Ana Ignacia Rodríguez le gusta que le digan La Nacha. A sus 72 años es la última sobreviviente de las cuatro líderes mujeres que estuvieron encarceladas durante dos años, tras participar en la Plaza de las Tres Culturas ese 2 de octubre de 1968.

Con la firme convicción de que continuará siendoactivista hasta el final de sus días, reivindica en entrevista con EL UNIVERSAL la participación de las mujeres en el movimiento estudiantil de ese año.

Asegura que la historia de ese tiempo ha sido contada sólo desde la visión de los varones y no se ha escrito lo suficiente ni se le ha dado el peso necesario a la participación femenina, sin la cual nada habría sido posible.

Dice que lo que vio ese día, acompañada de Roberta Avendaño Martínez, La Tita, quien fue su amiga y compañera de celda en el penal de Santa Martha Acatitla, fue muy fuerte. “Nos logramos escapar; sin embargo, lo que vimos no se nos escapa de los ojos nunca”.

A 50 años de los sucesos en Tlatelolco, asegura que ni ella ni nadie tienen claro qué fue lo que ocurrió esa tarde “ni va a quedar claro: me voy a morir y no creo saber”, sostiene. La Nacha aspira a que haya justicia, a terminar con la impunidad que ha habido en ese y otros sucesos en el país, como el caso de Ayotzinapa. Afirma que “no perdoné ni perdono” a los responsables de la masacre de estudiantes.

Estuviste en el movimiento estudiantil de 1968, fuiste brigadista de la Facultad de Derecho, ¿qué se hacía en las brigadas?

—Se conformaban por hombres y mujeres y nos concentrábamos en tener los fondos y material suficiente para ir a hacer nuestro trabajo que consistía en ir a las fábricas, parques, empresas y a diferentes lugares.

Era jefa de Finanzas del Comité de Lucha de la Facultad de Derecho; recabábamos los fondos.

El pueblo nos apoyó, siempre nos ayudó, tanto en el boteo, dándonos dinero para continuar con la propaganda, inclusive con comida para las guardias y las brigadas.

¿Qué significa este 50 aniversario del movimiento estudiantil?

—A nivel físico, muchas cosas, soy una persona que tiene 72 años, que se pueden decir fácil, pero que son difíciles por las enfermedades propias de la edad, de la lucha y del tiempo; sin embargo, positiva, significa mucho porque durante el movimiento estudiantil posterior, la historia del 68 la narraron los hombres, inclusive ellos mismos no hablaban de nosotras. Había 200 hombres detenidos en Lecumberri y en Santa Martha Acatitla había otras mujeres, muy pocas.

Cuatro estuvieron bajo arresto por el movimiento estudiantil, hubo otras, pero por unos días.

Presas los dos años estuvimos las cuatro estudiantes de Derecho: Amada Velasco, Adela Salazar de Castillejos, Roberta Avendaño Martínez, La Tita, y Ana Ignacia Rodríguez , La Nacha, quien soy yo.

¿Porque decimos los alias? porque en lo particular soy La Nacha, me gusta que me digan así y creo que La Tita también si viviera, ¿por qué? porque ellos nos criminalizaron con eso, entonces nos pone el alias, La Nacha y La Tita, ¿por qué?, nos acusan de ocho delitos comunes.

¿De qué te acusaron?

—En el ámbito común de robo, homicidio, lesiones, no recuerdo más, pero en el federal de ataques a las vías generales de comunicación, sedición e incitación a la rebelión.

¿Cómo fue la participación de las mujeres?

—Fue muy fuerte, había mucha mujer participando, pero no se ha hablado: de parte de las mujeres ha habido mucho silencio en torno a su participación en el movimiento.

Muchas se quedaron calladas por todo lo que les tocó vivir, porque el 2 de octubre te mataron a tu hijo y tú vas a reclamar el cadáver y te dicen: ‘Te lo entrego, siempre y cuando digas que murió de muerte natural y si no lo dices, tiene otros hijos y también van a sufrir las consecuencias’.

