“Lo preocupante no es la perversidad
de los malvados, sino la indiferencia
de los buenos”

Martin Luther King.

Molesta a mucha gente que alguien se atreva a llamar al Presidente Andrés Manuel López Obrador por su primer apellido, Presidente López les suena ofensivo en su trasnochado rencor del 2006 cuando, mamones y estúpidos, algunos de sus adversarios adoptaron un aire de superioridad e intentaron minimizarlo, desnudarlo con un simple “López”.

Hoy, esos falsos, esos santurrones seguramente se dan topes, no, ya no es López a secas, es el Presidente López. Los vencedores deberían disfrutar el título, allá ellos.

Da igual, ofrezco una disculpa de ser necesario, pero si otrora usé Presidente Peña, Presidente Calderón, Presidente Fox, Presidente Zedillo o Presidente Salinas no veo el porqué deba de cambiar la cosa. Sorry, pues.

Reconozco que no he sido un aplaudidor de la Cuarta ni pretenderé serlo de ningún gobierno, sistema o partido, prefiero ser un crítico, a veces ácido si me place y siempre con responsabilidad, firmando lo que escribo y asumiendo las consecuencias, esa es parte de la libertad que gozamos en estas páginas y en este país.

Y así como he señalado lo que considero errores, así reconozco también grandes aciertos como el de la Guardia Nacional, que ha cerrado la boca a muchos, me incluyo, que considerábamos a nuestra joven democracia en riesgo con el esbozo presente de un camino autoritario. Me cerraron la boca, lo acepto y lo aplaudo.

Sí, la Guardia Nacional, que debería de llamarse Guardia Civil, marca una esperanza en estos tiempos.

Fuera de filias y fobias, dejando atrás politiquerías de cuartas y de quintas, habrá que reconocer el trabajo de un Ricardo Monreal con quien platiqué ayer en la radio y me contó sobre la delicada negociación, de ahí lo hermético del caso, sobre los representantes del presidente en la Cámara que siempre le informaron de los avances y, mejor, sobre la actitud de Andrés Manuel, del Presidente López, con quién Monreal habló antes de presentar el acuerdo unánime en el Senado, del que logró su venia.

No era la Guardia que quería el Presidente, no era la Guardia que pedía el Ejército y sí terminó siendo la Guardia del consenso, del parlamento abierto, la Guardia que dejó, si no contentos, satisfechos a casi todos los actores.

Bien por el Senado, bien por la Sociedad Civil (así, con mayúsculas), bien, muy bien por el Presidente López, que actuó como estadista y no como político, que dejó de lado la víscera... ¡Bien por el país!, ¡bien por el Estado!

Ojalá que la negociación sea una constante, se ve complicado, por ejemplo, que el sistema dominante no opte por su mayoriteo en las cámaras ahora que no requieren una reforma constitucional con las leyes secundarias, pero... ¿por qué no?

De Colofón.— Dice la secretaria Luisa María Alcalde que su padre puede asesorar sindicatos, es legal y, en estos tiempos, ¿será moral?

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