Después de que un grupo de 32 cerdos fueron sacrificados en un rastro, sus cerebros viajaron hasta el laboratorio del doctor Nenad Sestan, especialista en neurociencias, genética y psiquiatría en la Facultad de Medicina de Yale. Más allá de los nutrientes de su carne, sus cuerpos siguieron sirviendo al hombre de una manera sorprendente: después de cuatro horas de muertos, los científicos lograron restaurar su microcirculación, así como su actividad molecular y celular. Aunque la escena suene un poco como una ficción tipo Frankenstein; en los terrenos de la ciencia, hay muchas más posibilidades que sólo consentir a la imaginación.
Los alcances de este experimento dan pistas de que probablemente se ha subestimado la capacidad de recuperación del cerebro y se abren nuevas puertas para entender los procesos que separan la vida y la muerte. Entre estas disertaciones también surgen esperanzas para un mejor entendimiento de la actividad cerebral que podrían brindar en un futuro nuevas posibilidades para proteger este órgano después de un derrame cerebral o de un episodio de falta de oxígeno. También ayudaría a entender mejor distintas enfermedades relacionadas con nuestra compleja maquinaria cerebral, como el Alzheimer.
Este tipo de aportaciones convirtieron a Sestan en uno de los científicos más relevantes del 2019, según el listado que genera anualmente la revista Nature. A lo largo de este año, decenas de nombres en todo el mundo fueron apareciendo en las revistas científicas especializadas, así como en las listas de galardones que premian a lo mejor de la ciencia en distintas áreas. Reducir el número a sólo nueve nombres de este vasto universo es una tarea compleja, pero en la que nos auxiliaron muchos de los científicos mexicanos entrevistados en estas páginas a lo largo de todo el año.
Incendios, epidemias y rayos de esperanza
Uno de los eventos más impactantes durante este año fue la devastación de miles de hectáreas de bosque tropical en la Amazonia. Los incendios mermaron la vida del pulmón del mundo con efectos directos en el cambio climático que trastorna al planeta. Mientras el presidente brasileño Jair Bolsonaro trataba de tapar el Sol (y sus incendios) con un dedo, Ricardo Galvão, expresidente del INPE (Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales) de esa nación hablaba con cifras y ciencia en mano sobre el mermado patrimonio natural.
La verdad le costó el trabajo, pero el mundo presionó ante la deteriorada imagen de Brasil como líder ambiental. Este país sudamericano había logrado frenar la deforestación en más del 80% entre 2004 y 2012, pero el aumento de la tala en pro de la ganadería y prácticas poco sustentables (aunque financieramente redituables) logró que del verano de 2018 a 2019 se extinguiera un área de selva mayor que el territorio de Puerto Rico. Galvão, quien se describe como un humilde anciano que trabaja en física, ahora labora en la Universidad de São Paulo, pero su voz, tal como las partículas subatómicas que ahora estudia, atrae nuevas energías que se suman a la defensa de la Amazonia, un territorio que concentra 50% de las especies mundiales de plantas y más del 20% de todas las especies de aves del planeta.
Por cierto que otra científica sudamericana, la argentina Cristina Díaz, formó parte de una de las más grandes evaluaciones sobre biodiversidad que se dieron a conocer a mediados de este año mediante la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), organismo fundado por la ONU en donde se coordinaron más de 15 mil fuentes de información provenientes de 51 países y donde se asegura que más de un millón de especies de plantas y animales están en peligro de extinción. Los humanos están transformando los paisajes naturales de la Tierra de manera tan dramática que su huella se convierte en amenaza grave.
