La clase política que gravita en el Partido Acción Nacional está logrando realinearse bajo la presión de plantar cara a la administración López Obrador. Si logra controlar apetitos y protagonismos internos, podrá ofrecer un contraste que lo regrese a las grandes batallas.

El PAN ya está logrando presentar un contraste con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), organización que ha pospuesto hasta marzo, cuando cumplirá 90 años, las decisiones que le permitan empezar otra vez, luego de que el pasado julio sufrió la mayor humillación de su historia. Con nueve décadas a cuestas, esa institución está por ahora en la ruta de una eutanasia.

En la acera contraria, el panismo logró rápidos acuerdos tras el desastre que trajo la fallida apuesta por Ricardo Anaya para disputar la Presidencia de la República. Desmontar el entramado que el propio Anaya legó para dominar indefinidamente al partido ha sido una de las tareas más urgentes de la cúpula panista.

En sentido contrario a la percepción que privó inicialmente con el arribo del michoacano Marko Cortés a la dirigencia nacional, lo único que él le debe a Anaya es haberlo expulsado de los lugares preferentes en la lista de candidatos a senadores plurinominales por Acción Nacional, en aras de premiar la alianza construida con el PRD y Movimiento Ciudadano. En una jugada de último momento, Anaya puso a buen recaudo en las listas a su protegido Damián Zepeda y dejó a Cortés en la vereda. De no haberlo hecho, hoy Zepeda dirigiría al partido y no estaría en los márgenes de la estrategia panista en la Cámara Alta.

Cortés debió abrir los órganos de dirigencia a diversas corrientes del partido, y ha tratado de convencer a algunos personajes que renunciaron a su militancia para que regresen. Asignó posiciones a Manuel Gómez Morín, que le disputó la presidencia de la organización, lo mismo que a Roberto Gil, una figura con peso propio. En vísperas del inicio de gobierno el primer día de este mes, creó con dirigentes un consenso sobre la actitud que asumirían durante la toma de posesión de AMLO.

Encuestas disponibles arrojan que, en este momento, el PAN es considerado el principal partido de oposición a Morena y al gobierno de López Obrador, en tanto que el PRI parece desdibujarse cada vez más.

Los 12 gobernadores con que cuenta ya el panismo (incluida Puebla, donde Martha Érika Alonso entró “de panzazo”) son los verdaderos factores de poder en el partido. Fueron ellos los que pavimentaron el camino para la llegada de Marko Cortés y el desplazamiento de Zepeda de la coordinación senatorial para ser relevado por Rafael Moreno Valle, ex mandatario poblano, esposo de la señora Alonso y actor con un peso decreciente dada la influencia conquistada por Morena en su entidad.

Una de esas gubernaturas, la de Baja California, que ha estado en manos del PAN desde 1989, entrará en disputa en los comicios del próximo año, y hay un riesgo cierto de que la desastrosa administración de Francisco Vega ocasione que entregue el gobierno en brazos de Morena.

Es probable que el eje gravitatorio real del PAN tienda a ubicarse en el centro del país en busca de un verdadero contrapeso frente a López Obrador. Y en ese ámbito hay noticias interesantes. En semanas pasadas gobernantes de Querétaro, San Luis Potosí, Aguascalientes y Guanajuato se reunieron en esta última entidad, donde acaba de tomar posesión el panista Diego Sinhué, el mandatario estatal más joven del país. Guanajuato fue el único estado que electoralmente resistió el embate de Morena, de tal suerte que en PAN no sólo conservó la gubernatura sino la mayoría en el Congreso local y en los municipios clave del estado.

El propósito de la reunión fue lanzar la iniciativa de una región económica estratégica, con economías de carácter complementario. Es posible que Enrique Alfaro, de Jalisco, se sume a es mismo bloque del que podrían surgir señales de estilos de gobernar contrastantes con el modelo que propone el presidente López Obrador.

Apuntes: Por cierto, versiones confiables aseguran que, tras semanas de insistencia, el ex candidato presidencial panista Ricardo Anaya logró solicitar a Enrique Peña Nieto, entonces mandatario saliente, “hacer las paces” luego de que el queretano prometería en campaña encarcelar a Peña. La causa penal contra Anaya parece haber entrado en un limbo, e incluso ganó en tribunales una demanda contra la PGR por haber filtrado el video de su comparecencia en marzo pasado. Ello obligó a la precipitada renuncia del subprocurador de Delincuencia Organizada (SEIDO), Israel Lira, para evitar una sanción o inhabilitación.

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