El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estuvo a punto de acabar con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en la primavera de 2017, y una maniobra del por entonces asesor económico de la Casa Blanca, Gary Cohn, evitó que cumpliera su amenaza: le quitó el documento a firmar de encima de la mesa presidencial.

La anécdota se relata en el libro Fear (Miedo), escrito y reporteado por Bob Woodward, veterano periodista del Washington Post y quien junto con su colega Carl Bernstein destapó el escándalo del Watergate, que puso fin a la presidencia de Richard Nixon. Ahora, expone “la ciudad de locos” en la que se ha convertido la Casa Blanca.

Entre los primeros detalles del libro, adelantado ayer por el Post, está el asunto del TLCAN. Según se relata, Trump estaba decidido a acabar con el acuerdo comercial. “Quiero hacerlo”, exigió a Rob Porter, quien era muy cercano al presidente.

Porter incluso escribió la carta de notificación de salida del TLCAN, pero preocupado ante una posible crisis económica y geopolítica, consultó con Cohn, el asesor económico.

“Puedo pararlo. Simplemente quitaré el papel de encima de su escritorio”, habría respondido Cohn a Porter tras las consultas. Esa actuación salvaría el TLCAN, manteniendo a EU en el tratado hasta el punto que la pasada semana se llegó a un principio de acuerdo con México.

No era la primera vez que Cohn usaba esta táctica: había hecho lo mismo con un acuerdo con Corea del Sur. Según Woodward, Cohn “robó la carta del escritorio de Trump” cuando el presidente estaba apunto de firmar, sin que se diera cuenta.

Según el relato, Cohn considera a Trump un “mentiroso profesional”.

Descalificaciones. El libro de Woodward también revela la “ciudad de locos” que es la actual Casa Blanca, con insultos y descalificaciones entre el presidente y sus funcionarios.

El secretario de Defensa, James Mattis, habría corregido en más de una ocasión aseveraciones del presidente, y frenado ideas estrambóticas como la de asesinar al presidente sirio, Bashar al-Assad, tras el ataque químico a población siria de abril de 2017.

“Vamos a matarlo de una maldita vez! Hagámoslo. Metámonos ahí y matemos a toda esa maldita gente”, habría ordenado el mandatario. “No vamos a hacerlo, haremos algo más comedido”, dijo Mattis a sus allegados. En otras ocasiones, el jefe del Pentágono salía tan alarmado de las reuniones que comparaba a Trump con “un niño de primaria”.

Para el jefe de gabinete, John Kelly, la Casa Blanca es una “ciudad de locos” liderada por un “idiota” y se queja constantemente de que “es el peor trabajo que he tenido nunca”.

No es la primera vez que se filtra o publica que un alto funcionario cuestiona e insulta al presidente.

Hace meses se reportó que el ex secretario de Estado Rex Tillerson llamó a Trump un “estúpido”; hasta el momento, el hoy ex funcionario no ha desmentido la información.

Las revelaciones explosivas también dan cuenta del supuesto desprecio de Trump por su gabinete, principalmente hacia el fiscal general, Jeff Sessions, y el secretario de Comercio, el octogenario Wilbur Ross, a quien le llegó a decir que no confiaba en él.

Ayer la Casa Blanca difundió comunicados en los que intenta desacreditar el contenido del libro.

En uno de ellos, el jefe de gabinete indicó que “no era verdad” que llamara a Trump un “idiota” y consideró que las afirmaciones del libro son “basura, otro intento patético de manchar a la gente cercana al presidente Trump y distraer de los muchos éxitos de la administración”.

En otro, el secretario de Defensa señaló que “las palabras despectivas sobre el presidente que se me atribuyen en el libro de Woodward nunca fueron pronunciadas por mí” y que la idea de que él pudiera faltar al respeto al presidente es “producto de la imaginación de alguien”. Por la noche el presidente Trump tuiteó: “El ya desacreditado libro de Woodward, tantas mentiras y fuentes falsas”; descartó haber dicho a Sessions “retradado mental” o “tonto sureño”, y aseguró que el libro busca dividir.

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