Dijeron que sin Acción Nacional no sería nada, una simple anécdota en la campaña, y se equivocaron. Dijeron también que como independiente no lograría las firmas, que era una misión titánica, y se equivocaron. Dijeron, también, que se perdería entre los candidatitos, entre una maraña de independientes condenados a la chiquillada y, todo apunta, que también se equivocaron.

Margarita Zavala podría ser un ejemplo vivo de esas estructuras del micropoder de las que habla Moisés Naim en su libro El Fin del Poder: abandonó la superestructura del partido tradicional por saberse marginada y se hizo a sí misma con una estrategia basada en la viralización de apoyos, en la recomendación del boca a boca; si nos atenemos a los números, el equipo de Zavala registró poco menos de 500 firmas “tramposas”, que justifica como un gol de sus adversarios a través de tres de sus auxiliares de campaña (de entre cientos de auxiliares) encargado por sus adversarios. El Bronco, por otro lado, tiene 158 mil simulaciones y Ríos Pitter ¡811 mil!, prácticamente están ya descartados y con el riesgo de enfrentar procesos penales por suplantación de identidad.

Este cambio ha modificado por completo el escenario electoral. Para empezar, ésta será una elección de cuatro, no de tres ni de seis, Zavala arrancará con un aproximado de 8 puntos porcentuales de preferencia pero ya sin competencia independiente lo que podría proyectarse, automáticamente, en varios puntos de saque a su favor.

Por otro lado, José Antonio Meade parece que llega a su piso, no puede bajar más allá de la estructura que le garantiza el PRI que hoy ronda en menos del 20% de las preferencias y el daño causado a Ricardo Anaya lo ha estancado y lo mantiene entre el 22% de las preferencias.

Definitivamente, Anaya será la primera víctima de este nuevo escenario, es factible que ante la crítica por la cerrazón en su equipo de campaña muchos panistas opten por manifestar su apoyo a Zavala que hoy tiene mayores posibilidades de alcanzar al tercer lugar y comenzar a perfilar un discurso claro contra el puntero Andrés Manuel López Obrador que en estos días ronda el 33% de las preferencias. Anaya podría llegar a la caída libre, es un riesgo real, a menos que apunte a una estrategia radical en los próximos días, pero la andanada de ataques parece que mantienen ciscado al panista.

La candidata tiene ventajas ante los indecisos que rondan entre 16% y 25% de las encuestas, ella se venderá como independiente y como la candidata que renuncia al financiamiento público, su género también es una ventaja clara, es la única mujer en la contienda, y el voto millennial al que no le tocó vivir de cerca el gobierno de su esposo, Felipe Calderón, se convierte otra fortaleza. Además, el formato de los debates, únicamente con 4 candidatos, y no 6, podría permitir una mayor exposición, un elemento de doble filo para todos.

Sin embargo, también tiene grandes retos, Zavala tiene que simplificar su discurso, trabajar en su imagen y presencia pero, sobre todo, minimizar su parte conservadora que hoy le resta varios puntos, ¿se atreverá a hablar sobre el acoso sexual?, ¿sobre las libertades reproductivas?, ¿sobre la mota y la urgente discusión en la legalización de las drogas?, ¿marcará una distancia, que jamás un rompimiento, con la iglesia católica?, ¿hablará del machismo en serio?, ¿logrará vender frescura sobre los edulcorados candidatos?, ¿cómo logrará convencer a las clases más necesitadas del país que la miran como una dama de sociedad y copete muy alejada de la problemática del día a día?

Sí, el escenario cambió radicalmente.

DE COLOFÓN.— La idea de la Niña Bien era vender el tema como un asunto ciudadano pero una serie de errores básicos los llevó al terreno de cambiar la estrategia por el discurso de la “guerra sucia”.

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