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La profesora estadounidense Amy T. Austin, que recibe hoy el premio L'Oréal-Unesco "a las mujeres y la ciencia" por su trabajo en Argentina, pide que haya más mujeres científicas "en los altos niveles de la jerarquía".
"En Argentina, más del 50% de los estudiantes que eligen la carrera científica son mujeres", declaró Austin en una entrevista a EFE poco antes de ser recompensada por contribuir a la comprensión del ecosistema terrestre en paisajes naturales modificados por el ser humano.
"El sistema de Argentina tiene menos obstáculos para las mujeres (que en otros países) pero todavía hay una falta de representación a niveles más altos", insistió.
Estadounidense, Austin lleva más de dos décadas trabajando en Argentina y es una de las cinco premiadas -en su caso por América Latina- por un jurado internacional presidido este año por la Nobel de Medicina y Fisiología de 2009, Elizabeth H. Blackburn.
Desde su creación en 1998, el premio, que entrega la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en su sede parisiense, ha reconocido a 102 mujeres por la excelencia de sus investigaciones y ha apoyado el trabajo de 3.022 jóvenes científicas.
En 2015, esta investigadora del Conicet, la institución científica más prestigiosa de Argentina, ya se llevó el mismo galardón "L'Oréal-Unesco" por su proyecto "Efectos de las forestaciones sobre los ciclos de carbono y nitrógeno en los ecosistemas naturales de la Patagonia argentina".
"El valor y la credibilidad de estos premios internacionales son altísimos y, además, han intensificado la visibilidad de la mujer científica", comentó Austin.
La investigadora destacó el empeño de los organizadores por dar a los premios un carácter científico en lugar de convertirlos en un instrumento de mercadotecnia.
"Cuando empezaron -explicó-, mucha gente pensaba que se trataba de otro premio más, pero su dedicación y su trayectoria han demostrado que eran algo mucho más especial".
Austin añadió que uno de los aspectos más importantes de su reconocimiento y de su paso por París ha sido el poder compartir experiencias con otras mujeres destacadas del mundo de la ciencia.
Desde los primeros años de su carrera, la profesora norteamericana expresó un interés especial por comprender el funcionamiento de los sistemas naturales y averiguar los impactos que provocan en ellos las actividades humanas.
"Para interpretar estos impactos, aclaró, hay que establecer antes un control sobre el ciclo de carbono".
Austin ayudó a entender "cómo los componentes interactúan en el ecosistema para generar energía" y, junto a su equipo de investigadores, descubrió que en las zonas áridas el proceso de "descomposición y de salida de dióxido de carbono (CO2)"era más rápido debido a una reacción fotoquímica".
"Este descubrimiento nos da otra visión de los ecosistemas" en la medida en que "si no se entiende cómo funcionan, no se va a saber cómo van a cambiar".
Los ecosistemas naturales absorben casi la mitad del dióxido de carbono que emiten los humanos, por lo que "solamente se ve la mitad de la atmósfera que debería verse", apuntó.
En este sentido, Austin insistió en que los humanos debemos tomar medidas urgentes para reducir la excesiva emisión de CO2, entre ellas la que denominó como "el secuestro de carbono", una técnica que permite retirarlo de la atmósfera y evitar así que se propague en ella.
"Tenemos que tratar de ahorrar carbono en algunos lugares donde no se esté reciclando; es decir, sacarlo de un ciclo activo y almacenarlo en una reserva", explicó.
Convencida de que queda mucho por hacer para reducir la cantidad de carbono emitido, Austin mantiene la esperanza de "minimizar el impacto del hombre" y de "calcular el resultado en los sistemas ya cambiados".