Antes de la implementación de los planes de fomento a la lectura en España, que arrancó en 2001, el índice de lectura era del 36% de lectores frecuentes; diez años después este porcentaje aumentó hasta un 47.2%; en Francia, en 1981, el 36% de los franceses no leía ni un libro, doce años después el porcentaje se redujo al 25%; en Argentina, considerada la nación más culta de América Latina, se leen 4.6 libros al año por habitante según datos del más reciente estudio del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, CERLALC-UNESCO.

Estas tres experiencias de fomento a la lectura se han fundamentado en la disposición de políticas que tienen como base estudios, diagnósticos y programas con líneas de acción muy bien delineadas. En los casos de Francia, España y Argentina, ha sido vital la profesionalización de los animadores y promotores de la lectura, el impulso a las bibliotecas municipales o regionales, la descentralización y el incremento del presupuesto.

En México, según la Encuesta Nacional de Lectura de 2012, leemos 2.9 libros al año. El pasado 27 de enero se echó a andar la Estrategia Nacional de Lectura en Sinaloa y se anunció una lista de actividades programadas para los próximos tres meses, pero hasta el momento no se ha presentado un documento con las líneas centrales de la estrategia para fomentar la lectura.

Tomás Granados, editor y estudioso de la lectura en México, escribió en Confabulario que resulta difícil entender que el Fondo de Cultura Económica, tras engullir a Educal y a la Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura, “quiera echarse sobre los hombros la descomunal tarea de corregir aquello que el sistema educativo y laboral no ha conseguido: erradicar el analfabetismo funcional”.

Phillipe Ollé-Laprune, quien fuera director de la oficina del Libro en la embajada de Francia en México, asegura que le indicó a altos funcionarios culturales que México debía tener un centro de formación para los oficios del libro, pero no se concretó; en cambio no se han realizado políticas, ni se han puesto metas, tampoco se ha privilegiado el presupuesto y los recursos humanos para el avance del fomento a la lectura.

“Es algo de fondo, realmente es el papel que le corresponde al Estado, en todos sus niveles. Hay que sensibilizar a los actores políticos, tienen que estar convencidísimos de que urge actuar; enseñar que una librería y una biblioteca pueden trabajar juntos”, señala.

El caso de España. El Plan de fomento a la lectura 2017-2020 en España busca entre otros objetivos el fomento del hábito lector en los centros escolares, la potenciación de las bibliotecas públicas como puertas de acceso a la lectura y el fortalecimiento del sector de la industria cultural del libro. Cuenta con un presupuesto anual de 9 millones de dólares, pone el foco en el fomento en cada una de las etapas educativas, desde una primera aproximación en la educación infantil, al afianzamiento del hábito de la lectura en la Preparatoria.

El plan del Ministerio de Educación pretende que en 2020 los centros educativos de las distintas administraciones territoriales dediquen una hora diaria a la lectura en horario no lectivo. Las competencias educativas en España están descentralizadas, por lo que corresponde a las Comunidades Autónomas implementar las políticas educativas en cada región.

Uno de los pilares del plan son los promotores de lectura, sobre todo la figura del docente. Con cursos y materiales didácticos, el Ministerio de Educación busca actualizar las competencias pedagógicas del profesorado y contribuir al desarrollo de las competencias profesionales docentes para que los estudiantes se interesen por la lectura.

La mayoría de las bibliotecas son públicas y dependen de los ayuntamientos, actividad que es fundamentalmente municipal. España tiene casi 47 millones de habitantes y alrededor de 4 mil 600 bibliotecas públicas; además tiene 80 bibliotecas móviles que atienden a más de 11 millones de personas. Casi 1 de cada 4 españoles que recibe servicios de la biblioteca pública, lo hace a través de los bibliobuses que desarrollan en toda España un servicio bibliotecario ambulante y eminentemente rural.

El número de lectores en España en 2018 representan el 61.8% de la población, sin embargo, un 38.2% de españoles no lee nunca o casi nunca. En 15 años aumentó en 4.5 puntos el porcentaje que declaraba haber leído al menos un libro en un año.

Francia, intenso fomento. En 1981, en Francia, el presidente Françoise Mitterrand emprendió una política de fomento a la lectura intensa y pública; pidió a expertos un diagnóstico del libro y la lectura, que arrojó que el 36% de los franceses no leían ni un libro al año. Doce años después, cuando hicieron la misma encuesta, la cifra bajó al 25%. El descenso se debió a una política de formación de profesionales que en México no existe.

Así lo cuenta Phillipe Ollé-Laprune, escritor y conocedor del libro y la lectura que llegó a México justo con la comisión de establecer la oficina del libro de Francia en México, y señala que se planteó un programa integral con líneas bien determinadas para fomentar la lectura, e incluso se hizo una ley que obliga a las ciudades de más de diez mil habitantes a tener una biblioteca pública con gente formada y capacitada a la cabeza, y por supuesto con presupuesto para adquisición de acervo.

“Hay una descentralización en el fomento a la lectura, incluso los encargados de las bibliotecas son quienes compran los libros y escogen sus fondos en función de la población”, señala Ollé-Laprune.

“Cada estado de Francia tiene una dirección cultural que es del estado francés, ahí apoyan pero no imponen, dejan trabajar a la gente en cada una de las ciudades, en las bibliotecas. Apoyan la formación de bibliotecarios y con los fondos, cada ciudad grande debe tener una gran mediateca”, afirma el estudioso que ha sugerido a funcionarios mexicanos la creación un centro de formación relacionada con el libro.

La experiencia en Argentina. En Argentina, nación que todavía es considerada la más culta de América Latina, se leen 4.6 libros al año.

Parte sustancial del programa de fomento a la lectura son las Bibliotecas Populares, un programa fundado en 1870 que hoy conforma la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares de Argentina y que supera 2 mil espacios. Se trata de un organismo dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación que fomenta el fortalecimiento de las bibliotecas populares en tanto organizaciones de la sociedad civil e impulsa su valor como espacios físicos y sociales para el desarrollo comunitario y de construcción de ciudadanía.

Esos espacios que podrían ser como las salas de lectura que posee México, se distinguen porque están al frente personas que están capacitadas y son ellos, los propios coordinadores los que deciden qué comprar, cuántos ejemplares de cada título adquirir y qué estrategias van mejor para cada grupo social que atienden.

Esas más de dos mil bibliotecas populares se suman a un plan de fomento al libro y la lectura que congrega a más de 2 mil librerías, más 700 editoriales, y cerca de 128 ferias anuales que se hacen en todo el país.

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