El Barrio del Montecillo es quizá uno de los más emblemáticos de San Luis Potosí, por albergar historias y vivencias enmarcadas en las vías del ferrocarril que pasa por este lugar desde el siglo pasado, y que ha dejado recuerdos imborrables entre los habitantes de las zonas aledañas, quienes en su mayoría le dedicaron su vida a esta actividad.

Una zona popular que a lo largo del tiempo ha crecido y ha cambiado, ahora tiene modernas edificaciones para uso de la comunidad, como centros deportivos, escuelas y clínicas que guardan grandes historia detrás.

Situada sobre la calle Valentín Amador se encuentra la clínica 47 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), actualmente una unidad de medicina familiar que atiende a más de 283 mil personas del oriente de la ciudad, pero que en sus inicios, en el año de 1957, era un enorme complejo hospitalario del triple de tamaño que hoy tiene, que atendía específicamente a los ferrocarrileros de la zona.

"Esta fue la zona donde se desarrollaron varios servicios de los ferrocarriles nacionales derivado de la cercanía de los talleres y también de las estaciones del ferrocarril... se atendieron en su momento las lesiones propias de los trabajadores que estaban por ejemplo en los patios del ferrocarril, en el área de la casa redonda, donde reparan las máquinas del ferrocarril y tenían accidentes, específicamente traumatismos que fueron atendidos en su momento aquí", relató el doctor Francisco Javier Venegas Ledesma, director de la clínica 47 del IMSS.

Fue además el primer hospital de especialidades del país, contaba con equipo médico e instrumental muy avanzado para la época.

"Tenía las especialidades troncales: cirugía, ginecología, pediatría y medicina interna. La infraestructura del edificio estaba adecuada para ello, por eso tenemos rampas, de hecho este edificio fue el segundo, el primer hospital es la escuela que tenemos aquí a espaldas, poseía todos los servicios que tiene un hospital y en 1982 pasó a ser unidad de medicina familiar".

Barrio del Montecillo, lugar donde cobran vida las historias de los ferrocarrileros
Barrio del Montecillo, lugar donde cobran vida las historias de los ferrocarrileros
Barrio del Montecillo, lugar donde cobran vida las historias de los ferrocarrileros
Barrio del Montecillo, lugar donde cobran vida las historias de los ferrocarrileros

El Barrio del Montecillo tenía vida propia que se confirmaba con el pasar de los trenes y su llegada al punto de convergencia que hay en esa zona, la casa redonda, donde le daban mantenimiento a las enormes bestias de fierro para que siguieran su camino.

"Ahí fue el lugar donde se fue haciendo la modificación de los talleres para hacer funcionales las máquinas de diésel y eliminar las máquinas de vapor poco a poco", detalló Don David.

Sin duda el sistema ferroviario es el emblema del barrio y posee gran significado para todos los que trabajaron en él; Don David es uno de ellos, desde los 17 años comenzó a trabajar en el área de comunicaciones, siguiendo los pasos de su padre y su hermano, quienes también eran trabajadores del riel. 

"Aquí había dos ferrocarriles, el Ferrocarril Nacional de México viene desde Nuevo Laredo hasta México Distrito Federal y el Ferrocarril Central Mexicano que viene desde Ciudad Juárez hasta México, pero aquí tiene un ramal que sale de Aguascalientes en un empalme que se llama chicalote y va a Tampico", explicó.

Por 40 años dedicó su vida al sistema ferroviario, forjando cientos de vivencias y recuerdos que dieron pie a la invaluable colección de objetos de ferrocarril que hoy posee, conformada no solo por recuerdos personales, sino por donaciones, y hasta artículos rescatados de la basura y que superan por mucho la cantidad que se expone en el museo del ferrocarril.

"Originalmente el primer servicio que presté ya como trabajador de base fue en San Felipe Guanajuato, que fue el lugar original donde pusieron la simbólica piedra parada"

Fotografías, vagones de tren a escala, ferrocarriles de todos los tamaños, aparatos de telégrafos, sistemas de comunicación antiguos, cámaras fotográficas, uniformes, gorras, pines, lámparas, herramientas, señalética ferroviaria, iluminación, boletos, bitácoras gafetes, y hasta enormes clavos férreos que se volvieron hermosas esculturas hechas artesanalmente, hablan por sí solos del amor que Don David siente por la que fue su labor, y que marcó un importante paso en los sistemas de comunicación del México antiguo.

Perfectas maquetas a escala que elaboraron entre él y su esposa Doña Alicia Garduño Hernández, cuentan bastas historias del paso del ferrocarril por el país, pero una en especial, que representa el paso del tren en uno de los puentes más significativos enmarcado por un bello paisaje, se lleva el lugar de honor en el recinto de los recuerdos de Don David, como parte fundamental del museo que ha bautizado con el nombre de su hermano "Jorge Jiménez".

"Tengo alrededor de 5 mil fotos impresas que yo tomaba por dónde andaba, a raíz de eso mis amigos empezaron a traerme más cosas como intercambio y así se conformó la colección, mi hermano aportó mucho, por esa razón lo estoy tomando en cuenta y le pusimos su nombre, y entre mi esposa y yo hicimos las maquetas, ella me ayudaba a hacerlas, para conformar todo esto me llevó alrededor de 30 a 35 años".

En este pequeño pero alucinante museo privado, faltan horas para examinar a detalle las miles de vivencias y recuerdos del amable hombre con peinado de canas, nacido en Cárdenas, San Luis Potosí, a quien se le iluminan los ojos y le salta la sonrisa sólo de contar y recordar sus excepcionales historias a bordo del ferrocarril, que pasa por el Barrio del Montecillo.

maria.hernandez@clabsa.com.mx

apl

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