Usted no está leyendo una columna deportiva. Lo que se dijo el pasado miércoles en la sala de prensa del estadio Morelos, en Morelia, Michoacán, trasciende la cancha.

El presidente del equipo, Álvaro Dávila, se presentó ante los medios locales para tratar de dar explicaciones sobre el mal paso en el torneo y reducir el enojo de la afición por la venta de jugadores clave. Y ahí, soltó un par de bombas al explicar por qué no llegaron refuerzos:

“Nuestros jugadores, más de la mitad, han recibido llamadas de extorsión y de algún otro tipo de circunstancias”. A esto, Dávila sumó que un central del futbol europeo y un delantero del futbol paraguayo, quienes estaban prácticamente amarrados para incorporarse al Morelia, no quisieron llegar al equipo tras enterarse del desabasto de gasolina y los bloqueos a las vías del tren por parte de la CNTE.

Lo dicho por el directivo del futbol es un partido que ya vieron los michoacanos. Se lo saben de memoria y les da más miedo que un descenso.

En 2006, cuando Felipe Calderón llegó a la Presidencia, su estado natal fue el punto inicial de la “guerra contra el narco”. Ahí se topó con una enemistad: el gobernador, perredista en ese entonces, Leonel Godoy.

Los desacuerdos Calderón-Godoy acompañaron y quizá profundizaron una crisis social y de seguridad que hundió a Michoacán en una de sus peores etapas.

Trece años, cientos de muertos y miles de negocios quebrados después, los desacuerdos entre el presidente y el gobernador indican que esa indeseable contienda se comienza a repetir con otros jugadores: el presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador Silvano Aureoles.

El pleito es añejo. Comenzó cuando ambos militaban en el PRD. Luego, AMLO en Morena acusó a Aureoles de ser tapete de Peña Nieto, cuando presidía la Cámara de Diputados. Recientemente recrudecido en la campaña presidencial, exponenciado por el desabasto de gasolina y en clímax por el debate sobre quién le paga la nómina a los maestros, especialmente a los de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Ninguno quiso tomar el balón: ¿quién quiere firmar el cheque que nunca llena a la CNTE? Mientras, las pérdidas económicas son de miles de millones de pesos por el tapón en el puerto de Lázaro Cárdenas y el cierre de las vías de tren.

El viernes pasado, ambos se reunieron en Huetamo, Michoacán. El tono cambió. Silvano dijo que lo recibía con los brazos abiertos; Andrés Manuel estuvo sonriente. Pero el caos siguió afuera. La CNTE quiso entrar al acto por la fuerza.

Las pocas empresas fuertes que radican en Michoacán ya analizan si se van, como hace 13 años, en los peores tiempos. Las extorsiones y amenazas se han reactivado, según me reportan empresarios madereros, aunque ahora no traen la firma del cártel de Los Caballeros Templarios, sino del Jalisco Nueva Generación.

Silvano y Andrés Manuel se pelean en la media cancha. Y mientras, la portería ahí está, solita, abierta para otra goliza.

SACIAMORBOS. El acuerdo que firmó la SEP con la Sección 18 de la CNTE raya en el escándalo: les cede el control del ingreso de los normalistas y les regresa el control del sistema de pagos a los maestros. Súmele los más de mil millones de pesos que ya les transfirieron. Gran sexenio para la CNTE. Empoderados. Llenos de dinero. Y ni así desbloquean. Insaciables. Van por más. Van por todo.

Google News