En la Ciudad de México se continúa con el combate de la obesidad infantil; ahora los doctores atienden casos de bebés con exceso de peso. En el Hospital Pediátrico de Iztapalapa, perteneciente a la Secretaría de Salud capitalina, se recibió un paciente de cuatro meses de edad que pesaba 11 kilos, el doble de lo recomendado.

“Anteriormente sólo me enviaban pacientes a partir de los dos años y hasta que cumplían 18 años, pero ahora tenemos problemas desde que los niños nacen con exceso de peso o que tienen desnutrición en el útero y es un factor de riesgo para desarrollar obesidad en etapas posteriores”, explica, en entrevista con el UNIVERSAL, Laura Mejía, directora del programa contra el sobrepeso de la dependencia capitalina.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición ENSANUT 2016, en México, tres de cada 10 menores de 11 años, y casi cuatro de cada 10 adolescentes tienen problemas de obesidad y sobrepeso.

En la Ciudad de México, específicamente, 32.9% fueron diagnosticados con alguna de estas enfermedades: 17% con obesidad y 15.9% con sobrepeso. Este porcentaje disminuyó respecto al de 2012 que arrojó 38.3%.

En la clínica de Iztapalapa se tienen actualmente 780 pacientes diagnosticados; la mayoría de ellos son niños varones, pero en un porcentaje apenas mayor que los casos de las niñas y adolescentes. La paciente con mayor peso en tratamiento registró 129 kilos a los 12 años, tres años después, la joven redujo 44 kilos, por lo que sigue en chequeo médico y con dieta.

Ella, al igual que todos los menores de edad de este hospital que son referidos desde consultorios médicos privados, centros de salud o del servicio de urgencias, son entrevistados junto con sus familiares para diagnosticarlos y explicarles el tratamiento que seguirán a partir de ese momento.

“El programa incluye la atención médica para hacer el diagnóstico tanto del estado nutricional como de las complicaciones, de ahí ellos reciben apoyo sicológico porque muchos de nuestros pacientes tienen ansiedad, algunos con depresión y otros son víctimas de bullying”, dice.

Sin embargo, el inicio de la dieta no es fácil. Los pacientes se sienten confundidos y atacados por los cambios de hábitos alimenticios, por lo que el tratamiento se acompaña de pláticas con sicólogos. Esa es la parte más complicada del trabajo de los médicos y enfermeras del hospital, pues los niños rigen su dieta por educación o hábitos de su familia.

“La parte de nuestro trabajo no sólo es tratar a un niño y niña obesos, es tratar a la familia de obesos. Generalmente el paciente no es el único que padece la enfermedad, sino varios integrantes de la familia, por lo que hay que corregir desde los horarios de alimentación, el contenido de la dieta y enseñarles que la alimentación es un proceso necesario para el cuerpo, pero que no tiene que ver con llenarse. La gente piensa que tenemos que alimentar a los menores para llenarlos y no es así, tenemos que nutrirlos y cubrir las necesidades de acuerdo a la etapa biológica”, comenta la directora.

La mayoría de los casos de enfermedades relacionadas al peso que se atienden en esta clínica demuestran que la dieta que siguen los menores no es la adecuada: “Aunque hay obesidad que tiene que ver con alteraciones en la producción de hormonas o genéticas, son un porcentaje menor. La mayor parte de los pacientes que atiendo, más del 95% son por exceso de nutrientes”.

Sobre los bebés con exceso de peso, Mejía Pérez explicó que existen casos de personas que alimentan a sus hijos con leche de fórmula cada vez que lloran, lo que incrementa la ingesta de alimento y de peso en los menores.

Por otro lado, los niños y niñas “de acuerdo a nuestras encuestas, consumen mucha bebida endulzada y frituras como snacks. También suma el hábito que se tiene de premiarlos con comida rápida. A veces las mamás piensan que un jugo por ser de origen natural no hace daño sin pensar en la cantidad que es inadecuada”, explica.

Cada paciente que inicia un régimen de alimentación guiado por el personal de esta clínica vive un proceso distinto, lo que cambia no sólo es el tipo de dieta, sino también el tiempo que requiere el tratamiento. Hay registro de niños que han concluido sus chequeos a los seis meses, porque ellos y sus familiares están comprometidos con la salud; sin embargo, hay casos de menores que dejan los procesos.

“La entrevista con el paciente tiene que ser motivacional, decirle que tenemos un problema y sí se puede corregir. Todo lo que tienes es curable porque la etapa que nos toca a pediatría, incluso con complicaciones, son reversibles mejorando la alimentación y la actividad física. Pero debemos convencer al paciente que las complicaciones en el tratamiento pueden ser irreversibles”.

Pero no sólo es la dieta balanceada la que mejora el estilo de vida de los niños y niñas, también lo es el deporte, que de acuerdo con la titular debe realizarse desde los primeros meses de vida con actividades físicas sencillas. En ese sentido, siempre recomienda a los padres de familia que antes de inscribir a sus hijos a algún deporte les pregunten cuál es su preferido o en cuál se sienten más cómodos.

Al respecto, la ENSANUT 2016 detalla que solo 17.2% de la población entre los 10 y 14 años de edad realiza al menos 60 minutos de actividad física moderada-vigorosa los siete días de la semana. De esta población, los niños, con un 21.8% son más activos. Los menores de entre 15 y 19 años reportaron hacer al menos 420 minutos por semana de actividad moderada-vigorosa, lo que representa un 60.5%.

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