El futuro de nuestro sistema de partidos depende de una tercera parte de los ciudadanos: son quienes todavía ven con buenos ojos a PAN, PRI y otras fuerzas de oposición, pero que también simpatizan con Andrés Manuel López Obrador. La vida pública será definida por el rumbo que tomen estos ciudadanos: si sus simpatías por AMLO eventualmente se traducen en votos por Morena, nuestros comicios serán un simple asunto de trámite en los años por venir. Si, por el contrario, se atrincheran en la oposición serán el oxígeno que mantendrá con vida a las expresiones políticas de este sector. Más aún, si eventualmente le regatean apoyo al presidente, los niveles de aprobación de este oscilarán entre 50-60 por ciento, y no en el estratosférico nivel de hoy.

De 2017 a la fecha el reposicionamiento de López Obrador ha sido fenomenal. Un personaje divisivo es hoy una figura casi de consenso. Su base de apoyo ha crecido pero también se ha cohesionado. Hoy aproximadamente la mitad de la población es lopezobradorista, es decir, respalda ampliamente su gestión, le cree siempre o la mayoría de las veces y tiene una buena opinión de Morena al mismo tiempo que rechaza al PAN y/o al PRI. Es una base más amplia que la que tenía antes de tomar posesión (los datos del modelo de segmentación están disponibles en buendiaylaredo.com). Desde la campaña, y a diferencia de 2006 y 2012, el lopezobradorismo dejó de estar circunscrito a ciertas regiones del país. Este alcance nacional hace de Morena una fuerza electoral más eficaz y eficiente: con el respaldo que tiene, y su distribución regional del voto, puede ganar en cualquier rincón del país (para muestra están las próximas elecciones de gobernador en Baja California y Puebla).

Por ello, lo que ocurra con las bases de apoyo de la oposición es crucial. La popularidad de AMLO ha cruzado las barreras partidistas. Hay tres segmentos de la población que ven con buenos ojos al presidente pero no son fieles a su causa, que aprueban su gestión pero de forma parcial y que son simpatizantes de otras fuerzas políticas o independientes. Es el tercio más importante. Pueden ser la puerta hacia la competencia electoral pero también pueden constituirse en el camino que lleve a un sistema de partido hegemónico.

Hay un segmento de independientes (19 por ciento) que, por su propia naturaleza, es más escéptico de los políticos y de los partidos, pero ello lo hace más receptivo al discurso anticorrupción de la actual administración. Es el grupo que se puede desilusionar más rápido del presidente ya que en sus filas abundan los jóvenes (18-29 años). La moneda está en el aire con este grupo. El segmento de mayor potencial para el lopezobradorismo, y de mayor peligro para la oposición, es el de los ciudadanos más desfavorecidos que se identifican con fuerzas políticas distintas a Morena, sobre todo con el PAN y el PRI. Este grupo representa a 11 por ciento de la población y por su perfil socioeconómico (mujeres, población de bajos estudios, amas de casa, etc.) será un beneficiario natural de la política social del gobierno federal. Hoy respaldan ampliamente a AMLO pero no son morenistas. Lo que está en juego entonces es la base popular del PAN y del PRI y con ello el futuro de ambos partidos.

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