San José. – El cubano Armando Sosa Fortuny quedó en la historia de la revolución comunista de Cuba.

Con 78 años de edad y sin recuperar su libertad, Sosa falleció la noche del pasado lunes en un hospital de Cuba tras convertirse en uno de los prisioneros políticos con más tiempo encarcelado desde el triunfo en 1959 de la revolución cubana, al completar en prisiones de la isla casi 44 de los 61 años del régimen de La Habana y más de la mitad de su vida.

“Armando estaba solo en Cuba, sin familiares que lo atendieran”, informó el (no estatal) Observatorio Cubano de Derechos Humanos, con sede en Madrid. Sosa murió en la sala de penados del hospital Amalia Simoni, de la centro—oriental provincia (estado) de Camagüey, reportó.

“Nos dicen que un sobrino suyo ha sido designado para acompañar su cadáver, para lo cual la Seguridad del Estado ha facilitado el transporte. Una treta más del régimen. Alcemos la voz condenando el ensañamiento contra este cubano necesario e imprescindible para entender conceptos como coraje, amor a la patria, consagración”, agregó la agrupación anticastrista.

Sosa “debía estar en libertad condiciones hace mucho, pero el régimen decidió que muriera en prisión y allí murió. Gracias Armando por tanta energía”, añadió, al despedirle con una sugestiva frase que es famosa en las cárceles cubanas: “Date un beso”.

Ese juego de palabras es utilizado en presidio en Cuba por los privados de libertad “ante la imposibilidad del contacto físico entre ellos”, precisó el Observatorio.

El cubano Víctor Fortuny, primo hermano de Armando Sosa, dijo a 14ymedio, un periódico digital de la disidencia y de la oposición cubana que funciona en la ilegalidad en la isla, que el cuerpo de su pariente fue trasladado de Camagüey a una morgue de La Habana y que las autoridades de Cuba le confirmaron que su familiar pereció anteanoche.

14ymedio recordó que Sosa salió de Cuba clandestinamente con 18 años hacia Estados Unidos y que retornó en octubre de 1960 para desembarcar en la isla con un grupo armado para tratar de derrocar a la revolución, pero la operación fracasó y uno de los invasores murió en combate y 10 fueron fusilados.

Sosa permaneció preso en los siguientes 18 años y en 1978 salió de la isla, pero regresó en 1994 en otra operación militar anticastrista para crear un frente armado en contra del régimen cubano.

No obstante, y luego de incursionar a suelo cubano, se registró un enfrentamiento a balazos en la central provincia de Villa Clara en el que pereció un jerarca del Partido Comunista de Cuba (PCC), que es el único legal en la isla, por lo que Sosa cayó preso para ser enjuiciado y condenado a muerte. La pena capital fue modificada en 2010 y sentenciado a 30 años de prisión.

Parte de la condena la purgó en el penal de La Empresita, en Camagüey. Según los datos disponibles, la salud de Sosa se complicó a inicios de este mes y debió ser ingresado al centro de salud en el que expiró.

“La libertad de Sosa Fortuny fue solicitada por varias instancias no gubernamentales dentro y fuera de Cuba teniendo en cuenta la precaria salud del anciano y sus largos años en prisión. Sin embargo, el Estado no lo incluyó en los últimos indultos aprobados”, subrayó 14ymedio, diario dirigido por la galardonada periodista disidente Yoani Sánchez.

Negación. El régimen cubano niega reiteradamente que en Cuba haya prisioneros políticos o de conciencia y aduce que lo que existen son mercenarios encarcelados por estar al servicio de Estados Unidos para desplegar actos contrarrevolucionarios.

Activistas de derechos humanos de la disidencia dentro de Cuba aseguraron que en ese hay aproximadamente un centenar de presos de conciencia.

Amnistía Internacional (AI), la organización mundial independiente de defensa de los derechos humanos y con sede en Londres, denunció en un reporte del pasado 26 de agosto que “la existencia de presos y presas de conciencia en Cuba continúa siendo un claro indicador de cómo las autoridades cubanas siguen restringiendo los derechos fundamentales a la libertad de expresión y reunión pacífica, ha manifestado hoy Amnistía Internacional”.

“Durante décadas, Cuba ha reprimido la libertad de expresión y reunión encarcelando a la gente por sus creencias y su oposición al gobierno. Los nombres de los presos y presas de conciencia de Cuba han ido cambiando con los años, pero las tácticas del Estado siguen siendo prácticamente las mismas”, afirmó la mexicana Érika Guevara Rosas, directora para las Américas de AI.

En un recuento de 2017 y 2018 sobre la situación cubana, AI reseñó que “la detención arbitraria, los despidos discriminatorios de empleados y empleadas estatales y el hostigamiento de trabajadores y trabajadoras por cuenta propia seguían empleándose para silenciar las críticas”.

“La censura persistente tanto en internet como fuera de la red debilitaba los avances en materia de educación. Cuba continuaba básicamente cerrada para los mecanismos independientes de observación de los derechos humanos”, lamentó.

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