La hipertensión arterial sistémica es asintomática y muy difícil de diagnosticarse a tiempo; además, este mal no provoca molestias, sino complicaciones.
La buena noticia es que se puede controlar mediante medidas no farmacológicas (dieta equilibrada, ejercicio, disminución de sodio en alimentos, entre otras).
Gustavo Solache, cardiólogo en la Clínica de Factores de Riesgo Cardiovascular del Hospital General de San Juan del Río, Querétaro, indica que la presión arterial sistémica puede padecerse por alguna causa desconocida, lo cual es lo más común entre los pacientes adultos.
También se llega a presentar de manera secundaria (situación más frecuente en niños y adolescentes) debido a alguna enfermedad como diabetes, daño renal u obstrucción del tracto urinario.
Aclara que “en nuestro aparato circulatorio, las arterias transportan la sangre del corazón a los tejidos y la piel. La sangre ejerce una fuerza sobre la pared de las arterias y eso es lo que llamamos presión arterial, todos la tenemos pero, cuando se eleva mucho, produce un daño; generalmente es a largo plazo, por eso tenemos que medirla con frecuencia”.
Se considera como hipertensión arterial cuando se rebasan ciertas cifras: 140/90 (milímetros de mercurio).
El corazón sólo manda sangre cuando se contrae (presión sistólica, que es el número más alto) y una presión en la relajación, que es cuando el corazón no envía sangre (presión diastólica, el punto más bajo). Así, la presión ideal es 120/80.
Si rebaso 140/90...
El especialista señala que, como médico, el primer objetivo del tratamiento es alcanzar una cifra correcta de presión, es decir, que sea menos de 140/90.
En segundo lugar, se busca que el paciente no sufra ninguna complicación en el futuro, “infartos, embolias, problemas cardiovasculares o daño del riñón”.
En este sentido, Solache precisa que el medicamento no debe dejarse, sin importar que el paciente note cierta mejoría.
La solución
Los principales tratamientos son medidas no farmacológicas como bajar de peso, asevera el cardiólogo, pues por un kilo que se pierda, se reduce hasta dos milímetros de mercurio en la presión.
Más allá de las prácticas de alimentación balanceada y vida activa que siempre se recomiendan, resalta que también es vital disminuir el estrés.
Pero “si presentas presión alta pese a seguir estas medidas, eres el paciente indicado para someterte a un medicamento.
“La única combinación en la que no estamos de acuerdo (los especialistas) es utilizar todos aquellos (medicamentos) que terminan en ‘pril’(por ejemplo, captopril o enalapril) con antagonistas del receptor de angiotensina (los que terminan en ‘tan’, como candesartan).
“Dicha combinación no es adecuada. Los estudios clínicos han demostrado que produce mayor número de insuficiencia cardiaca y lo que queremos en el tratamiento es disminuirla”, puntualiza.
Hipertensión resistente
Por otro lado, Solache admite que existen casos que ni con tres medicamentos se logran controlar. A esto se le llama hipertensión resistente.
“¿Qué dificulta el control de la presión? Hay factores que tienen que ver con el paciente, que no conoce adecuadamente lo que padece y piensa que la presión es la causa del dolor de cabeza pero, si ya no le duele, ya no se toma la pastilla.
“Asimismo, puede ser de grado severo o que tenga factores asociados: ser obeso, fumador, llevar una vida estresante, tener colesterol elevado o daño subclínico elevado, es decir, aquel que solo con un estudio se puede demostrar, pues todavía no produce malestares”.
Para cotejar si hay o no daño subclínico, el paciente debe realizarse un estudio de orina. Por ejemplo, si se observa que en la orina está tirando proteínas, aunque no sienta malestares, eso significa que el riñón no está filtrando bien.
En otro caso dado, si se hace un estudio en las carótidas y el ultrasonido demuestra que ya tiene un grosor de las paredes mayor de nueve milímetros, representa depósitos de placas de colesterol.
“A eso nos referimos con daño orgánico subclínico. No se nota que ya lo tienes, pero eres un sujeto con mayor riesgo cardiovascular ”, afirma el cardiólogo.
Subraya que esta situación implica una oportuna intervención y pericia del médico para reaccionar ante la disponibilidad de medicamentos y enfrentar adversidades: que el paciente no entienda su enfermedad, que no siga su tratamiento o se exponga a interacciones farmacológicas por tratar otras enfermedades.