero con la batuta extremadamente firme.

Ganó.

DE COLOFÓN.— “A los dos días de la elección, voy a tocar las puertas de Los Pinos: quiero hablar con el Presidente Peña Nieto y un tema que llevo para tratarle es el del Aeropuerto para que de inmediato se conformen los equipos para la revisión, el análisis de qué es lo que más conviene”...

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