Las propuestas de catarsis nacional continúan. Cada día, los congresistas de Morena, en sincronía con lo que propuso su líder en campaña y que se apresta a concretar en cuanto asuma el poder, van poniendo el andamiaje sobre el que se levantará el edificio del prometido México nuevo.

Una de las últimas propuestas que hicieron los senadores, apunta a impactar en lo más profundo del ser social. De concretar una modificación al artículo 22 constitucional para establecer la extinción de dominio en casos de corrupción, provocarían un enorme desahogo en toda la ciudadanía. Pueden hacerlo. Nada se los impide.

Porque nada tan doloroso como ese cáncer aqueja al país desde hace tantos años. Nada como ese fenómeno, vinculado a la impunidad, ha demolido a las instituciones y anulado la ley. Nada como esa práctica ha producido la decadencia a la que hemos llegado, en medio de una alarmante ausencia de ética y de valores en la función pública, que se trasmina y corroe a toda la sociedad.

Nada como saldar cuentas con ese oprobioso pasado de atraco impune y desbordado redituaría más consenso a Andrés Manuel López Obrador como presidente. Actuar en esa línea, sería absolutamente incuestionable. Indubitablemente legítimo.

Ese es el verdadero punto de partida de la transformación que ha prometido. Únicamente sobre esa base, la mudanza apuntará a ser sólida y duradera. Histórica, como pretende hacerlo. Despojar de sus riquezas a todos aquellos cuantos las hayan adquirido mediante actos de prevaricación, es algo que toda la sociedad anhela. Recuperar para la Nación los incalculables recursos que por décadas produjo la abominable dorada mediocridad, sería el acto de mayor justicia que AMLO podría hacer a cuantos creen en él.

El sistema político de dominación priísta se erigió sobre la cooptación, asociada a la corrupción. Se formaron redes de complicidad en las cúpulas. Disfrutando todos del botín público, todos se cubrieron entre sí para recrear en su beneficio las más funestas prácticas políticas. Consolidaron el patrimonialismo. El saqueo que sufrió el país con eso, generó una élite con mucho poder y dinero, y una contraparte colectiva tan grande como paupérrima.

En esa polarización, el deseo común de cambio, dio paso a la alternancia del 2000. Grandes expectativas. Muchas promesas. ¡Nada! Demasiadas palabras. Cascadas de mentiras.

Los panistas se mantuvieron en el poder seis años más sobre métodos todavía hoy cuestionados. Hicieron lo mismo, con el aderezo de la inseguridad, la sangre y la violencia.

La cleptocracia no se ha detenido. Ha tomado una dinámica vertiginosa. Ha llegado a extremos. Se ve por todos lados. En todos los niveles. Los cargos públicos han sido considerados como la mejor oportunidad de hacer fortuna. Por eso, todos quieren ser “políticos”. Su fiebre sólo busca el beneficio personal o de grupo.

Nunca como en los últimos años se vieron tantos casos de probado y/o probable asalto a las arcas públicas. Ahí están, a la vista de todos, los casos más representativos. Pero ninguno refleja el nítido propósito de hacer observar la ley.

Lo que se imputa como corruptelas sólo a los últimos ex gobernadores, debe sumar miles de millones de pesos. Recuperarlos, como se proponen los senadores, permitiría aliviar muchas necesidades. Darían al próximo gobierno un amplísimo margen de maniobra para hacer las grandes obras que tiene en proyecto. Contra lo que se postula respecto de algún tipo de crímenes, en el saqueo de que ha sido víctima el país, no debe haber ni perdón ni olvido. Para nadie. Tiene que haber un ajuste de cuentas con cuantos delinquieron. Un borrón y cuenta nueva sería inaceptable.

Si la reforma que se gesta va a tener como punto de partida contra la corrupción el próximo gobierno, quedará una herida que no cerrará nunca, pues el producto de la inmoralidad seguiría ostentándose.

Aplicar la extinción de dominio y encausar penalmente a los responsables, como se propone Morena, daría a la gente la satisfacción de ver tras las rejas a quienes han amasado enormes fortunas con recursos públicos, burlándose de todos.

SOTTO VOCE…EL UNIVERSAL cumple 102 años. Pero más allá de una efeméride, El Gran Diario de México se reafirma como el medio impreso más importante, leído y confiable de nuestro país y de América Latina. Bajo la suave, plural y amplia visión de su Presidente Ejecutivo y del Consejo de Administración, Licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz, y la certera e inteligente Dirección General del licenciado Juan Francisco Ealy Lanz Duret, con toda seguridad celebrará muchos aniversarios más, adaptándose oportunamente a los grandes cambios y enfrentando con éxito todos los desafíos, como lo ha hecho siempre...Magnífica idea, la de Morena, de rotar a jueces y magistrados para poner un dique a la corrupción en el ámbito judicial.

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