La energía que liberaron los sismos ocurridos el 7 y 19 de septiembre de 2017 fue tan grande que han provocado 21 sismos con epicentro en la capital del país, de esa fecha al 13 de febrero, 12 han ocurrido en las delegaciones Tlalpan y Coyoacán. También el Estado de México ha registrado ocho eventos similares.

De acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional (SMN), lo anterior es una situación normal pues se trata de acomodamientos de tierra que se presenten después de un gran movimiento telúrico, que en esta ocasión generó graves daños.

El 7 de septiembre un sismo de intensidad 8.2 con epicentro en el Golfo de Tehuantepec, Chiapas, llegó a la metrópoli minutos antes de la medianoche y a raíz de ellos se intensificó la actividad en la zona centro del país, pues el sismológico reportó en ese mes 11 temblores con epicentro en la Ciudad de México; el 9 de septiembre en la delegación Tlalpan se originó un sismo de intensidad 2.6 y al día siguiente otro movimiento telúrico de 3.7, justo en Ciudad Universitaria en la delegación Coyoacán.
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Diez días después hubo cuatro temblores más en la capital que no sobrepasaron la intensidad 1.7, tres de ellos en la delegación Tlalpan: el primero a las 00:14 horas, el segundo a las 00:25, el tercero a las 3:03 en Cuajimalpa y a las 4:42 nuevamente en Tlalpan.

Los sismos en el Valle de México son un fenómeno normal por las fallas tectónicas que existen en la corteza terrestre, aseguró el doctor Luis Quintanar del SMN, quien según sus estadísticas desde principios de enero hasta el 7 de septiembre de 2017 hubo 14 temblores en la capital; sin embargo, en los últimos cuatro meses del año pasado esos movimientos telúricos se dispararon casi al doble.

Esos temblores son una consecuencia natural después de los que padeció el país el 7 y el 19 de septiembre, hay antecedentes que muestran que la actividad sísmica aumenta en la Ciudad de México después de terremotos, como ocurrió tras los dos de 1979 y 1985, explicó Quintanar.

“Existe la hipótesis de que la energía liberada de los grandes sismos viaja hacia la Ciudad de México y deforma las capas del subsuelo que se encuentran bajo nuestros pies. Esa deformación da lugar al disparo de estos temblores, acelera localmente los procesos de hundimiento del terreno por el tipo de suelo de la capital”, explicó.

“Un temblor es un movimiento del suelo, esas ondas pueden deformar sensiblemente el subsuelo y pueden traer que haya hundimientos en unos lugares pero también que se reactiven las fallas que ya existen”, dijo.

La energía que viajó desde las costas de Chiapas y Oaxaca de los terremotos fue tan grande que se concentró en Coyoacán y Tlalpan, las dos delegaciones donde se originaron 12 de los 21 sismos de los últimos cinco meses, “toda la energía que vino del sismo del 19 de septiembre se focalizó en esa parte, lo que pudo deformar las capas de la corteza terrestre y provocar esos movimientos”.

El temblor más reciente ocurrió el martes 13 de febrero a las 15:39 de la tarde en la delegación Venustiano Carranza, “el sismo en esta demarcación cae dentro de los patrones de sismicidad más frecuentes del Valle de México, se ha observado que casi todos los sismos ocurren en la parte oriental de la Ciudad de México, donde estaban los lagos, eso hace que la mayor cantidad de temblores se concentre en la parte oriente pero también se presentan en el sur”.

El sismo de menor magnitud fue de 0.9, se registró en Coyoacán el 17 de noviembre de 2017, el mayor fue de 3.3 en Atlautla, Estado de México.

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