En otras latitudes, el ébola volvió a hacer su fatídico acto de aparición y nuevamente salió al rescate Jean-Jacques Muyembe-Tamfum, virólogo congoleño director general del Instituto Nacional de Investigación Biomédica de la República Democrática del Congo. Este científico formó parte del equipo del Hospital de la Misión Católica de Yambuku que investigó el primer brote de la epidemia a mediados de los años 70 y su labor no ha perdido constancia. La más reciente aparición del ébola ha dejado más de 2 mil muertos en el Noroeste de África en el último año, pero su labor social para bajar los riesgos de infección, así como sus ensayos clínicos con nuevos anticuerpos han contribuido a controlar una epidemia con la que ha luchado durante más de cuatro décadas.
Otra epidemia que aunque ha perdido fuerza no logra desaparecer del mapa es la del VIH y justamente frente a ella apareció el nombre de Hongkui-Deng, inmunólogo chino director del Instituto de Investigación de Células Madre de la Universidad de Pekín. El investigador usó en su laboratorio la técnica de edición genética CRISPR para crear un suministro de células inmunes a la infección por VIH. Según datos de la OMS, gracias al acceso creciente a la prevención, diagnóstico, tratamiento y la atención de las infecciones oportunistas, la infección por el VIH se ha convertido en un problema de salud crónico llevadero; sin embargo, continúa siendo uno de los problemas para la salud pública mundial que ya ha cobrado más de 32 millones de vidas en el mundo.
De un salto desde el mundo de la medicina hasta el de la paleontología se encuentra el nombre de Yohannes Haile-Selassie. Este paleoantropólogo etíope, no sólo es considerado una autoridad sobre homínidos pre-Homo sapiens, sino que ha cambiado la comprensión del antiguo árbol genealógico de la humanidad y el pensamiento convencional sobre la evolución humana. ¿Cómo lo ha logrado? La respuesta se puede resumir en una imagen que circuló por todo el mundo, donde el científico sostenía un pequeño cráneo de mandíbula prominente encontrado en Etiopía. El estudio de este fósil lo ubicó como un ancestro de los humanos con 3.8 millones de años de antigüedad. El anamensis, la enigmática pieza de este rompecabezas, puso en duda la idea de que los humanos evolucionamos de una sola especie de simios.
Caminatas espaciales y científicos de un siglo
Además de algunos de los 10 protagonistas de la revista Nature, se incluyeron otros que han dejado y siguen dejando una huella profunda por sus proezas científicas, tal es el caso de la doctora Fabiola Gianotti. Sus conocimientos en física de partículas, la convirtieron hace tres años en la directora General del CERN, la institución europea que opera el laboratorio de física de partículas más grande del mundo, donde dirigió el experimentó que derivó en el descubrimiento del Bosón de Higgs.
Además de ser la primera mujer en desempeñar este puesto, durante este 2019 fue ratificada y continuará al frente del organismo hasta 2026. Su trabajo en la promoción de la “ciencia abierta” —compartir los datos generados por el CERN gratuitamente— y la divulgación científica, también la llevó a ser galardonada con el Premio Europeo Helena Vaz da Silva 2019.
Otra mujer de distinta generación, pero también con objetivos muy firmes es Christina Hammer Koch. La astronauta formó parte, en octubre pasado, del primer paseo espacial íntegramente femenino para reemplazar un control de carga de baterías solares en la Estación Espacial Internacional (EEI); estaba acompañada de Jessica Meir. Cuando Christina termine su misión, en marzo del próximo año, romperá el récord femenino de permanencia en el espacio.
Finalmente, esta lista se cierra con el nombre de John Goodenough, uno de los grandes especialistas del mundo en magnetismo y ciencia de materiales, cuya contribución más importante es el desarrollo del material clave para la batería recargable de iones de litio en los 70. El estadounidense nacido en Alemania, ha seguido activo en el desarrollo de nuevos materiales, y recibió el Nobel de Química este año, junto al británico Stanley Whittingham y el japonés Akira Yoshino. Para los especialistas significa una deuda saldada con quien además se convirtió en la persona de mayor edad en recibir este galardón. A sus 97 años, dice que uno de los grandes errores, tanto en la vida como en la ciencia, es decir “ya basta” demasiado pronto.