¿Ha faltado reconocer a las mujeres que estuvieron presas?

—Hablo por las mujeres que se fueron y no tienen voz para hablar, pero padecieron la prisión igual que yo.

Siento que le ha hecho falta a la Universidad reconocer plenamente a las presas mujeres universitarias.

Hubo mucha participación femenina de la Universidad, del Poli, de Chapingo pero de las que padecimos la prisión, no. El rector Javier Barros Sierra apoyó hasta donde pudo, no fue mucho, pero estando en prisión nos mandaron una carta firmada por él que decía: “No puedo liberarlas, no puedo hacer esta estancia mejor, pero les proporcionamos estos pequeños detalles para que vivan un poco mejor”. Fue un restirador, una televisión y un radio y nos lo jugamos a volados. La Tita se quedó con la televisión y yo con el radio.

¿El país le ha dado suficiente reconocimiento a las mujeres que participaron en el movimiento?

—No, ni a las mujeres del 68 ni a las actuales, ¿tú crees que se le reconozca su participación actualmente? ¿Cómo se les reconoce? Matándolas por cualquier cosa, ya no nada más por asuntos políticos. No se nos ha reconocido, pero está en nosotras. Veo con bastante orgullo que hay muchas mujeres que están uniéndose y se han empoderado para luchar por sus derechos y que esto termine.

Estuviste el 2 de octubre en Tlatelolco, ¿sabes qué pasó ese día?

—Han pasado 50 años y todavía no tenemos claro lo que pasó ni cuántos muertos hubo. Ni va a quedar claro: me voy a morir y no creo saber. No te sé decir cuántos murieron, pero con uno que haya sido, es un crimen. No tuvieron por qué matar.

Cuando en la fiscalía estábamos [Luis] Echeverría y yo frente a frente, él se me quedaba viendo de una forma horrible porque así ve él, yo me decía: ‘Este hombre está pensando: ‘¿Por qué no me los eché a todos? No me estarían enjuiciando ahorita’’.

¿Cómo viviste esa tarde en la Plaza de las Tres Culturas?

—Con La Tita y sí fue muy fuerte, nos logramos escapar, pero lo que vimos no se nos escapa de los ojos nunca, a 50 años y a 100, ¿a ti se te escaparía ver cómo matan a los jóvenes, a los niños y a los ancianos inocentes?

Mi madre decía: “Estos barrotes no van a terminar contigo”, y creo que tenía razón; no obstante, de que me puede, me puede porque ahora tengo hijas y nietos. Yo no quiero que en México vuelva a pasar algo parecido.

Han pasado muchas cosas en estos 50 años: matanzas y desapariciones. Además, hemos vivido en un clima de impunidad y por eso seguimos conformados como comité.

Dicen que a 50 años deberíamos dejar de descansar al asesino mayor y la verdad es que no se nos ha hecho justicia en 50 años, ha habido un clima de impunidad tremendo, no nada más lo del 2 de octubre, se han venido más matanzas, más violencia y no se ha hecho justicia en el país.

Cuando mencionas al “asesino mayor”, ¿a quién te refieres?

—El culpable ha sido reconocido como [Gustavo] Díaz Ordaz, él ya murió. Tuvo que dar la orden, pero hubo una persona que tuvo que implementarla, que era el secretario de Gobernación en ese momento, ya conocemos su nombre, ¿quieres que lo repita? Lo repito: Luis Echeverría.

¿Te arrepientes de tu participación en el movimiento?

—No me arrepiento, vivo orgullosa de ello, pero sí fue muy duro.

¿Qué le dirías a Echeverría?

—Le faltó el valor suficiente para decirle a Díaz Ordaz : ‘No hago esto porque no tengo que hacerlo, porque no quiero matar a gente inocente’. Él pudo decir “no” y ahorita no estaría en el juicio de la historia. Le faltaron, ¿cómo lo digo? ¿huevos? Debió ser bien difícil, me imagino que estando ahí qué le dices a tu jefe, el mero, mero... pero hay gente que dice “no”, a pesar de todo.

