Hace unos días un medio de circulación nacional realizó un ejercicio que llamó “aplausómetro” con los 5 candidatos a presidente de la República. El ejercicio consistió en medir el nivel de aplausos de los aspirantes a la silla presidencial en dos eventos distintos: la Asamblea General de Socios de American Chamber y el Congreso Mexicano de la Industria de la Construcción.

Los resultados en la American Chamber fueron los siguientes:

>Margarita Zavala. 91.1 decibeles.

>Ricardo Anaya 91 decibeles.

>José Antonio Meade 89.3 decibeles.

>Andrés Manuel López Obrador 87 decibeles.

En el Congreso Mexicano de la Industria de la Construcción los resultados fueron muy similares: los candidatos de perfil panista, Margarita Zavala y Ricardo Anaya, respectivamente, se llevaron los dos primeros lugares, el tercer lugar fue para Meade y el cuarto lugar para López Obrador.

Para que tenga una idea más clara, que Margarita Zavala y Ricardo Anaya hayan logrado 91 decibeles no es poca cosa. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) el nivel de ruido al aire libre debe ser de 55 decibeles, para no causar molestias al oído. La frecuencia auditiva del tráfico en horarios pico es de 80 decibeles, mientras que el ruido que produce una aspiradora es de 90 decibeles. Si ambos candidatos superaron los 90 decibeles en aplausos significa que su discurso gustó y mucho, con una ocupación promedio de 98 por ciento.

Tras el ejercicio las criticas no se hicieron esperar. “A menos aplausos mayor cantidad de votos”, señalaron algunos, que les resultó extraño que Andrés Manuel obtuviera el último lugar, a pesar de ser puntero en las encuestas.

Y tienen razón, el nivel de aplausos no necesariamente se corresponderá con el número de votos que obtendrán los candidatos, pero revela un problema muy frecuente en materia de imagen pública. No estudiar al público al cual te diriges, puede provocar que no resultes bien evaluado.

José Antonio Meade y Andrés Manuel llegaron a estos foros empresariales sin hacer la tarea. El abanderado de Morena, del PT y del PES es el que la tenía más difícil, porque los empresarios del todo el país se han mostrado reacios a su propuesta política, que algunos tildan de populista.

Cuando se acude a un foro que no avala las ideas que uno tiene y de forma obligatoria deben tocarse los “temas difíciles”, lo mejor es explicar la propuesta personal en detalle, sin mencionar siquiera el problema o la animadversión previa.

Se acude a contestar las criticas, pero sin decir: “ustedes dijeron”, “vengo a responderles”, “no me gusta que me tengan miedo”.

Las ideas serán siempre la mejor respuesta, no es necesario “poner el dedo en la llaga” como tradicionalmente se dice.

Pero ni Andrés Manuel ni sus asesores hicieron caso. El candidato de Morena fue incisivo con ellos. Les dijo:

“No estamos en contra de los empresarios, de los comerciantes, nosotros estamos en contra de la corrupción”.

“No vamos a perseguir a nadie, respetar la legalidad, no van a haber decisiones autoritarias, no hace falta que se auto-exilien ni Salinas–Carlos-, ni otro".

Con afirmaciones como ésta lo único que se provoca es malestar entre la audiencia que no lo ve con buenos ojos. Se convierte en un discurso retador, contestatario y que no responde a los cómos. Andrés Manuel ha moderado su discurso, pero sigue sin convencer a muchos.

Ambos eventos eran una oportunidad para limar asperezas con un sector que como él mismo dijo: “le tiene miedo”, pero aunque los empresarios digan que “fue un buen discurso”, sus aplausos dicen otra cosa.

Los políticos deben entender que hay audiencias difíciles, que se pueden conquistar, algo así como hablar sobre la inmoralidad del aborto, ante una audiencia de liberales. Estas oportunidades son únicas, porque pueden representar la diferencia entre ganar o perder votos.

Margarita y Anaya la tenían fácil…

*Gracias a El Universal San Luis por abrirme este espacio para el debate de las ideas.

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