La Vía Láctea sufrió entre 300 y 900 millones de años atrás un impacto que afectó -y sigue afectando- a la órbita de las estrellas, lo que constata que nuestra Galaxia está viva, en evolución constante y, por tanto, lejos de estar en equilibrio.
Esta es la principal conclusión de un estudio realizado por investigadores de España, Holanda, Francia, Italia y Reino Unido, que publica Nature y hecho con datos enviados por el satélite Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA), cuya misión es hacer un catálogo de más de mil 700 millones de estrellas de la Vía Láctea y proporcionar mediciones de alta precisión de su posición, brillo, y movimiento, entre otros.
Los investigadores han utilizado la información de seis millones de estrellas de la galaxia, las más cercanas al Sol, y han hecho un gráfico que demuestra que sus órbitas aún muestran señales de una perturbación que tuvo lugar en el pasado.
"Hemos visto unas ondas en las estrellas pero no físicamente en los astros, sino en sus órbitas, y eso significa que en el pasado algo las provocó, que en el futuro desaparecerán y que, ahora mismo, estamos a la mitad del proceso", explicó la investigadora líder del estudio, Teresa Antoja del español Instituto de Ciencias del Cosmos de la Universidad de Barcelona.
Para entender el fenómeno se podría pensar en una piedra lanzada a un estanque: "genera unas ondas, después, el lago vuelve al equilibrio pues aquí pasó algo parecido, pero sin piedra", puntualizó la astrónoma.
Pero ¿qué pudo golpear a la Vía Láctea y alterar el comportamiento de las estrellas?
La Vía Láctea es una galaxia masiva que devora a las más pequeñas que hay a su alrededor y, para los investigadores, este voraz comportamiento podría ser la causa.
"Creemos que la Galaxia sufrió un acercamiento a la galaxia de Sagitario que, hace entre 300 y 900 millones de años, se acercó bastante a la nuestra y causó un impacto gravitatorio".
El estudio "es el ejemplo más claro que tenemos de que las galaxias que orbitan a nuestro alrededor tienen cierta influencia sobre la Vía Láctea y el Sol, una influencia que se refleja en la velocidad de las estrellas y que demuestra que el disco de la Galaxia cambia constantemente", explicó la astrofísica.
Pero para la investigadora, lo más importante es que el estudio demuestra que los astrofísicos ya no pueden utilizar los modelos de la Galaxia y el disco que han empleado hasta ahora porque la Vía Láctea está en constante evolución, moldeada por los impactos que se han producido sobre ella.
Este hallazgo es "un ejemplo más de que todas las galaxias grandes, las más masivas, acaban fundiéndose con las pequeñas a las que absorben para formar una galaxia aún más masiva", y esto es lo que le ocurrirá a la Vía Láctea a largo plazo", concluye.
A partir de ahora, lo interesante será intentar predecir qué va a pasar con Sagitario o con las nubes de Magallanes, que son las galaxias más grandes que hay a nuestro alrededor y cómo y cuándo van a volver a acercarse a la Vía Láctea y a provocar perturbaciones parecidas.
"El descubrimiento fue fácil; las interpretaciones más difíciles. Y la plena comprensión de su significado y sus consecuencias podría llevar años. Queda mucho trabajo por hacer", explicó Amina Helmi, de la Universidad de Groningen (Holanda), colaboradora del proyecto y segunda autora del estudio.