La consulta sobre el nuevo aeropuerto será la primera prueba de fuego para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que en los hechos ya ha comenzado. Lo marcará como un hombre de Estado o como un populista. Así de decisorio el momento.

Y es que más allá de si el NAICM se construye o no y en dónde, lo que está en juego es no solo el estilo personal de gobernar —que diría don Daniel— sino el sello que mostrará la gestión formal de AMLO hacia adentro y hacia afuera.

A ver: en un escenario idílico para los morenos, la consulta, la encuesta y los expertos coinciden en que la mejor opción es Texcoco, lo que justificaría autorizarlo a pesar de sus detractores. En el fondo, el Presidente Electo y su equipo saben que es la mejor alternativa, sobre todo frente a una opción tan endeble, improvisada y descabellada como Santa Lucía. También saben —aunque no lo reconozcan— que su oposición obedece al absurdo de no culminar un proyecto de esta magnitud, por haber sido iniciado en el sexenio de Peña Nieto. Por lo que un sondeo favorable al que se sume el retiro de fondos públicos que serían sustituidos por inversión privada, le darían un barniz propio del nuevo gobierno. Todos contentos.

Hay sin embargo otros escenarios tan preocupantes como riesgosos:

—Si el señor Jiménez Espriú anuncia mañana que habrá un método doble de consulta y a la vez encuesta, y si éstas no coinciden en sus resultados, habrá un embrollo monumental. Ya se sabe que una consulta es mucho más difícil de organizar —instalando mesas con un ejército de voluntarios— y exige una movilización masiva de votantes. Una encuesta bien diseñada puede ser mucho más certera, práctica y menos costosa. Por cierto, nadie puede desdeñar el prestigio de la Fundación Rosenblueth, que ya ha realizado ejercicios de opinión pública en el pasado. La duda es que tenga el músculo atrofiado a diferencia de las ejercitadas encuestadoras habituales.

—Si la elaboración del cuestionario, la metodología y la muestra no son absolutamente impecables, la confiabilidad de la consulta-encuesta será un rotundo fracaso. Aquí no se trata de saber si un jabón le satisface o no o incluso quien quiere que sea presidente. Es en cambio una decisión muy compleja con innumerables aristas técnicas. Se imaginan una pegunta del tipo de “¿Está usted de acuerdo en acabar con la fauna y la flora de Texcoco, con el nuevo aeropuerto?” O qué pasaría si el sondeo se carga hacia ciertos territorios. Por supuesto que los resultados serán muy diferentes en Iztapalapa, Polanco o en Texcoco mismo. Por lo pronto, varias encuestadoras prestigiosas como Parametría y Mitofsky arrojan que 39% de la población va por Texcoco, solo 16% por Santa Lucía y a un 54% le vale.

—Imaginemos por un momento que la tan llevada y traída consulta dice que no a Texcoco, a pesar de que los expertos y los empresarios encabezados por Carlos Slim digan que ellos sí le entran. Qué va a hacer el nuevo gobierno. Visualicemos los noticieros internacionales mostrando el derrumbe de las torres ya construidas y anunciando que el limitado aeropuerto de Santa Lucía estará listo en ocho años.

Lo dicho, ya no se trata nada más del nuevo aeropuerto. Se trata de Andrés Manuel López Obrador y el juicio de su propia historia.

Periodista. 

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