El burro mexicano no pasa por su mejor momento: tras siglos de ayuda en las tareas de campo, la progresiva transformación tecnológica lo arrinconó hasta reducir su población a poco más de 300 mil ejemplares y ponerlo en peligro de extinción.

"Con la modernidad, con los vehículos automotores de labranza de la tierra, ha perdido total sustentabilidad y uso del asno", explicó  Germán Flores, colaborador, desde su fundación de la Asociación Mexicana Burrolandia. 

Flores sostuvo que el asno fue de vital ayuda para el desarrollo de México desde su llegada en 1521 y hubo un momento en que cada familia de campesinos tuvo el suyo, como lo que es ahora tener un vehículo.

PAULATINA DESAPARICIÓN

La población del burro mexicano en 1991 era de 1,5 millones de ejemplares, según la consultora Investigación y Desarrollo y, en el último registro oficial, que data de 2007, el censo no pasó de los 585 mil 000 asnos.

Ahora, 13 años después, Flores aseguró que quedan en el país poco más de 300 mil. "Investigamos con autoridades como el Instituto Nacional de Geografía (Inegi) y por cuenta propia con autoridades del municipio de aquí, de Otumba (cerca de Ciudad de México), que es nombrada la cuna del burro", sostuvo.

Otumba es el epicentro del asno en México cada mayo, mes en el que desde hace 55 años se celebra la Feria del Burro. Además, desde 2006, la asociación defensora de esta especie en el país instaló allí el santuario Burrolandia.

UN REFUGIO EN MÉXICO

El santuario acoge en la actualidad a 50 animales, que se desglosan en 42 burros de diferentes razas y 8 caballos, rescatados de situaciones de maltrato, de las puertas del matadero o simplemente adquiridos a propietarios que se querían deshacer de ellos.

Los responsables del parque están pendientes de los animales las 24 horas del día y les proporcionan tanto alimentos como atención médica.

El costo mensual de mantener a ese medio centenar de equinos es de unos 60 mil pesos mexicanos, aseguró Flores, un monto al que la asociación tiene que hacer frente sin ayudas gubernamentales.

El centro abre al público los fines de semana y, además del pequeño donativo de entrada, que cuesta 70 pesos, tiene varias opciones de ocio dentro del parque para aumentar su consumo, como actividades en el comedor, un pequeño museo o paseos en automóviles clásicos.

"Hacemos paseos turísticos (por Otumba) para financiarnos, y compramos y vendemos vehículos automotores", relató también Flores. Los vehículos de segunda mano con los que hacen negocio se pueden ver por todas las orillas del parque.

Flores explicó que para hacer el santuario completamente sostenible económicamente y no depender de la monetización de esas otras actividades, necesitaría rondar los mil visitantes al mes, por los 500 que acoge en la actualidad.

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