Una llamada telefónica interrumpe la entrevista. Lorenzo Córdova, consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, contesta. Su interlocutor es Andrés Manuel López Obrador, virtual presidente electo.

Como con los otros contendientes por la Presidencia de la República, Córdova habla con López Obrador, quien le reconoce el trabajo del INE en los comicios del 1 de julio.

Ambos quedan de verse en fecha próxima, como parte de la relación institucional del próximo gobierno.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Córdova hace un balance de la histórica elección y afirma que los teóricos del fraude se quedaron sin materia.

Dice que fueron comicios positivos y con ello el instituto recupera parte de su credibilidad. Afirma que la elección cierra un ciclo en la vida electoral en México y se abre otro, en el que destaca la madurez de la democracia.

Luego de la elección, acepta, algunas reformas podrían perfilarse a simplificar lo que realiza el INE, como quitarle la facultad del monitoreo de radio y televisión; que las medidas cautelares estén en la Sala Especializada del Tribunal Electoral y compaginar las tareas de fiscalización con el Sistema Nacional Anticorrupción.

Opina que todas las ideologías en el mundo tienen que redefinirse, incluida la izquierda.

¿Qué evaluación hace a poco más de una semana de que se llevaron a cabo estos comicios?

—Es un balance positivo en toda la línea, creo que la mejor manera de juzgar el éxito o no de una elección es el día después y lo que tenemos es un contexto de paz pública, a pesar de la intensidad de las campañas electorales, de la enorme disputa por el poder político que hay, inédita, [pues] nunca tantos cargos se habían disputado en las urnas en un mismo momento, en una misma elección.

Las señales que se están mandando como sociedad, que le estamos mandando al mundo, son señales muy positivas, creo que además el balance de una elección tan compleja —luego de que la jornada electoral pudo realizarse sin mayores sobresaltos— es que el trabajo organizativo fue el adecuado. Pusimos a prueba como nunca antes las reglas, la institucionalidad de una elección de dimensiones nunca antes vistas.

Luego está la otra parte, la otra gran lección para todos, que es el comportamiento de los actores políticos. Siempre habíamos señalado que era indispensable estar a la altura de la ciudadanía, me refiero a los actores políticos, y actuar con mucha responsabilidad en esos momentos.

Creo que eso, todo en su conjunto —por supuesto sumo aquí la participación de la ciudadanía— es absolutamente destacable. Apuntaría que estas elecciones son, pueden constituir, una muy importante vuelta de tuerca en el proceso de consolidación de nuestra democracia.

Porque, por un lado, los teóricos del fraude se quedaron sin materia y lo que hoy tenemos es la reivindicación de que en México, lo decía ayer [domingo] al cierre del Consejo [General], de la sesión de cómputos, que en México se probó una vez más y de manera consistente, irrefutable desde mi punto de vista, que las condiciones democráticas de nuestro sistema electoral estaban dadas, si no lo hubieran estado no hubiéramos podido tener una fiesta cívica como la que tuvimos el domingo 1 de julio.

¿Fallaron los que querían ver al INE derrotado, que fracasara, los que auguraban un fraude?

—Pues no sé si había quienes auguraban eso o los que deseaban eso, creo que nadie que tenga un mínimo de convicción y de compromiso democrático puede apostarle al fracaso de las instituciones electorales, porque significaría apostarle al fracaso de la única vía que ha encontrado la civilización para poder procesar las diferencias políticas de manera pacífica, la disputa por el poder de manera pacífica que es la democracia y que es la ruta electoral.

Creo que, finalmente, lo único que acabó ocurriendo es que las autoridades electorales demostraron que están a la altura de los desafíos de elecciones tan complejas como las que tuvimos.

La paradoja es que, si atiendes a los resultados del Latinobarómetro del año pasado, 2017, 70% de la población estaba convencida de que las elecciones en México no eran limpias, una paradoja que no se ve en ningún otro lado del mundo.

Nosotros siempre consideramos que esta era una elección en la que teníamos una ventana de oportunidad para tratar de revertir esa percepción y de incrementar la confianza en el sistema electoral.

Porque tenemos un sistema electoral que ha sido construido precisamente para combatir la desconfianza, pero, sobre todo, para impedir los fraudes.

Pero sí hubo sectores que tenían esa sombra de dudas, se quedaron esperando que se les ‘cayera el sistema’...

—La crítica desde la sociedad siempre es bienvenida, sobre todo cuando se trata de una crítica que tiene como propósito generar contextos de exigencia y, consecuentemente, de mejora en la actuación de las propias autoridades y soy el primero en decirlo, creo que es una jornada exitosa, pero que nos deja muchas enseñanzas para robustecer la organización electoral.

¿La falta de esta crítica sistemática y masiva, no tiene que ver con el triunfador? Porque él [López Obrador] es el que había sido más crítico en elecciones pasadas...

—Mira, yo puedo reconstruir actitudes que desde mi punto de vista no son necesariamente ni las más democráticas ni las más responsables de todos los actores políticos. El monopolio de la acusación del fraude no es exclusivo de un [actor político], no hay un monopolio pues para decir las dos palabras, no es exclusivo de un contendiente o de un jugador.

Todos en su momento acusaron, digamos, irregularidades en distintas elecciones; han demandado nulidad de elecciones ante tribunales y digamos que todos, en esta elección, tuvieron una altitud de miras muy importante.

Hay un ganador claro, hay uno de los contendientes que se vio favorecido de manera muy importante por la votación, sin lugar a dudas, pero creo que como en democracia nadie gana todo y nadie pierde todo, en esta elección, creo que [se dio] una muestra de civilidad de los propios actores políticos, de todos en su conjunto, ¿no? Es algo que hay que celebrar.

