El 20 de enero de 2017, el mismo día que tomaba posesión del cargo de presidente de Estados UnidosDonald Trump se inscribía en el registro oficial de la Comisión Federal Electoral de Estados Unidos (FEC) como candidato a la presidencia para las elecciones que se van a celebrar en 2020. No quería dejar ninguna duda de que desea alargar su estancia en el poder hasta el límite constitucional permitido.

Incluso ya tiene eslogan: “Keep America Great” (Mantener a EU grande), secuela de su famosísimo “Make America Great Again” y una frase que denota optimismo sobre cuánto habrá hecho una vez termine su primer mandato.

Trump ya tiene jefe de campaña, Brad Parscale, quien en 2016 fuera el gurú de la estrategia digital. Un Parscale que adelantó que la campaña para 2020 podría gastar hasta mil millones de dólares. “Ahora es un juego diferente. En 2016 duró unos cuantos meses: ahora el partido es superior a los cuatro años”, dijo Parscale a The Washington Examiner. A pesar de que el “juego es diferente”, parece que el jugador va a apostar por las mismas jugadas, en una batalla hacia el mantenimiento del Despacho Oval que ya ha empezado, a pesar de que quedan casi dos años para las elecciones.

No será nueva su estrategia de campaña, su apelación al elector, su programa para revalidar una presidencia que nadie esperaba y que llega este fin de semana exactamente a la mitad del camino.

“Nunca dos campañas son iguales o deberían serlo, pero Trump parece creer que pueden serlo”, dice a EL UNIVERSAL David Schultz, profesor de Ciencia Política de la Ham-line University. Y eso significa que probablemente el presidente volverá a centrar su mensaje electoral en los mismos temas que usó descaradamente, sin tapujos y violentamente, en 2016: inmigración y seguridad fronteriza, con el “muro” como invitado estrella.

A través del correo electrónico, el experto responde con un “sí” rotundo a la pregunta de si de ahora en adelante Trump recurrirá a los mismos temas en cuanto a frontera e inmigración. Una conclusión que se basa en pruebas actuales: no tendría sentido la batalla durísima que está liderando ahora mismo por conseguir los fondos para la barrera fronteriza, a expensas de dejar al gobierno federal sin presupuesto, si no fuera ese el objetivo de cara a la reelección.

“Está luchando fuertemente por el muro porque es lo que hizo que fuera elegido; abandonarlo sería quitar la lógica de su presidencia a gran parte de su base”, argumenta Schultz. Para Trump, el muro y la “ley y orden” en la frontera es caballo ganador, incluso a expensas de mantener el gobierno sin fondos.

“La retórica de Trump en general y con el muro y el cierre de gobierno es claramente para motivar a su base, con la creencia de que el muro sirve para motivar a sus seguidores”, dice Schultz. Seguro que es efectivo en su base incondicional, los cristianos evangélicos blancos, que estarán con él “pase lo que pase”.

Nada le importa que sea un plan que le hace “daño con los independientes y los pocos republicanos modernos que quedan”: la obsesión por mantener su base electoral nuclear, con la que ha conseguido mantener la popularidad —gracias en parte a la labor propagandística de Fox News— es suficiente para él.

“Esa estrategia le funcionó y parece que cree que le va a funcionar otra vez en 2020”, reflexiona el experto, quien sin embargo no ve que sea el plan perfecto para mantenerse en el poder. Al contrario.

Primero, explica, porque aún faltan 22 meses para las elecciones: “Es muy temprano” para motivar al electorado. Segundo, porque la decisión es contraproducente: empuja a la vez a sus opositores a ser más firmes en su antagonismo. Centrarse en el muro y la frontera es un error de cálculo, porque el contexto no es el mismo. Su rival (todavía desconocido) no será Hillary Clinton, una demócrata “muy débil”. Además, su base “es más pequeña, los demócratas están mucho más motivados, y Trump ya no es un outsider, es el presidente”.

La seguridad y la barrera fronteriza es lo último que le queda: no podrá tampoco apostar por luchar contra el statu quo (ahora forma parte de él) y le será “complicado” predicar el cambio cuando el verdadero cambio sería echarlo de la Casa Blanca.

“Trump además enfrenta la rémora de todos sus escándalos y las mujeres, especialmente en los suburbios, van a votar contra él mucho más de lo que lo hicieron en 2018”, recuerda el experto, quien alerta de que habrá que tener en cuenta que, si la economía se deteriora, él será culpable. “Si no consigue el muro, su base estará menos entusiasmada por votar por él que en 2016”, reflexiona Schultz.

Como indica, Trump, al contrario que otros presidentes, no ha elegido presentarse más hacia el centro y expandir su atractivo político; al contrario, y de ahí su radicalización con el tema del muro fronterizo y su política antiinmigrante.

En ese aspecto, no se espera que Trump cambie su discurso, especialmente contra los inmigrantes hispanos. Ya no se centrará en los mexicanos y también atacará a los centroamericanos, sin ningún tipo de diferencia (“todos son inmigrantes del sur”, dice el experto), y por tanto origen de los mayores temores que pueden afectar a Estados Unidos.

Centrarse en muro, inmigración y seguridad es, además una “distracción” que Trump necesita inocular a sus seguidores para que no vean “los signos de cómo está hiriendo a su base de otras formas”. “Dar la cara por el muro y defenderlo es una buena distracción, para que así su base omita e ignore algunas otras políticas”, explica Schultz.

Ejemplos hay muchos: desde aranceles y guerras comerciales que hieren a agricultores, hasta una reforma fiscal y de impuestos que no afecta positivamente a la clase media y baja, pasando por una reforma sanitaria que terminará perjudicando a su base.

“Trump necesita una distracción, y el muro lo es”, concluye el experto.

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