La llamaban “la esposa de Calderón”. Andrés Manuel López Obrador solía referirse a ella de este modo. Decía que el ex presidente Felipe Calderón quería volver a gobernar a través de ella.

Como era de esperarse, el término cundió en las redes sociales. Ahí, una buena parte de las mujeres, aun las de izquierda, estuvo de acuerdo en llamarla así: La Calderona. Pocas, muy pocas, fueron las mujeres que rechazaron tal mueca de misoginia.

Margarita Zavala fue víctima de violencia política desde que dio a conocer su aspiración de convertirse en candidata presidencial del partido en el que había hecho carrera a lo largo de 33 años.

La tarde de octubre en que anunció su salida del PAN, reveló que llevaba dos años intentando que Ricardo Anaya la recibiera.

En una entrevista en Radio Fórmula, señaló que las aspiraciones de la militancia panista estaban sujetas a las decisiones unilaterales de la dirigencia, y señaló que había sufrido “cualquier cantidad de agravios” al pedir “un método democrático, transparente y claro que escuchara a los ciudadanos para tomar una decisión”.

El senador Ernesto Ruffo declaró que la salida de Zavala le producía alivio: “haga de cuenta que como cuando uno tiene un absceso y sale la pus”, dijo.

A mediados de 2017, Zavala figuraba a la cabeza de la mayor parte de las encuestas —en un tiempo en que el entonces secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, y el entonces jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, todavía aparecían en los careos.

En junio obtuvo 32% de las preferencias. Vino luego la fractura en el PAN. La magnitud del quiebre pudo ser medida después, cuando dos ex presidentes de ese partido se pasaron a Morena, cuando un ex presidente panista, Vicente Fox, apoyó al candidato del PRI. Cuando López Obrador comenzó a romper su “techo histórico” y a mostrar el crecimiento sostenido que mantiene hasta la fecha.

Zavala alcanzó la candidatura gracias en mucho a la plataforma de extracción panista que la apoyó, y pese a haber presentado miles de firmas de apoyo que el INE determinó como simuladas (y que luego validó).

Quedó claro desde el principio que las posibilidades de éxito de la ex panista eran limitadas. En marzo pasado renunció al financiamiento público. La llamada guerra contra el narcotráfico, decretada durante el sexenio de Felipe Calderón, que dejó más de 120 mil muertos —y con la cual Zavala no quiso interponer la mínima distancia—, significó un lastre mayor: la roca que impidió todo posible despegue de su candidatura en un país que diariamente chapotea en un charco de sangre.

Se cruzó también un sistema electoral que lastra toda posibilidad de crecimiento de los candidatos independientes. Un ejemplo: cuando Meade llevaba 2 mil 894 spots, Anaya 2 mil 788 y AMLO mil 476, Margarita Zavala solo llegó a presentar 23.

Cada día aparecían 32.15 spots de Meade, 30.98 de Anaya, 16.40 de AMLO y sólo 0.26 de Zavala.

Por último, se le agotó el dinero.

Ayer, alegando “un principio de congruencia y honestidad política”, la ex panista retiró su candidatura y dejó en libertad “a quienes generosamente me han apoyado”.

Además del panorama sombrío que se le presentaba, en el ánimo de Zavala pesó, de acuerdo con sus cercanos, la sombra de López Obrador: se negó a pasar a la historia como la candidata que partió el voto antilopezobradorista, y colaboró en el triunfo del abanderado de Morena, un honor que le quiso dejar por completo al candidato Ricardo Anaya.

Los rumores no tardaron en desatarse. Anaya le había hechos varios guiños. A fines de abril sostuvo que si no fuera candidato del Frente votaría por ella. Anoche circulaba también la especie de que la declinación venía a consecuencia de un pacto con el candidato del PRI-PVEM, José Antonio Meade, para “bajar” a López Obrador.

En todo caso, está por verse si la baraja abre un nuevo juego. Varios panistas que apoyaban a Zavala son cercanos a Meade. ¿Algunos otros podrían tener acercamientos con Anaya? Otros, probablemente, seguirán la ruta de Germán Martínez y Manuel Espino: terminarán acercándose a Morena.

Como votante, Margarita no me representaba. Creo, sin embargo, que significa una pérdida que la única mujer que aparecía en la boleta —una mujer honesta, por lo demás— haya salido de ella. Creo también que reconocer que carecía de posibilidades de ganar fue un acto de honestidad política; que dejar libres a sus seguidores es un gesto de contribución a la democracia.

No dudo que veremos crecer a Zavala como una figura de oposición. Y eso al final es una buena noticia.

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