De los equipos deportivos que sigo por convicción, la Selección Mexicana de fútbol es el equipo que nunca escogí, el representativo que jamás elegí para alentar. Aunque sí puedo decir que fue y ha sido orgullosamente una designación por nacimiento que he aceptado tal y como el nombre que mis padres sellaron en mi acta de nacimiento.

El conjunto mexicano ha sido capaz de ilusionarme hasta la cana, ha hecho posible que mi afonía tenga origen y justificación tras un juego, que mi cansancio haga una tregua con mi cuerpo para ver el final de un cotejo. Y claro, no se diga nada de las lágrimas, que en muchas ocasiones se han escapado por grandes dosis de frustración.

La lista de convocados para el mundial de Rusia se ha hecho pública y, como siempre, me he quedado desabrido después ver algunos nombres que, en mi opinión, podrían haber sido suprimidos o reemplazados por mejores candidatos. Sin embargo, no es algo que me sorprenda, pues como varios lectores comprenderán la sorpresa no surge de un aspecto inesperado.

¿Pero a quién cambiarías?, ¿por qué crees que llevan a Gio en vez de Pizarro?, ¿Márquez saldrá expulsado en el mundial?, ¿Osorio adoptará las corbatas de dragones?... En fin, tantas interrogantes que podríamos formular pero solo una respuesta cabe en este texto: México no será campeón del mundo, por insólito y sorprendente que pueda parecer el comentario.

Y miren, hubo tiempos donde la base de la selección eran los integrantes del Toluca, de las Águilas o de las mismas Chivas. Esas épocas donde se priorizaba el entendimiento colectivo por encima de las funciones individuales, aunque también me queda claro que el método tampoco ha sido efectivo con despedidas pronosticadas en cada justa.

Curioso o no, pero de los dos planteles finalistas en la Liga MX solo hay un par jugadores convocados: Néstor Araujo y Alfredo Talavera. Un hecho que debería ser analizado con mayor profundidad y no en un espacio como este, con el objetivo de aclarar si la valorización del jugador se da por sus características en el aporte individual o simplemente por pertenecer a la banca de un club extranjero.

Mi frustración ha ido más allá de las convocatorias. Ha viajado por el banquillo del técnico, la lucrativa Federación, el menosprecio de algunos futbolistas, la desconcentración y la tibieza del equipo en momentos trascendentales. Es por ello que al ver a determinados jugadores en la lista, que no son de forma estricta los mejores,  no me sorprende. Y si a lo anterior se le suma la inconsistencia de formaciones efectuadas por Osorio en cada juego nos queda la misma sensación.

No podría decir que se sufre, porque tampoco hay que perder de vista la dimensión de lo que se habla, pero sí podría insistir en que, a pesar de ser la oncena que no escogí apoyar, resulta difícil convencer al espíritu de brindar una pizca de fe a los aztecas aventureros que se alojarán en Moscú.

He de confesar una cuestión que ha rondado mis pensamientos en ciertas circunstancias: los niños alemanes y brasileños ¿qué sentirán al ser informados de la magnitud de sus representativos nacionales, al ser notificados de que sus antecesores han forjado la historia del futbol mundial?

Acá, en la tierra de Hugo Sánchez y Rafael Márquez, hemos vivido de pocas figuras y, al mismo tiempo, de tremendas promesas que se han quedado solo en eso. No obstante, hoy en día salvaguardo una esperanza necia que me hace imaginar las glorias extraordinarias que algún día se han de festejar en honor a una generación de héroes desconocidos. Hasta entonces, y con todo el afecto, seguirán siendo mi frustración mexicana.

Aldo Casas.

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