Era obvio que Margarita Zavala no tenía oportunidad de ganar, creo que su equipo y ella misma lo sabían desde el principio, sin embargo había metas claras: llegar a un tercer lugar o, ¿quién sabe?, quizá hasta a un segundo puesto, empatarle a Ricardo Anaya y darle una lección por haber “secuestrado” al PAN con la idea de la alianza, fortalecer la opción independiente como una opción alternativa al discurso del puntero… sueños que se quedaron ahí, en sueños.

Margarita Zavala tenía muchas posibilidades de venderse como un gran producto político, era la única mujer de la contienda y había renunciado al financiamiento público, también tenía muchos lastres, su falta de elocuencia, los errores en la administración de su esposo que, justamente o no, tuvo que asumir, y su imagen de una mujer conservadora mucho más apegada a las clases acomodadas que al sentir de una sociedad encolerizada.

Hubo presiones para Zavala desde el equipo de Meade y de Anaya para que declinara a favor de alguno, muy desesperados hasta hace unas semanas cuando el empate entre el segundo y el tercer lugar era demasiado auténtico, los apoyos de Zavala hubieran podido marcar la diferencia, pero hoy… Hoy no cambian casi nada.

Después del primer debate Margarita Zavala salió derrotada, trastabilló hasta el punto de hacer ver a Ricardo Anaya, el ganador, como el mejor candidato del panismo y orilló a la reflexión militante de lo que hubiera pasado si Zavala hubiese obtenido la candidatura azul, el resultado: del 7 u 8 por ciento de apoyos cayó al 2, incluso, de acuerdo con algunas mediciones, abajo de El Bronco, y sus apoyos, la mayoría de panistas resentidos con Anaya, volvieron para el partido.

Dos puntos no significan nada en una contienda donde el puntero rebasa por más de 15 en promedio a su más cercano rival, es factible que la mayor parte de esos dos puntos terminen o anulados o con José Antonio Meade y en muy menor medida con Ricardo Anaya, pues, insisto, Margarita representaba la ya hoy raquítica resistencia panista al candidato.

Margarita perdió apoyos empresariales, más claro, perdió inversionistas para su proyecto, pasó de la promesa disruptiva al proyecto inviable, la crisis dentro de su equipo fue evidente cuando algunos de sus más importantes estrategas, los que la habían llevado al 8 por ciento de preferencias, tuvieron que renunciar por la falta de recursos para cubrir sus honorarios. Nadie podría cobrar absolutamente nada. Eran los primeros lances de una caída al abismo.

Pero, Margarita Zavala hizo ayer lo que casi nadie está acostumbrado a hacer en México: reconocer la derrota, aceptarse en un callejón sin salida y parar el juego con la mayor honestidad posible: ni fú ni fa. Que cada quien vote por quien le venga en gana y no tiren su voto a la basura por mí.

Eso sí es nuevo. Mucha suerte, Margarita.

DE COLOFÓN.— En el INE habrían agradecido si la noticia de Zavala les hubiese llegado hace dos semanas, la bronca, además del tema de la impresión de las boletas, va por el debate del domingo, ahora tienen que reprogramar los tiempos de los candidatos, ergo: podrán hablar por más segundos.

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