México decidirá como Presidente de la República a un político profesional y a un redentor social. De acuerdo al último estudio probabilístico de Disensosestratégicos, Andrés Manuel López Obrador tiene 45.34% de alcanzar la victoria electoral: Se trató de una estrategia de campaña exitosa, irónicamente, con una tesis propia de un país presidencialistacomo México: una Presidencia que se gana el desprecio de la gente es uno de los peores tipos de corrupción posible en la sociedad.

El candidato tabasqueño supo cosechar en su campaña-movimiento social-ciber movimiento de ruptura, capitalizando la energía de la ira y un reclamo fundamental: La actuación ética del Presidente no puede estar al margen del Estado, del nacionalismo, de las instituciones de justicia y de la sociedad.

José Antonio Meade no pudo ni quiso construir una campaña creíble ni competitiva. Hasta el final logra con mediano éxito desmarcarse de la cercanía de Ricardo Anaya en la disputa sórdida por un codiciado segundo lugar en la contienda y, a la postre, aglutinar a un segmento clave de las élites empresariales del país. Justo el nivel de complejidad nacional, así como el desempeño y los resultados de escándalo de las últimas presidencias para las que colaboró, muestran a Meade como un cuadro élite profesional del Estado, sin capacidad de proyectar el carácter propio de un líder redentor de las emociones y los intereses actuales de la ciudadanía.

En el tramo final de la elección, la táctica progresiva de fusión entre su candidatura y la rehabilitación de la estructura política priísta nacional ha sido un acorde riesgoso, pero que busca inyectar capital político e incertidumbre en una esfera crítica de las campañas de Anaya y la izquierda lopezobradorista: la capacidad de hacer presencia a nivel nacional en todas las casillas, con representaciones y escrutinios controlados, casilla por casilla: “En el conteo está el gane”, decía el adagio del viejo régimen.

Anaya decidió y dio muestras de radicalizarse, más aun que el propio López Obrador, en una espiral de huida hacia adelante, buscando evitar la detención judicial como golpe político fulminante a su campaña y tutelando, prematuramente, un supuesto procesamiento penal sobre el Presidente como principal táctica y oferta de la campaña anticorrupción: este viraje estratégico lo pone , tal vez lejos de la conquista de electores moderados que no desean el espectáculo de ver en la hoguera pública al presidente (Enrique) Peña (Nieto) y, al mismo tiempo, su conflicto personal con el Ejecutivo, le llevó a extremar sus posiciones políticas y diluir el peso de sus propuestas de gobierno y su estatura moral como presidenciable: es posible que el candidato de origen panista, no sólo haya traicionado a sus enemigos internos, a sus coaligados partidistas y al Presidente, sino sobre todo se traicionó a sí mismo y a sus cualidades políticas, como un eslabón clave para alcanzar el poder de la República Mexicana.

La eficacia del pragmatismo estratégico de la campaña lopezobradorista implicó un manejo casi inalterado de la agenda de temas y polémicas, eje de la campaña presidencial, una imagen consistente en lo fundamental de honestidad personal y personalización de la expectativa ciudadana del cambio, así como la administración del imaginario nacional de ventaja inalcanzable, tanto en las encuestas como en los debates constitucionales.

Teniendo por contexto una guerra y violencia generalizadas por el narcotráfico y la militarización —en que la sociedad mexicana se debate en haber llegado a acostumbrarse a sus consecuencias y calamidades—, así como también un universo de millones de ciudadanos potencialmente movilizables por la ira contra las élites y el régimen actual, se despliega una política del miedo con tutela criminal a escala local y estatal en el país (que ha cobrado ya más de una centena de vidas de políticos y alrededor de medio centenar de las candidaturas).

Ésto, tendrá efectos hacia la inhibición de votación en la jornada electoral, sobre todo a nivel municipal y, a su vez, la activación de una operación política (de eficacia no garantizada), de movilización e inducción del voto con las minas de sal del sistema priísta y en menor proporción masiva en la esfera de la coalición Por México al Frente, apostándose al menos a un escenario: la polarización efectiva de la elección AMLO y Meade justo en el tramo de la jornada electoral presidencial como antesala de la impugnación del resultado final y, a la postre, la construcción efectiva del mayor contrapeso en el Poder Legislativo Federal a una presidencia lopezobradorista, cuya victoria cimbra ya la secesión de las élites y prefigura una agenda de transformación profunda del sistema político mexicano, que deberá traducirse al menos en decoro en la conducción ética del poder Presidencial, la gobernabilidad y la pacificación nacional.

Encontramos, paradójicamente, dos hilos finos entre las elecciones constitucional de 2012 y 2018. En ambos procesos nuestro estudio, distanciado de la lógica de las encuestas abocadas a la intención del voto y el reconocimiento del nombre de los candidatos, demuestra que había una propensión de los electores, a favor de la alternancia en la Presidencia, pero sobre todo en el que los aspirantes punteros asumieron una posición de candidatura ganadora, actuando como si en el fondo no fuese posible contra ellos, el construir una competencia política real.

Y justo en el tramo final de la campaña, Peña Nieto y, ahora pasa efectivamente con López Obrador, se encuentran el techo político a su crecimiento en las preferencias electorales y la ofensiva de sus adversarios empieza a hacer efectos, pero sin poner en jaque su triunfo político.

No hubo pues ningún acontecimiento desafiante, ninguna alianza sorpresiva y peor aún, ninguna estrategia-candidatura a la altura de las exigencias del estado del humor social nacional, y por lo tanto, de la campaña en su momento de Peña Nieto en 2012 y ahora de la campaña del triunfo consumado que élites y sociedad han anticipado de AMLO como el próximo Presidente de la República.

*El equipo de  es coordinado por el Dr. Pedro Isnardo De la Cruz (politólogo): estudios retrospectivos de la consultora Meeser (Bárbara Meeser y Arnoldo Leyson), la colaboración en el diseño de imagen de la Mtra. Carolina Rosales y se beneficia de los procesos y la conseja en análisis actuarial y metodológico del Lic. Emerson Tinajero y el Dr. Francisco Javier Jiménez Ruíz, de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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