Iván Ruiz es investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México y autor de Docufricción. Prácticas artísticas en un México convulso, un libro que analiza el trabajo de un grupo de artistas, fotógrafos, documentalistas y fotoperiodistas que no sólo dan testimonio con sus obras de la violencia de México en las últimas décadas sino que desde proyectos artísticos diferentes ofrecen lo que Ruiz llama narrativas que se desapegan del discurso oficial.

Ruiz elabora una serie de cruces —los define como montaje— que buscan seguir la pista de esas relaciones entre violencia, desigualdad y globalización en el México contemporáneo. Sin que fuera un objetivo preconcebido, consigue hacer una cartografía. En su libro figuran registros de violencia en Sinaloa, Acapulco, Ciudad Juárez y Tijuana, algunos de los lugares más marcados por la violencia en las últimas décadas.
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“Me interesaba el trabajo de algunos fotógrafos porque estaban desviándose de la manera de documentar oficial, desligándose del tremendismo, del horrorismo, y estaban produciendo otra documentación. Estaban documentando lo que ocurría en algunas ciudades, a raíz de este plan de guerra de Felipe Calderón, que no es prudente llamar guerra contra el narcotráfico porque es adherirse al discurso; un discurso de buenos y malos”, explica Ruiz en entrevista.

Para su libro eligió analizar obras del fotoperiodista Guillermo Arias; el fotógrafo Fernando Brito; la fotógrafa y documentalista Maya Goded; la fotógrafa y artista Adela Golbard; Mauricio Palos, que es documentalista freelance; Pedro Pardo, quien es fotoperiodista; Daniela Rossell, que es fotógrafa y artista contemporánea; Alejandra Sánchez, documentalista, y la fotógrafa Yvonne Venegas.

“Docufricción —escribe Iván Ruiz en este libro publicado por el IIE— “en un sentido amplio designa prácticas artísticas que emanan directa o indirectamente de territorios en disputa y zonas de guerra, donde las fronteras entre realidad e irrealidad, verosimilitud y ficción, ya se encuentran diluidas”.

El libro consta de tras capítulos: Cuerpos posados, Fotoperiodismo iconoclasta y Cenizas.
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Tema inevitable. Lo que hacen estos artistas y fotógrafos es dar nuevas lecturas a esa violencia, opina Iván Ruiz: “Debido a la situación del país, donde la violencia crece constantemente, es inevitable que no sea un tema. La relación entre arte y violencia es de larga data en la historia del arte. Lo interesante ahora es ver cómo se puede conseguir que el espectador vuelva la mirada a la violencia sin que sea el cuadro tremebundo y patético que ofrecen los sicarios”.

Los trabajos analizados son proyectos de largo aliento, que con el tiempo se han convertido en documentos, y donde sus autores lograron hacer una “deconstrucción” de los hechos. Sus obras distan del mensaje que encierra el discurso oficial, de lo que aparece en los medios y de lo que quiere mandar decir un grupo criminal.

Por ejemplo, en el caso de la fotografía de Guillermo Arias, de un cuerpo colgado en un puente vehicular en Tijuana, en 2009, su autor “elige darle a la fotografía un tratamiento marcado por la distancia”. Ruiz escribe que “en contra del impulso fotoperiodístico de cubrir la escena del crimen con instantáneas sensacionalistas malogradas, Arias construye un cuadro de una cuidadosa composición”.

Otro ejemplo es el de Fernando Brito, con su serie “Tus pasos se perdieron con el paisaje”, de cuerpos arrojados en Culiacán. El investigador de la UNAM apunta que “Brito señala una división entre una práctica fotoperiodística sensacionalista y una documentación que se distingue por sus cualidades formales y estéticas”. Esta serie ganó uno de los dos premios de adquisición de la XIV Bienal de Fotografía del Centro de la Imagen.

En el capítulo Cenizas, Iván Ruiz se detiene en un trabajo de largo aliento, el de la cineasta Alejandra Sánchez quien realizó varios filmes sobre los feminicidios en Ciudad Juárez. El primero fue Ni una más, en torno del feminicidio de Lilia Alejandra García Andrade; después siguió el largometraje Bajo Juárez. La ciudad devorando a sus hijas (codirigido con José Antonio Cordero); y finalmente Seguir viviendo, donde los hijos de Lilia Alejandra, Jade y Kaleb, tienen la voz. “Le tomó años a Alejandra Sánchez tener este método; los trabajos previos eran reclamos de justicia, ahora se enfoca en la percepción de los adolescentes, qué es sentirse abandonado después de que a tu madre la ultrajaron, la violaron; eso permite ver la violencia desde otro polo. La desaparición forzada se centra, casi siempre, en madres y padres, y se presta poca atención a hijos e hijas de mujeres violadas y asesinadas. Aquí está lo que ellos piensan, cuál es su percepción sobre la violencia y sobre este país...

El trabajo de Ruiz implicó seis años de investigación. El autor considera que Docufricción es un libro que sí presenta un Estado duro, pero que también presenta posibilidades sociales y artísticas para seguir en pie: “Los artistas están trabajando en cómo restituir un marco de representación debido a que la violencia se ha vuelto escalofriante”.

Ruiz no duda que se trata de nuevas narrativas frente a discursos de poder: “Está esa narrativa del Estado que es reproducida en medios y en una literatura que se adhiere perfectamente a ese relato de que el Estado es débil, el narcotráfico es fuerte, estos son buenos y estos son malos… y aquí no: presentan lo que es. El libro es un México vibrante —no en términos positivos— es una violencia vibrante y los artistas recogen los ecos de esa vibración y los reelaboran, deconstruyen para presentar otra imagen”.

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