En las entrañas de Tulum se encuentra el sistema de cuevas más grande del planeta, Sac Actún, un tesoro paleontológico donde se han descubierto fósiles de fauna de hace 10 mil años antes de nuestra era, así como restos humanos anteriores a la civilización maya. En esta misma región pero a nivel de suelo, el presidente Andrés Manuel López Obrador planea construir la vía del Tren Maya y una de sus estaciones, lo que representaría un riesgo para estos sitios de alto valor biológico y patrimonio cultural.

Desde hace tres décadas, especialistas se han dado a la tarea de documentar los múltiples sistemas de cuevas que existen en la región. A la fecha se han registrado 358, que representan cerca de mil 400 kilómetros de laberintos acuáticos y conforman la mayor reserva de agua dulce en México, aunque se estima que aún hay muchas cavidades no exploradas. Para la construcción del Tren Maya será esencial conocer la ubicación exacta de estos cuerpos para evitar daños o provocar colapsos.

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“Estos acuíferos conforman uno de los almacenes de agua dulce más grandes del planeta, son de gran importancia para el ecosistema porque muchas de las raíces de los árboles se alimentan de esta agua. Además, es vital para el funcionamiento de toda la selva y para el presente y futuro de toda la península”, comenta Francisco Remolina, ex director del Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam y miembro actual del Grupo de Expertos para la Conservación de los Felinos Silvestres de México.

Arturo Bayona, responsable de estudios ambientales del Proyecto Gran Acuífero Maya, dice que si la vía se coloca en lugares donde la capa cárstica es delgada podría haber resquebrajamiento. “Los estudios de suelo son fundamentales porque se debe garantizar que la costra de roca sea lo suficientemente fuerte para, primero, aguantar el peso del tren y, luego, la vibración que provoque al pasar”.

La vibración del tren es uno de los factores que más preocupa a los expertos. “Algunos sistemas de cuevas son muy inestables, no sabemos si debajo de la vía hay una roca de dos toneladas o una que se podría desplazar fácilmente. También hay que considerar que se generará vibración durante años y que podría acelerar el proceso natural de colapsos”, afirma Emiliano Monroy Ríos, hidrogeólogo de la Northwestern University Technological Institute.

“Primera recomendación: si se va a construir algo hay que estar seguros de que el suelo es adecuado y tener en cuenta que no se debe perforar profundo. Un trazo ideal sería el que menos comprometa a las zonas cársticas, las zonas subterráneas, en función de un estudio formal que determine la porosidad, la estructura y el soporte que puede tener”, dice Guillermo de Anda, arqueólogo subacuático y líder del Proyecto Gran Acuífero Maya (GAM).

El Tren Maya contempla utilizar el tramo ferroviario ya existente que cruza por Campeche y Yucatán y sumarle la construcción de una vía de 542 kilómetros para atravesar Quintana Roo. Los especialistas señalan la necesidad de aplicar un sondeo geofísico y geohidrológico en toda la ruta y no sólo por el nuevo camino.

“Cuando se construyeron esas vías no teníamos ni idea de las estructuras subsuperficiales de la península, de su estructura geológica. ¿Cómo sabemos si ese trayecto no atraviesa por una cavidad de 200 metros de ancho o por varios cenotes?”.

Elaborar los estudios pertinentes en los mil 520 kilómetros que contempla el Tren Maya tardaría, “al menos, un año y con una resolución mínima que sólo permita saber si hay cavidades a unos cuántos metros”, apunta Mon
roy. El hidrogeólogo recuerda que para confirmar la presencia de un cenote debajo de la pirámide de Chichén Itzá, “científicos tardaron tres años en interpretar, con una mayor resolución, un área de 70x70 metros”.

¿Y el agua? Durante la exploración en cenotes y cuevas secas, los especialistas han encontrado animales que no estaban reportados en Quintana Roo como serpientes nauyaca —una de las más venenosas de América—, escolopendras y el espectáculo natural de la “Cueva de las serpientes colgantes”, único en el mundo.

“Es una región diversa y muy delicada. No dudo que nos esperen encuentros con especies acuáticas que se esconden en las profundidades, en pequeños microsistemas muy característicos, como son los remipedia. Son ecosistemas muy frágiles y cualquier cambio químico puede alterarlos y eso ya está pasando por la contaminación de agua residual que recibe el acuífero de las ciudades”, aclara Bayona.

Para el biólogo Arturo Bayona, uno de los grandes problemas que producirá el Tren Maya será la construcción de las estaciones, una está proyecta en Tulum, debido a “las aguas residuales que van a generar miles de usuarios, a dónde van a ir”. Dice que varios sitios turísticos no tienen un adecuado sistema de drenaje sanitario e infraestructura para tratamiento de aguas negras.

Emiliano Monroy explica que los sistemas de cuevas tienen la función de mantener un equilibrio hidrológico en la región. En Sac Actún y Ox Bel trasladan el agua que se filtra de la selva hacia el océano, la distribuye al mar caribe.

“Esta descarga de agua dulce hacia la costa es fundamental para la existencia de los manglares, pues mantienen un equilibrio ecológico muy importante en la costa, además de ser reguladores naturales de nutrientes también sirven como protección contra huracanes. El manglar sobrevive y gracias a eso también sobrevive el arrecife de coral, todo está acoplado a un gran sistema que debemos cuidar: selva, manglar, laguna arrecifal, arrecife coralino”, señala Monroy.

Irrumpir en la casa del jaguar. Después del Amazonas, la población de jaguar más importante del planeta vive en la península de Yucatán. Según Remolina, miembro del Grupo de Expertos para la Conservación de los Felinos Silvestres de México, el trazo de la vía pasaría por regiones donde habita una considerable población de este felino que está catalogado como especie en peligro de extinción.

Construir el Tren Maya, comenta Francisco Remolina, sería edificar una barrera física dentro de la casa del jaguar. Los animales necesitan de un rango hogareño, un área para realizar sus actividades de alimentación como cazar presas, reproducirse y cuidar de sus crías, que en el caso del jaguar “es muy amplio, se estima entre 30 y 50 kilómetros”, agrega.

“Si levantamos un ‘muro’ que restrinja al jaguar pasar de un lado hacia el otro, vamos a provocar que este animal no pueda encontrarse y reproducirse con individuos que genéticamente son un poco más alejados a ellos, les negaremos la posibilidad de tener mayor variabilidad genética de la cual ‘nutrirse’”, puntualiza.

Relata que el jaguar es un habitante que ha tenido muchos procesos de adaptación, sin embargo el tren podría colocarlo en una situación de riesgo pues sería como mantenerlo en una isla. “Irrumpir en el rango hogareño del jaguar provocaría, en un futuro, consanguinidad. Poco a poco lo podríamos orillar a que tenga menos posibilidades de sobrevivencia”, reitera Remolina.

“Si es un proyecto de beneficio social no podemos oponernos a que se haga. Pero sí estar atentos y exigir que se haga de una forma ordenada y, sobre todo, con un soporte científico, que sea asesorado por un grupo multidisciplinario. Evidentemente, cualquier obra en una zona tan sensible como Tulum hace que algunos sitios sean vulnerables, por eso se debe ser extremadamente cuidadoso”, afirma Guillermo de Anda, líder del Proyecto Gran Acuífero Maya.

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