Loghan, de 8 años, no le gustaron los patines que los Reyes Magos le trajeron la madrugada del sábado. Se paró muy temprano, a las 4 de la mañana para ir al baño, pero de reojo vio que los regalos estaban a un lado de el arbolito. A él le trajeron el par de patines, un carrito y un dron que cabe en sus manos. A su hermana, de 13 años, le llegaron unos patines rosas, pero a ella sí le gustaron. Toda la familia salió de su casa, que se ubica detrás de la iglesia de San Hipólito para dirigirse hacia el Monumento a la Revolución.

Se pusieron los patines, él, ella y su papá, mientras su mamá tomó el celular para grabar y tener recuerdos de este Día de Reyes. Loghan estrenó sus otros dos juguetes en casa, pero aún así se los llevó a la explanada del Monumento. Mientras daba sus primeros pasos, otros niños dejaron a un lado sus bicicletas y patines del diablo, se quitaron los zapatos para mojarse con el agua fría de la fuente. Ahí, sus papás muy cerca, sólo veían cuando los pequeños ya empapados seguían divirtiéndose.

Este año no muchos niños y niñas fueron con sus familias a este punto de la Ciudad, tal vez porque los regalos de los Reyes son más para estar en casa, como ropa o videojuegos. Valeria, de 11 años, pidió un juego de mesa: el de “Cien Mexicanos dijieron”. Ése lo dejó en casa, pero salió con su papá desde la colonia Guerrero en su bicicleta nueva, decorada con flores rosas, “cuando ves tus juguetes te emocionas mucho... me gusta la bicicleta porque casi no camino, porque puedo ver a todas las personas, así como están”.

Valeria y su papá Carlos dieron vueltas en la explanada. La nueva bicicleta era difícil de controlar, porque la anterior era más pequeña. Y en ésta, el asiento estaba flojo.

Aún así, Valeria soportó los rayos del sol que le pegaban en la cara y a un lado de su padre, que también conducía una bicicleta, siguieron dando vueltas. A ella, los Reyes Magos sí le llevaron todo lo que pidió: su juego y el nuevo vehículo. Un día antes lanzó su carta al cielo, donde los Reyes la recibieron y la leyeron para llevarle todo a su casa.

Loghan tomó la mano de su papá cuando su hermana se adelantaba varios metros en la misma explanada, pero aún así no le gustaron; sólo duró unos cuantos minutos y después regresó con su mamá para quitárselos, cambiárselos por zapatos y agarrar su patineta azul. Con esa podía llegar más lejos en menos tiempo y además, ya sabía cómo usarla. Luego de que su papá le gritara para que no se alejara, Loghan, volvió a guardar la patineta y tomó los controles de su nuevo carro.

Cada año esta familia de este vecindario en el centro de la Ciudad, escoge el Monumento para divertirse y estrenar sus juguetes. Siempre van, dice el papá de Loghan, aún cuando las familias ya no destinen este punto turístico como uno de sus favoritos.

Alrededor de ellos había más niños, sobre todo con bicis nuevas y uno que otro con espadas o con juegos que aún no abrían por la emoción de mojarse en la fuente. También había bebés en triciclos, cuidados en todo momento por sus padres.

gpl

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