Creo que los militares en este país son héroes; admiro su lealtad, su sacrificio, su disciplina y su amor a la patria.

Creo también que en el momento mismo en que se retiren de la calle, si este fuera en el corto plazo, se desataría una versión aún más brutal del pandemonio, descenderíamos a otro círculo del infierno.

Pero también creo que los militares no deben eternizarse en las tareas de seguridad interior, mucho menos en las de seguridad pública. No, los militares no deben de ser policías, ni albañiles, ni contratistas, o mejor dicho, los militares no deben de ser toda la policía, ni lo deben de ser todo.

Entiendo que el proyecto de la Guardia Nacional ha sido parido en la peor desesperación, entiendo a los cientos de pueblos desbalagados de legítima autoridad que han sido sometidos, en su lugar, al poder de unos hijos de puta que roban, violan, secuestran, torturan, desmembran, desuellan, decapitan, castran, cuelgan, queman, disuelven, extinguen y desaparecen vidas como si de moscas se tratara.

Esos pueblos que lo perdieron todo, claman, urgidos, por justicia, una que raya en la venganza y no sin razón: ¿qué haces cuando le arrancaron la piel a un hermano?, ¿qué quieres que le pase a los que frente a ti violaron a tu mujer?, ¿cuál es el castigo para quienes disolvieron en ácido a tu hijo del que solo te queda un pedazo de diente?

Para circunstancias extremas, medidas extremas; la idea de un ejército que combate con fuerza letal al crimen organizado con un marco legal que le permite actuar de forma legítima utilizando su fuerza, inteligencia y estrategia marcial puede ser una buena idea, pero ¿hasta cuándo?

Los ejércitos del mundo, los que no se convierten en una metáfora de la navaja suiza multiuso, tienen una misión, un tiempo para emprenderla y una vez cumplida viene el repliegue.

Algo así propuso en su momento la Ley de Seguridad Interior: misiones específicas, tiempos determinados, aval del Congreso, respeto a los derechos humanos y contrapesos; era un marco legal flexible que, ciertamente, otorgaba a los militares un gran poder, pero contenía instrumentos para retirarlos una vez concluido el trabajo.

Muchos se rasgaron las vestiduras, proponiendo, incluso, que mejor se aplicase la supresión de garantías, el estado de sitio, el régimen de excepción… Buscaban un costo político alto para el gobierno, uno que no sucedió ni se necesitó.

Muchos de esos muchos apoyaron a la 4T, pero ya en el poder se han dado cuenta que les vieron la cara, les han escupido su apoyo, los ningunearon y ahora, aquello por lo que tanto se opusieron palidece ante el nacimiento de la Guardia Nacional.

El Ejército estará permanentemente en la calle. El Ejército mandará.

Y además construirá aeropuertos, desarrollos inmobiliarios y así va la historia, una que ya han escrito otras naciones.

Algo bueno de todo esto, al menos el Presidente ha regresado mucha dignidad a los militares; gran parte había sido vapuleada por él y sus seguidores. El cantinero siempre debe estar sobrio; en esos temas de la sangre y los balazos no se puede ser borracho.

De Colofón.- Algo se está pudriendo en Los Cabos. Morena y muy corrupta, dicen, pronto contaré más de ese algo.

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