El oleaje del cambio en México, que tuvo su máxima expresión el pasado primero de julio, sigue adelante. Ahora se manifiesta en la UNAM, cuya inteligencia, formada por toda la comunidad, ha lanzado un ¡ya basta! al pernicioso y funesto grupo de porros que por años ha asolado y azotado a esa institución.

Toda proporción guardada, extrapolar lo que pasó hace un mes a nivel nacional con el PRI, y lo que está ocurriendo con el porrismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, es fundado y pertinente.

En las elecciones presidenciales, 30 millones de ciudadanos, hartos y hastiados de los excesos de los políticos que ejercieron el poder durante décadas, les marcaron un ¡hasta aquí!

El 53% de la sociedad tomó esa decisión en paz. Ejerciendo su derecho a elegir a sus gobernantes, cortó de tajo a los que había soportado por décadas, incluso los de la farsa democrática vinculados a la alternancia.

Ese acto estará en la Historia porque privó la lucidez colectiva sobre la violencia. La canalizó hacia las urnas, cruzando una hoja de papel. Su voluntad, arrolladora, fue inapelable.

Así, dio paso al inicio de un vuelco como no se ha visto jamás en ningún lugar. Inició con ello una auténtica revolución que enseña sus primeras pinceladas. Su dirección está trazada.

Las revoluciones, entendidas como mudanzas radicales de un estado de cosas, lo abarcan todo. Determinan fines e inicios de época que suelen no comprenderse ni asimilarse pronto. Su fuerza creadora es incontenible. Las transformaciones humanas en esa dimensión han tenido las armas como instrumento esencial de realización. México ha proscrito esa salida.

Y para nuestra fortuna, ese método catártico ha permeado en pocos días a la institución educativa mejor calificada que tenemos. Los estudiantes de CCH Azcapotzalco han pedido pacíficamente a las autoridades de la UNAM que los liberen del cáncer que son los porros; parásitos, que no estudiantes; golpeadores tolerados y pagados por quienes pueden hacerlo.

Al intento violento de contención al que se enfrentaron en plena explanada de la Rectoría esta semana, contestaron con prudencia y mesura. Resistieron las orquestadas agresiones. Pero a las pocas horas, un grupo significativo se volvió multitud y tornó a la carga. La reiteración de su exigencia se consideró “atendible”.

Si ese es el caso, Enrique Graue se halla frente a una oportunidad única para trascender como rector. Si la aprovecha, pasará a la Historia como el único que fue capaz de liberar a nuestra máxima Casa de Estudios de una lacra insoportable e inadmisible que sus antecesores permitieron y/o prohijaron, ora por posible complicidad, ora por franca pusilanimidad.

Para actuar en esa vertiente, tiene todo a su favor: estudiantes, profesores, investigadores, empleados y sociedad en general, respaldando una justa, obligada e inaplazable expulsión y consignación de los seudoestudiantes, que no son otra cosa que simples criminales; intocables protegidos desde “las alturas”.

Receptivo al momento que vive la UNAM, ha dado los primeros pasos en esa dirección. Para una veintena de ellos, ha cerrado las puertas. Pero faltan muchos, que deberían correr la misma suerte. A todos se les deben abrir ahora las puertas de la cárcel.

Obligado como está a defender la autonomía universitaria, tiene que denunciar a los malvivientes que se apoderaron desde hace casi dos décadas del Auditorio Justo Sierra. Ellos no representan la extraterritorialidad de la institución. Sabiendo quiénes son, se los puede detener afuera. No hay necesidad de que la policía entre al campus. Es un asunto de decisión.

Y decidir, es lo que tiene que hacer Enrique Graue. No tiene opción. La inteligencia, la conciencia y la determinación de los estudiantes en la exigencia porque se extermine la plaga porril, está en movimiento. O los acompaña y hace lo que debe para alcanzar ese objetivo, o lo rebasan.

La voluntad social de cambio que se expresó en las elecciones es una semilla que se dispersó por doquier. En la UNAM ha comenzado a germinar. Cuando se vea su fruto contra el porrismo, abarcará muchos otros ámbitos. Y será mejor que quienes pueden sumarse a ese proceso lo hagan ya y no disimulen. Deben darse cuenta de que ya no hay manera de administrar conflictos con palabras, falacias o engaños.

SOTTO VOCE… Silenciosamente, Guadalupe Rodríguez, esposa del dueño del PT, Alberto Anaya, ha sido exonerada de la acusación de lavado de dinero por 100 millones de pesos. ¿Fue pagado “el favor” con la cesión de diputados a Morena?... Con el papel que está haciendo Raymundo Collins al frente de la SSP de la CDMX, se empieza a notar un cambio radical y positivo en materia de seguridad, lo cual lo perfila para su ratificación en el cargo… Roberto Sandoval, ex gobernador de Nayarit, tendrá más de una década de “inhabilitación” para, como dicen en esa entidad, “gastarse” apenas un pequeño porcentaje de todo lo que se llevó. En rigor, debería ser llamado a cuentas, junto con otros mandatarios salientes, como Arturo Núñez, de Tabasco; Aristóteles Sandoval, de Jalisco; Graco Ramírez, de Morelos; Miguel Márquez, de Guanajuato; Miguel Ángel Yunes, de Veracruz. Ya no se pueden seguir alimentando la corrupción e impunidad.

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