La candidatura de Margarita Zavala, con los pocos o muchos votos que logró concitar, nunca estuvo tan cotizada como el día en que renunció a ella. Su mejor discurso en toda la campaña, lo pronunció la candidata independiente en el video que difundió ayer por las redes sociales titulado “Renuncio a mi candidatura”, en el que atinada y coherente —como muy pocas veces— explicó puntual y pulcramente las razones de “la decisión que tomé hoy”. Y tras su aclaración de que no declinó en favor de ningún candidato y el llamado abierto a que sus seguidores “voten libremente y en conciencia por quien ustedes quieran” de entre las “opciones probables”, es casi seguro que ese voto, al que ayer ya le coqueteaban y por el que se peleaban varios aspirantes, se disperse y no acabe apoyando a un solo candidato.

Porque si bien la apuesta de quienes presionaron a Margarita para orillarla a su renuncia —el grupo de empresarios que quiere fortalecer a Ricardo Anaya como opción contra López Obrador y el propio candidato panista— fue que al sacarla de la contienda el voto zavalista se les transfiriera a ellos, primero vía una declinación que ella nunca aceptó, y luego por una cuestión de “simpatías y filiación panista”, la realidad es que en el discurso de ayer la señora Zavala afirma contundente: “no negocié con nadie” y se asume como víctima de la partidocracia y de sus dirigentes “que defienden privilegios”, entre los que alude sin duda al que la obligó primero a irse del PAN y luego fue parte de la presión para que abandonara una candidatura ciudadana a la que le cerraron la llave del financiamiento y la asfixiaron.

Eso hace que si bien en lo inmediato el primer beneficiario con la salida de Margarita puede ser sin duda Anaya, que podría jalar parte de sus votos panistas, también habría otros simpatizantes blanquiazules que rechacen al candidato del Frente y le quieran cobrar la afrenta de haber sido, por segunda ocasión, el verdugo de la única mujer, panista de cepa además, que logró —haiga sido como haiga sido— estar en la boleta presidencial, de la que por cierto ya no podrá ser eliminada y su nombre aparecerá el día de los comicios y seguro registrará todavía votos.

Y aquí se abre la principal interrogante que deja la primera renuncia de esta carrera presidencial: ¿qué pasará con los votantes de Margarita Zavala que no quieran apoyar a Anaya? ¿Se irán con el candidato del PRI, José Antonio Meade, que tiene filias panistas y que ayer ya mandó al dirigente priísta René Juárez a guiñarle el ojo públicamente a la primera dama? ¿Podrían algunos apartidistas que la hubieran seguido ver una opción en el alocado Jaime Rodríguez El Bronco? o, y aquí viene lo más inquietante, ¿habría zavalistas dispuestos a votar por Andrés Manuel López Obrador como una de las “opciones probables” que mencionó ayer Margarita, nomás por el puro gusto de ir contra Anaya?

Ya estaremos viendo en las próximas encuestas cómo se mueve esa franja de votantes que, según los últimos sondeos llegaba a los 5 puntos porcentuales. Por lo pronto, nos quedamos con algunas frases del mejor discurso de campaña de Margarita Zavala: “México requiere recuperar la dignidad de la política y líderes con principios… Voten en libertad, en conciencia y por quien ustedes quieran, los votos son de ustedes, los ciudadanos, ni de los políticos, ni de los líderes y mucho menos de los partidos”. Y finalmente, con lo que es sin duda, el anuncio del proyecto político futuro de Margarita —y tal vez del ex presidente Felipe Calderón— que parece apostarle a “reconstruir” lo que quede del PAN si Anaya pierde esta elección o, dicho en las palabras textuales de la ex primera dama: “reparar lo que muchos irresponsables han destruido”. Los mismos que destruyeron su candidatura.

NOTAS INDISCRETAS… Juro que no es insidia ni cizaña, pero ¿alguien más notó que en las dedicatorias de su mensaje de renuncia, Margarita dijo tres “queridos”: a su “querido equipo”, “queridos voluntarios” y, por supuesto, sus “queridos hijos”; y luego vino un seco: “Felipe”? Que conste que nomás es pregunta… La imagen ayer del candidato del PRI, José Antonio Meade, saludando de mano al ex presidente Vicente Fox, y agradeciéndole públicamente el apoyo a su candidatura despierta más dudas que certezas ¿Todavía quedará algo en la incongruente e inconexa imagen del presidente que, primero realizó la hazaña histórica de“sacar al PRI de Los Pinos” a patadas, y luego ayudó a meter a ese partido de regreso a la Presidencia? Seguro en el equipo priísta creen que sí… Los dados mandan Capicúa. Repetimos el tiro.

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