Por el otro lado, un equipo que no fue capaz de anotar en 180 minutos, porque simplemente no tuvo el valor de atacar a su rival, no puede aspirar a ser campeón. El ridículo de Cruz Azul versión Apertura 2018 tiene tintes de psicólogo. Falló José de Jesús Corona, hizo villano a Iván Marcone y convirtió en héroe a Édson Álvarez, quien anotó el gol más importante de su carrera.

Pedro Caixinha no fue, a final de cuentas, el técnico para hacer a este equipo campeón. Las formas importan en este deporte y la realidad es que Cruz Azul, después de 21 años sin ser monarca, no puede seguir ensuciando su historia con este tipo de patéticas exhibiciones. Nunca supo lo que era la final, porque apostar a que no te metan gol durante 180 minutos es de equipo mirruña, de quienes no entienden lo que representa ser parte de los grandes del futbol mexicano. Nunca quiso ofender al América.

Cruz Azul fue un finalista sin personalidad, timorato, sin idea, y pagó caro por la soberbia de su director deportivo y técnico, quienes quisieron ser protagonistas por su cuenta y, antes de tiempo, tuvieron festejos desmedidos, hablando del doblete y dividiendo lo que parecía un grupo fuerte al interior. Hoy, pagan por ese pecado tan grande, que hace llorar al más fuerte.

Y América... América fue práctico y mostró el coraje que le faltó a su rival. Quiso ganar y lo ganó; quizá no tan brillante, pero merecido.

Reconocimiento pleno al trabajo de la directiva americanista. La labor de Mauricio Culebro, Santiago Baños y demás involucrados, le dio a esta institución el título de la Liga Femenil y la Sub-17, además del de la Liga MX, con el que —le duela a quien le duela— se convierte en el más ganador en la historia del futbol mexicano, y para cómo se ven las cosas con los clubes que le persiguen, se quedará así mucho tiempo.

Miguel Herrera también merece una mención especial en este campeonato, porque logró —como en su primera etapa— tener a un equipo unido, solidario y sobre todo que entendieran sus fortalezas. Se mete a la historia del club como pocos entrenadores que han sido capaces de ganar dos títulos.

El Estadio Azteca es del América, aunque se ofendan sus inquilinos, porque esa magia, vibra y sentimiento de pertenencia de los aficionados fue parte de la final. Hasta los seguidores entendieron mejor de cómo se debe encarar una final que el propio Cruz Azul. El de anoche, fue otro episodio extraordinario para los americanistas.

Cruz Azul no parece tener remedio. Lo peor es que esta fue la tercera final que pierde contra su acérrimo rival, la segunda consecutiva, y este golpe puede hacer que este club no se levante en  otros 21 años, mientras observa al América regodearse como el mejor de todos los tiempos. Cruz Azul no jugó como el grande que se supone que es y su afición hoy vuelve a sufrir por la humillación.

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