Nueve equipos: cinco en España, dos en Inglaterra y uno tanto en Turquía como en Estados Unidos. Demasiados para quien siempre fue la esperanza de ser la figura histórica en el futbol mexicano.

Giovani dos Santos tuvo todo y lo tiró a la basura. Tal vez lo único que ganó era lo que le interesaba: dinero. Cuando inició en el Barcelona, posterior al campeonato mundial infantil de 2005, en el que se coronó con la Selección Mexicana, nadie podría pensar que el desenlace sería el de un jugador despedido de un equipo de la MLS por bajo rendimiento. Obviamente, nadie pensó tampoco que pudiera suceder cuando ganó la medalla de oro en Londres 2012; parecía que la madurez había llegado, nada más alejado de la realidad.

Nunca le interesó el futbol. La vida social siempre estuvo por encima de los objetivos deportivos. Nadie puede juzgar si hizo bien o mal, simplemente fue su decisión y seguramente nunca se arrepentirá de todas las oportunidades que se le brindaron. Del Barcelona B fue a Inglaterra para jugar con el Tottenham, nada mal para haber fracasado en Cataluña. Cuatro temporadas y solamente 33 partidos jugados; es decir, nadie lo tomó en serio.

Pero entre estos años, lo mandaron al Ipswich Town, donde solamente participó en ocho partidos y —como no lo querían de regreso en Londres— estuvo un rato en Turquía con el Galatasaray. Solamente 18 partidos jugados.

De regreso a España: Racing, Mallorca, Villarreal. En éste último más o menos asentado, pero nada del otro mundo. Así, con números paupérrimos como futbolista de club, se ganó el gran contrato de su vida: salario de seis millones de dólares por temporada en la MLS, durante cinco años, con el bien estructurado y serio Galaxy. ¿Quién podría rechazar algo así? Le estaban resucitando futbolísticamente y asegurando el patrimonio de su familia y generaciones venideras.

Una liga cómoda, sin presiones mediáticas. Un paraíso para quien le gusta vivir con perfil bajo, sin persecuciones de paparazzis, como en Londres, sin fiestas populares como las de España. Pero lo volvió a tirar a la basura, una clara muestra de que su carrera como futbolista le vale tres reverendos pepinos.

Ahora que venga la primera convocatoria de la era Gerardo Martino nadie puede esperar su presencia. De ser así, la Selección seguirá viviendo bajo el mismo yugo de presión comercial, porque hoy la carrera de Giovani está acabada, nadie la toma en serio, aunque ese concepto ha sido cambiado por entrenadores como Juan Carlos Osorio, Miguel Herrera y José Manuel de la Torre, quienes —cuando menos se esperaba de Dos Santos— lo convocaron y resultó un reverendo fiasco.

“El jugador que pudo ser”, así lo definió Osorio en alguna ocasión, y tenía razón, aunque dobló las manos y lo llevó a Rusia 2018 a hacer el ridículo y a quitar espacio para un verdadero talento.
La “generación de oro”, de la que se esperaba tanto resultó ser la generación del fracaso.

Lo único positivo es que ya varios están más cerca del retiro que de regresar a la Selección Nacional. Si Martino no tiene presiones de grupos de poder, no tiene por qué volver a vestir de verde, ya que ni de galáctico de Los Ángeles puede vestir.

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