Del homicidio de María Fernanda hay testigos que no han querido declarar.

A diferencia de otros feminicidios donde las mujeres son encontradas en lugares despoblados, el cuerpo de la joven de 17 años fue hallado sobre un andador de la Unidad C.T.M. Risco, Manzana 3, en la alcaldía Gustavo A. Madero, a cinco minutos de la casa de su papá, con quien Fernanda pasaba los fines de semana.

Los que no temen hablar, afirman que la madrugada del domingo 26 de agosto de 2018, en la vivienda superior de la casa dúplex —frente a donde fue hallado su cuerpo—, había una reunión, pero que cuando escucharon gritos la gente no quiso salir. Ahora tampoco quieren declarar por miedo.

Antes de ser encontrada, el 25 de agosto, Fer salió a la tienda alrededor de las 11 de la noche. Una hora después, al ver que no regresaba, su familia se preocupó. Cuando respondía el teléfono, Fernanda les decía que estaba con unos amigos. De hecho, la última vez que contestó fue a las dos de la mañana, cuando dijo que iba de regreso. Después no se supo más. 

El presunto responsable de su muerte es Mario “N”, de 27 años. Es incierto cómo lo conoció. Presumen que la contactó por Facebook y que mantenían conversaciones por Messenger.

Sus padres afirman que la joven estudiante de tercer semestre de la carrera de Criminalista, no tenía amigos en esa colonia porque ella vivía con su mamá en Ecatepec, en la colonia Guadalupe Victoria.

“Era una niña muy seria, muy atípica para su edad; no solía salir a fiestas”, comenta Claudia, madre de Fernanda.

Pero esa noche, creen que Mario Alberto “la enganchó” para invitarla a casa de sus amigos que viven en esa misma colonia.

Hay testigos que señalan que antes de que la hallaran muerta, Fernanda y Mario estuvieron en una reunión hasta las tres de la mañana. Cuando Fernanda le dijo que se iba, Mario se ofreció a acompañarla a su casa. El hombre regresó 40 minutos después a la reunión a recoger sus cosas; iba, dicen, “agitado, despeinado y sudoroso”.

Mario traía, además, el celular de Fernanda que, el tiempo que siguió en la reunión, sonaba por las llamadas que su familia hacía al buscarla. Cuando los amigos de Mario preguntaron por qué lo traía él, les contestó: “Es que ella me lo dio y se echó a correr”.

Fernanda quedó tirada en un andador desfigurada e irreconocible. Falleció camino al hospital de una lesión craneoencefálica. “La lesión era grande, pero tenía golpes en mandíbula, cara, ojos, nariz, un golpe como si hubiera sido azotada en la pared. Fue brutalmente golpeada. Por eso no creemos que una sola persona pudo haber hecho eso”, comenta su familia.

Dos meses después, el 11 de octubre, Mario “N”, el presunto feminicida fue aprehendido y permanece en el Reclusorio Norte en proceso de ser juzgado. Las pruebas indican que el cuerpo de la joven fue encontrado a menos de un minuto de la casa de éste hombre, quien además cuenta con antecedentes de violencia intrafamiliar.

En la carpeta de investigación se menciona que él tenía el teléfono de Fernanda y que fue él quien asesinó a la víctima, aunque la familia insiste en que por la brutalidad con la que fue cometido el feminicidio, este hombre no pudo actuar solo.

“Mi hija tenía mucha fuerza. Fernanda tiene 26 medallas de taekwondo. Competía contra hombres que eran más altos que ella. Yo estoy segura de que este hombre no la mató solo, pero ninguna línea de investigación maneja un cómplice”, comenta Claudia.

Aunado a eso, se suma la serie de inconsistencias que ha tenido la investigación en manos del MP GAM-6 ya que fue la familia quien recogió en el hospital la ropa de Fernanda, evidencia que tardó en ser tomada en cuenta y, de la que tienen, no se ha obtenido ningún resultado.

El presunto feminicida continúa en proceso y se dice que su familia está amenazando a aquellos testigos que se han animado a hablar. Sin embargo, aunque ha habido dos audiencias, el imputado se ha negado a declarar.

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