Con todos los errores que pueda implicar el proceso de aprendizaje en el ejercicio del poder, Andrés Manuel López Obrador se coloca en la perspectiva de ¡cumplir!… ¡o cumplir! No se reserva ninguna opción. Por sobre todo, está dispuesto a hacerlo por sí mismo. Y parece no estar dispuesto a fallarse.

Por voluntad propia, y por su recóndito deseo de ser un buen presidente, colocándose al lado de Juárez, Madero y Cárdenas, el presidente electo extiende un cheque en blanco a los 30 millones de ciudadanos que lo llevaron al triunfo electoral.

Esa es una garantía que jamás nadie había dado a la sociedad. Ésta, en la reedición sexenal de los usos y costumbres, elegía a sus gobernantes, y por el simple ejercicio del derecho al voto, todo volvía a la “normalidad democrática”.

En la práctica, eso se traducía cíclicamente en una gestión alejada y aun en contra de la comunidad, en opacidad, discrecionalidad; en una arbitrariedad recurrente que caracterizaron al presidencialismo mexicano como autoritario, vertical y antidemocrático.

Frente a eso, el pueblo quedaba inerme por seis años. El presidente, elegido e inamovible para ese periodo, era un auténtico Tlatoani, un semidiós que hacía y deshacía sin objeción ni freno; no se le podían pedir cuentas ni formular críticas. Todo mundo reptaba frente a él para recibir sus favores o para no enfrentar su ira.

En ese esquema de recreación de un poder cuasi divino, el ciudadano sólo miraba, callaba y obedecía. Estaba obligado a resistir todos los excesos y las faltas; las ocurrencias, la ignorancia y los arrebatos de sus gobernantes que, desde el presidente, se reproducían a todos los niveles del poder público.

El cataclismo que comenzó en julio, propiciado por un hombre incansablemente perseverante, en simbiosis con una sociedad que decidió dar un vuelco a todo lo vivido por décadas, ha comenzado a barrer todos esos castrantes rituales.

En plena sincronía con lo que la gente quiere, AMLO ha decidido que, para ser realmente un Dios de la política, tiene que ser primero un buen gobernante ante los ciudadanos.

Por ello se ha despojado del halo casi sagrado de sus antecesores. Por eso viaja en aviones de línea, viste sin mayor ostentación, lleva una vida austera, va a ganar un salario modesto, convive con la gente, prescinde de guardaespaldas.

El casi Dios político del priísmo, deviene hombre en Andrés Manuel López Obrador, de donde debiera derivar el buen presidente. E incluso el estadista que todos esperamos. Esa metamorfosis no tiene precedente. Es un cambio del cielo a la tierra, o si se quiere, del Infierno a la Gloria, aún en perspectiva.

Si lo construye sobre buenas acciones y decisiones, dando un lugar y una presencia central a la opinión pública constructiva, propositiva, formulada de buena fe, podría tener incluso una proyección universal.

Si es receptivo al señalamiento fundado de sus errores y muestra disposición a enmendarlos, tendrá una mayor aceptación social y, con ello, contará con más margen de actuación para su Cuarta Transformación.

Ya hay dos piedras angulares en perspectiva de ser colocadas firmemente: la desaparición del fuero y la revocación del mandato. Con lo primero, se obliga a la prudencia y a la moderación; con lo segundo, permitirá al pueblo recuperar su soberanía si no lo sirve con honradez y eficacia. Ningún gobernante había dado tantos privilegios a sus gobernados.

Nadie que no esté seguro de que lo que va a hacer lo hará bien, se descalifica. Pocos son proclives a dar. Y AMLO quiere darlo todo, por la confianza que tiene en sí mismo de que responderá a las necesidades de todos.

Responsable y consciente, ofrece al pueblo la oportunidad de recuperar su potestad si no puede con el cargo. Y ese… es un cambio trascendente.

SOTTO VOCE… Que el recuento de los votos de la elección para gobernador de Puebla apuntan a la confirmación del triunfo de Martha Érika Alonso. Se comenta que la ciudadanía no quiere un conflicto poselectoral y se espera que la ratificación del resultado a favor de la panista por parte de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, se dé en muy pocos días… Con frecuencia, la aplicación de la justicia en México es “subjetiva”. Ahí está el caso de Javier Duarte que, tras hacerse de una riqueza obscena (se habla de un faltante de 57 mil millones de pesos), saldrá libre en pocos años... Excelente noticia, la de que el Senado recortará 50% el presupuesto a los partidos políticos... Un acierto, que Mario Delgado haya recuperado las comisiones de Cultura y Salud de la Cámara de Diputados, de manos del escuálido pez, el PES… Óscar Montes de Oca, subprocurador de Averiguaciones Previas Desconcentradas de la PGJCDMX, se perfila como una pieza clave en el gobierno de Claudia Sheinbaum en la atarea de recuperar la seguridad.


@mariobeteta

Google News