Cada día matamos a tres, más de mil anualmente; también, cada año abusamos sexualmente de al menos cuatro millones de niños menores de cinco años; la cifra es todavía más horrenda si se considera que solo se denuncian uno de cada 100 casos; los violadores y abusadores son padres biológicos, maestros, sacerdotes, hermanos, tíos, primos o vecinos; del 2015 a la fecha las agresiones han aumentado 40 % y siguen creciendo.

Pero más grave aún es que, junto con Tailandia, México es el paraíso mundial de la explotación sexual infantil, que representa un negocio global —solo inferior al del tráfico de drogas— que se calcula en 37 mil millones de dólares al año para el crimen organizado dedicado a la trata de personas. Buena parte de ese flujo infame de dinero se queda en México, donde se han detectado al menos 47 grupos delincuenciales que operan sobre todo en los más atractivos centros turísticos y las grandes ciudades. Este abominable comercio carnal infantil genera además una maraña de delitos que van desde sobornos a hoteleros, policías, jueces y ministerios públicos, a la falsificación de documentos de identidad y la sangre que corre por enfrentamientos entre bandas rivales.

Estos y otros brutales escenarios, además del factor ignorancia, determinan una dolorosa y creciente realidad: los embarazos adolescentes y hasta infantiles. Las cifras son estremecedoras: tan solo en 2018 nacieron más de 14 mil bebés de niñas entre 10 y 14 años; duele que en su mayoría no se trata de embarazos entre adolescentes; los padres tienen entre 18 y hasta 75 años; en este rubro de escándalo, el 94 % de las violaciones y estupros no son denunciados.

El descuido hacia nuestra infancia se refleja igualmente en un triste y vergonzante récord mundial: México es el país con mayor obesidad infantil en todo este planeta. Un tema estrujante que va más allá de la estética, los complejos y el bullying para convertirse en nuestro más grave problema de salud pública. Tres de cada diez de nuestros niños y cuatro de cada diez de nuestros adolescentes son obesos y peor aún prediabéticos, y formarán estadística del gigantesco problema que representará la diabetes en solo 15 años y que amenaza incluso con quebrar las finanzas nacionales para su atención. A pesar de lo cual, no ha habido hasta ahora la determinación gubernamental para regular la producción y la ingesta de alimentos chatarra atiborrados de azúcar y grasa.

A ver: en ningún otro país más o menos civilizado se da este dato: en México hay más de tres millones de niños y adolescentes entre 5 y 17 años que trabajan; cuarenta de cada cien no perciben ninguna remuneración; lo hacen obligados por sus familias o sobreviviendo en circunstancias miserables.

Pero hay cifras todavía más aterradoras: miles de niños desaparecen cada año; cuatro cada 24 horas; seis de cada 10 son niñas y adolescentes mujeres. En el lapso de 2015 a 2019, han sido asesinados 4,299 niños en entornos familiares o como víctimas inocentes en hechos fortuitos que tienen que ver con acciones armadas del crimen organizado. Tres cada día.

Quiero suponer que nuestros niños van al cielo. Y que al menos dejan el infierno que les hemos dado en este país.

Periodista.

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