Aprovecho este espacio para felicitar nuevamente a nuestro Premio Estatal de Derechos Humanos 2018, la señora María Guadalupe Reyes, mujer, indígena tének y adulta mayor quien desde la hermosa Huasteca potosina, por décadas ha brindado ayuda a mujeres embarazadas, que viven en condiciones de exclusión y precariedad, Doña “Lupita” como la conocemos con cariño, se ha convertido en ese canal de vida y esperanza para mujeres indígenas y sus hijos.

Como sabemos, cada 10 de diciembre conmemoramos en el mundo la proclama de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así a 70 años de distancia resulta necesario efectuar un ejercicio de reflexión crítica, pues el mundo continúa siendo convulso, la guerra, la pobreza, el hambre y las enfermedades, siguen siendo flagelos, que cuales jinetes apocalípticos continúan retando a la condición humana.

México, en estas siete décadas no ha sido ajeno a lo que en el mundo acontece, si bien el Estado mexicano suscribió y ratificó prácticamente todos los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos, aún nos encontramos lejos del ideal utópico de su observancia y respeto pleno, justo es también reconocer que en junio de 2011 en un consenso político sin precedentes, el constituyente determinó incorporar al texto constitucional los derechos humanos, como el eje rector de la política del Estado mexicano y quedó cristalizado el sueño de muchos activistas y luchadores sociales que desde las décadas más complejas de nuestro país exigían la plena incorporación de los derechos humanos al texto constitucional.

Sin embargo, paradójicamente a la par de estos notables avances en materia de derechos humanos, en los últimos doce años nuestro país también enfrenta la peor crisis en materia de derechos humanos, más de 37,000 personas desaparecidas, una política de seguridad fallida que contribuyó a sembrar la muerte de miles de personas, enlutando a miles de hogares mexicanos a lo largo y ancho del país, y por supuesto millones de personas que ahora mismo viven en condiciones de una insultante pobreza extrema.

Que nadie se equivoque, por supuesto que aplaudimos que hoy se hable de transformar el país, acabando con la corrupción y los privilegios, pero también como Organismos Constitucionales Autónomos de protección de los derechos humanos, aglutinados en una Federación Mexicana y otra Iberoamericana, exigiremos y alzaremos la voz cuando sea necesario para que haya pleno respeto al federalismo, a la soberanía de los Estados y a la sana y necesaria separación que representa el equilibrio de los poderes públicos; acompañaremos como ya lo ha hecho la Comisión Nacional de los Derechos Humanos a la defensa de la independencia del Tribunal Constitucional de todos los mexicanos, y por supuesto exigiremos el respeto a todos los Organismos Constitucionales Autónomos.

Por ello desde este espacio nos sumamos y hacemos eco también a lo expresado el día de ayer por el Lic. Luis Raúl González Pérez, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en Palacio Nacional y cito: “México necesita mayor y mejor seguridad, pero no a cualquier costo y no de cualquier tipo, requerimos la seguridad de un Estado democrático de derecho donde las instituciones civiles no estén subordinadas a mandos militares, ni donde los derechos y el respeto a la dignidad de las personas estén condicionadas a actuaciones discrecionales o autoritarias.”

Quienes por convicción también nos asumimos liberales y juaristas, recordamos lo expresado por el prócer de Guelatao en la que fuera la segunda transformación de este país y que en ejercicio de su cargo se refirió a la constitución de 1857 como un código sagrado y dijo: “que los principios humanitarios que contiene esta constitución, eche raíces profundas en los corazones de los mexicanos y sea en lo sucesivo, la salvaguarda de las libertades públicas la única bandera que sigamos para no someternos jamás a la voluntad caprichosa de ningún hombre”.

Por tanto desde las Comisiones de Derechos Humanos decimos sí a una transformación del país, pero que esta transformación a que se ha convocado desde lo federal, se sustente en el reconocimiento y pleno respeto de la dignidad de las personas, y que no sea la discordia polarizante desde el discurso, sino los derechos humanos el eje rector que impulse la transformación de nuestro querido México.

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