Llegó la fecha esperada por miles de vinófilos en todo México. El 2 y 3 de marzo tuvo lugar el décimo aniversario del festival “100 Vinos Mexicanos” organizado por Viñedos La Redonda, en Ezequiel Montes, Querétaro, municipio vecino de los más conocidos Tequisquiapan y Bernal, ambos Pueblos Mágicos que acogen a los cientos o miles de visitantes de todo el país que acuden al llamado de la fiesta del vino.

Sin duda, los organizadores han aprendido de errores del pasado y han agilizado mucho la logística del festival, desde las filas inmensas para entrar, ahora divididas por el tipo de boleto adquirido y la forma de adquirirlo: grupos de WhatsApp, vuelo en helicóptero, preventa, acceso general, etc.; son algunas modalidades que bien podrían adoptar los demás festivales del centro del país, y no solo los referentes al vino.

El festival fue enorme para donde se mirara. Acudieron a la invitación más de 100 bodegas del país y se presentaron más de mil etiquetas entre todo ellos. Desde el mundialmente famoso Valle de Guadalupe (la región más grande e importante de producción vinícola en México), hasta Aguascalientes, pasando por Parras (la más antigua del continente).

Ahí estuvieron Querétaro y Aguascalientes, pero no figuró San Luis Potosí, productor que apenas empieza a hacerse un lugar en los mapas del cultivo de la vid y a quien más le tendría que interesar estar presente en este tipo de actividades.

Hubo música electrónica, yoga, títeres, talleres de maridaje, muchas catas que valían la pena y que lamentablemente se vieron poco atendidas. Creo que, si la gente que va al festival realmente se interesara por el vino como un producto cultural y gastronómico, esas catas habrían estado a reventar. Pero muchos, hay que admitir, van a tomar unas copas de más y montar un espectáculo de pena ajena.

Como el vino va siempre de la mano de una buena comida, no pudieron faltar los food trucks y muchas y variadas opciones como paella, fideuá, comida alemana, tacos, pizzas, parrilladas, por mencionar solo algo antes de pasar por las tradicionales nieves de queso y vino y demás postres deliciosos de productores pequeños llegados también de todas partes.

Junto a todo esto, una muestra de productos hechos a mano, tejidos oaxaqueños, bisutería de fantasía, ropa de diseño, y demás cosas que no se alcanzan a ver ni en dos días.

Cada vez hay más festivales celebrando el vino mexicano, los hay internacionales también. Deben competir entre sí por ofrecer variedad, calidad e innovación. También el consumo de esta bebida se ha incrementado exponencialmente en los últimos años. Es excelente que se le vea como algo cotidiano, porque lo es. Se aplauden todos los esfuerzos por promover la producción del país, que es además de la mejor calidad y premiada a nivel mundial. Ojalá que más gente se siga interesando, de verdad, en la cultura del vino, y si es mexicano, mejor.

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