¿Esperaba un domingo de elecciones tan terso?

—Bueno, no fue tan terso, estábamos listos para cualquier escenario, de hecho creo que fue un domingo en el que, digamos, la preparación resultó exitosa. Déjame plantearlo así: contaba, justo a ustedes en mi primera entrevista previa en EL UNIVERSAL, que la preparación por parte del INE en este proceso electoral comenzó hace tres años, justo cuando terminó la elección de 2015.

¿Qué espera para lo que viene? ¿Se sienta un parteaguas para la democracia en México en cuanto a los procesos electorales?

—Creo que sí, creo que lo que ocurrió el 1 de julio definitivamente cierra un ciclo y abre otro que no está exento de problemas ni de desafíos.

Hablando de que seguramente hubo mucha preocupación, desvelo, sobre todo por el futuro que le va a dejar a su familia, a sus hijos, y con los antecedentes críticos de un padre de izquierda, incluso seguidor de López Obrador. ¿Se reconcilió de cierta manera con ese sector que lo tenía vetado?

—Habría que preguntarle a ese sector. Como árbitro he procurado comportarme sin filias ni fobias con nadie, creo que la riqueza del sistema democrático es la coexistencia pacífica de su pluralismo y creo que México es un país profundamente plural.

Como funcionario electoral, más allá de mis propias convicciones nunca he negado ser un hombre de izquierda, así me formé desde el seno familiar, así me formé con mis estudios.

¿Recupera el INE credibilidad en este proceso?

—Digamos que sí. Mi impresión es que sí, pero vuelvo a insistir: la credibilidad es algo que se construye y nace desde abajo, no es algo que cae desde lo alto.

¿A qué le tenía más miedo Córdova para la elección del 1 de julio?

— Pues mira, miedo no tenía...

Temor, se planteaban algunos escenarios catastróficos...

—Creo que el INE se preparó para todos los escenarios, probablemente a los que más tiempo le dedicamos son los que no se presentaron. Por ejemplo, el escenario de la violencia se trabajó muchísimo con las instancias de seguridad y, la verdad, la jornada del domingo 1 de julio fue ejemplar, salvo algunos conatos en el caso de Puebla, realmente muy ubicados y muy circunscritos. En términos generales, el trabajo que se había venido haciendo con las instancias de seguridad [eran por un posible escenario adverso].

¿Qué experiencia le dejan los candidatos independientes? ¿Hay que cambiarlos?

—Las candidaturas independientes llegaron para quedarse, son una figura que viene, complementaria al sistema de partidos, que viene a reabastecer los cauces mediante los cuales los ciudadanos pueden acceder al poder. Creo, sin embargo, que es una figura que a lo largo de estos años se desacralizó. Déjame decirlo de esta manera, y no es algo malo: la figura de los candidatos independientes nació bajo una premisa, que no necesariamente es cierta, de que todo lo que tiene que ver con los partidos y con los políticos es malo. Que todo lo que tiene que ver con los ciudadanos es bueno, olvidando, pasando por alto el hecho de que todo ciudadano que hace política, sea dentro de un partido, sea a través de causas como las candidaturas independientes, en buen castellano, es un político y no tiene nada de malo eso.

No hay que borrar del mapa las candidaturas independientes, creo que sería un grave error, pero sí para asumir que hay buenos y malos políticos dentro de los partidos, como buenos y malos [hay] actuando por la vía independiente. Por otro lado, me da la impresión de que la experiencia que nos dejan las candidaturas independientes nos revela que un candidato independiente también tiene que irse construyendo para tener posibilidades de éxito, una trayectoria política.

Una candidatura independiente también se construye, no es producto, digámoslo así, no es para los espontáneos nada más.

Creo que hay que replantearnos y repensar si los requisitos que se están planteando, poniendo en la ley, son excesivos o no.

¿Qué corte de caja hace de los debates? Algunos no gustaron...

—Hay que ver los debates presidenciales de 2018 como un conjunto. Creo que, claro que es pertinente y se vale el análisis de cada uno y los puntos de comparación de los debates entre sí, pero ya ganamos con lo siguiente: nadie se atreve a comparar cualquiera de los tres debates con los que habíamos tenido antes. Ahora, los tres debates se pensaron como un todo, cada uno de los debates fue un espacio, digámoslo así, para experimentar e innovar y romper con las inercias muy lamentables de acartonamiento, de falta de interacción entre los candidatos que veníamos arrastrando de ejercicios previos.

Cada debate tuvo su modalidad. Así se pensó a priori. Lo de los debates no fue algo que se nos haya ocurrido en los últimos meses. La verdad estoy muy satisfecho de los tres debates, son ejercicios que sin duda se pueden mejorar.

Usted hablaba de su formación de izquierda. Con el resultado final, ¿usted está satisfecho viendo la orientación del ganador?

—Mira, te lo diría así: creo que como árbitro, como ciudadano, gané igual que ganamos todos. Es decir, no es una cuestión de posiciones ideológicas o no, estoy satisfecho y habría estado satisfecho cualquiera que hubiera sido el resultado. Como consejero electoral me consideré satisfecho en 2012, como ciudadano y como consejero presidente me considero satisfecho en 2018.

Como consejero presidente estaba satisfecho en 2015. La democracia no es una cuestión de ideologías, no es una posición de posiciones políticas y sí, soy un hombre de izquierda, lo he sido siempre y mal haría en negar de ello, porque sería faltar a la verdad y a la honestidad intelectual que siempre ha orientado mi trabajo, pero antes que un hombre de izquierda, un hombre de centro, un hombre de derecha, soy un demócrata convencido y creo que la democracia es la única forma que ha inventado la humanidad para el pluralismo político.

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