No le deseo el mal, nada más quiero justicia y no es dinero. No. Justicia para que los jóvenes de las generaciones que vienen no padezcan lo que a nuestra generación le tocó.

“Falta mucho por descubrir”

Luis Echeverría todavía está vivo, ¿pedirías que regrese a prisión domiciliaria?

—Sí. Fingen demencia, pero saben que ahí está. En los archivos de Echeverría en su casa hay muchísimo, yo creo que están todos los rollos que se filmaron previo al 2 de octubre. Creo que hay mucho por descubrir todavía. Qué lástima, a 50 años hay compañeros que fueron líderes que dicen que para ellos no es necesario el castigo. No estoy de acuerdo, pienso que quiero justicia por lo que me corresponde y a mis compañeros que se fueron.

¿Cuál es tu opinión de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado?

—Mucha gente no la ha querido. Para mí, se logró algo que es la detención de Echeverría. A su participación en torno a lo del 2 de octubre de ese año le faltó, pero hicieron lo que pudieron.

¿Cómo fue el encuentro con Echeverría en la fiscalía?

—En ese momento llegó saludando como si nada: “Hola” y ya. Hubo compañeros que sí le dieron la mano. Yo le dije: “No saludo manos asesinas”. Nunca le saludé ni pienso hacerlo. No perdoné ni perdono. Fue muy duro para todos.

¿Fueron ingenuos al pensar que podía conseguirse justicia?

—Ingenuos, no. Sabíamos que no se iba a hacer mucho, porque eran autoridades y no se iban a juzgar a ellos mismos, pero por lo menos se abrió una puerta para poder hacer algo, para ver si se lograba algo de lo que estábamos pidiendo.

No conozco un país en el que hayan enjuiciado a su ex presidente y lo hayan tenido preso dos años en su casa. Ahora ya hay mucho de eso; sin embargo, antes, en ese tiempo cuando se creó la fiscalía, no. Fue un mérito que se le desconoce al Comité 68 el que este señor haya sido detenido.

¿Para usted qué sería justicia en este caso?

—Que se reconozca la culpabilidad de los asesinos, se les castigue y si no se puede porque ya están muertos o ya no pueden padecer prisión, que se les dé prisión domiciliaria. Que se les quiten sus prebendas porque ellos han seguido recibiendo sus pensiones y el pueblo las paga: ¿cómo es posible que el pueblo pague pensiones de delincuentes?. Nosotros a veces no tenemos ni para trasladarnos de un lugar a otro, recibo una pensión mísera y vivo al día, pero muy dignamente.

“Primero es la justicia”

¿Qué piensas de la reparación del daño?

—¿Cómo me lo van a reparar? Yo no la pido porque no sé en cuánto valuar en un costo mis minutos de vida. Hay gente que dice: por una mano tanto y por un brazo tanto. Yo no manejo eso. Para el comité primero es justicia y después reparación, no se puede al revés: los culpables ahí están y además sabemos quiénes son. Todo el mundo lo sabe. A como está el país siento que es muy difícil que me toque verlo, pero sí aspiro a que mi país tenga justicia y que pare la impunidad.

¿Qué mensaje les darías a los jóvenes del país?

—Que no desmayen, que no se derroten, que la vida no es nada fácil y que se vean en el ejemplo de las mujeres y hombres que participamos hace 50 años: que éramos jóvenes y a pesar de recibir golpes y prisión, continuamos. No se vayan del lado contrario, como muchos lo han hecho: al gobierno.

Pedirles que confíen en sí mismos, que estudien, que no se vayan por el lado fácil de la vida.

Búsquenle, aunque les cueste trabajo, sepan que con dignidad pueden hacerlo y pueden hablar sin tener que agachar la vista y sin mentir en la vida. Sé que es muy duro luchar en contra de eso; no obstante, si tienes principios y quieres el bien para tu país, tienes que ser fuerte.

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