El lunes próximo, tendremos candidato ganador. En unas semanas, tendremos presidente electo. En un par de meses, habrá equipo de transición formalmente constituido. Y en ese momento, habrá que ir pensando en los contornos del nuevo gobierno.

A lo largo de la campaña, Andrés Manuel López Obrador ha ido anunciando a los integrantes de su posible gabinete. Pero no está claro aún si esas personas asumirán los cargos para los que fueron designados por el probable candidato ganador. El periodo de transición es terreno minado: en cinco meses, con visibilidad y expectativas, pero sin poder ni aparato, muchas reputaciones pueden quedar demolidas.

Como posible secretario de Seguridad Pública, López Obrador designó a Alfonso Durazo. Me parece un buen funcionario y un buen hombre ¿Debería ratificarlo el probable presidente electo? Eso le tocará decidir en exclusiva a AMLO.

Si decide ampliar la búsqueda, sugiero humildemente que el próximo titular de Seguridad Pública cumpla cuatro características fundamentales:

—Ser un civil, no un militar: no tengo nada en contra de los oficiales del Ejército o la Marina, pero es importante hacer distinciones entre la función militar y la seguridad pública. Eso empieza (debe empezar) desde la cabeza de las instituciones federales de seguridad pública.

—Ser un funcionario con experiencia en tareas de seguridad pública, no un policía: el secretario (o secretaria) de Seguridad Pública no es el jefe operativo de la Policía Federal (para eso está el comisionado general). Su rol es gobernar el aparato federal de seguridad pública, no tomar decisiones operativas. Debe entender del tema, pero con distancia crítica frente al cuerpo policial. Como símil, el secretario de Educación debe saber de la materia, pero no ser un maestro en activo: eso le restaría autonomía para la toma de decisiones.

—Estar comprometido con la reforma policial: las policías en México son obra en construcción (para decirlo suavemente). Salvo excepciones, son cuerpos mal pagados, mal entrenados, mal equipados, poco motivados, terriblemente vulnerables a la corrupción y la intimidación. Para modificar esa realidad, se requieren muchas reformas: desde el establecimiento de normas homogéneas de reclutamiento y profesionalización hasta el fortalecimiento de las unidades de asuntos internos, pasando por la construcción de un régimen de seguridad social para los policías. Nada de eso es fácil ni rápido. Por tanto, resulta indispensable que el nuevo secretario o secretaria esté plenamente comprometido con la agenda de reforma policial, no sólo para transformar a la Policía Federal, sino para proveer liderazgo en el proceso de cambio tanto a nivel estatal como municipal.

—Estar abierto a la supervisión y el escrutinio externos: los mejores cuerpos de seguridad del mundo son los más sujetos a vigilancia y control desde fuera de la corporación. Ojalá, la nueva cabeza de la SSP esté no sólo comprometido con la transparencia y la rendición de cuentas, sino abierto a innovar con mecanismos de supervisión. El INSYDE, por ejemplo, ha propuesto desde hace años la creación de un auditor policial externo. Causa en Común ha trabajado en diversos modelos de control civil sobre las policías. Sería un gran gesto para la sociedad civil por lo menos explorar la posibilidad de esa idea.

Hay otras características deseables de un candidato ideal (p.e., comodidad con enfoques cuantitativos, experiencia en temas internacionales, interlocución probada con la sociedad civil, etcétera), pero no son esenciales. A mi juicio, lo fundamental es que el nuevo secretario (o secretaria) esté comprometido con a) el control civil sobre las fuerzas de seguridad, b) la reforma institucional, y c) la fiscalización externa. Con eso, yo me daría por bien servido.

 

. @ahope71

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