Cierra los ojos y piensa en tu beso soñado, con la persona y en el lugar indicado, ahora imagina que ese besó dure más de 50 horas. ¿crees qué es imposible?, pues no, ese beso ya pasó. Fue una pareja tailandesa la que rompió el récord durante un certamen al besarse 58 horas consecutivas. Un año atrás habían hecho lo mismo durante 46 horas. Es por eso que cada 13 de abril se celebra el Día Internacional del Beso.
Pero, ¿por qué nos gusta tanto besar y ser besados?De acuerdo con Raúl Paredes Guerrero, investigador del Instituto de Neurobiología y director de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Juriquilla, de la UNAM, un beso es capaz de liberar diferentes neurotransmisores y provocar un hiperjuego entre dopamina, opioides y oxitocina en nuestro cerebro.
Para explicar lo que pasa en nuestro cuerpo con un beso, el investigador hace una analogía con lo que se sabe que pasa cuando uno se enamora. “Podríamos decir que las primeras veces que uno le da un beso a alguien hay una liberación de neurotransmisores, sustancias que conectan nuestras neuronas. “Uno puede hablar de aquellas sustancias que tienen que ver con el control del sistema nervioso y es probable que se libere de inicio la adrenalina; después es muy probable que se libere dopamina, una sustancia que tiene que ver con el control de lo que llamamos 'la búsqueda? y que tienen que ver con esto de querer algo”, asegura Paredes Guerrero.
Posteriormente, la dopamina eventualmente también puede producir una liberación de otro neurotransmisor que se llaman 'los opioides' y que está ampliamente documentado que tienen que ver con estos estados que llamamos placenteros.
“Podríamos hipotetizar que las primeras veces se puede liberar algo de adrenalina, si el beso te gustó como puede ser tomar un buen vino o chocolates, se produce un estado placentero, entonces uno asocia el beso con algo que te gusta y te puede generar una memoria en el cerebro que dice: es que besarla me gustó. Esa sensación está asociada con la liberación de los opioides y eventualmente la dopamina vuelve a entrar en juego porque parece estar más involucrada, no tanto en los efectos placenteros, sino en esto que se produce cuando nos gusta algo que es lo que llaman el querer, en inglés es el wanting, está necesidad de tener algo”, afirma el director de la ENES Juriquilla.
Paredes Guerrero dice que lo anterior son hipótesis porque no existe un estudio contundente sobre los efectos del beso en una persona ya que no se podrían controlar todos los factores que intervienen durante el suceso, como el entorno, la intimidad y la sorpresa, por mencionar algunos. El experto recordó la frase del físico matemático Blaise Pascal: Hay razones del corazón que la razón no logra entender.
“A veces nuestras emociones, nuestros neurotransmisores, toman decisiones por nosotros, aunque conScientemente digamos 'no, eso no me conviene', pues eso dices tú racionalmente, pero tu cerebro está diciendo otra cosa”, enfatiza el experto.
Sin embargo, en animales se han realizados estudios que tienen que ver con la formación de una preferencia de pareja, hay algunas especies que son monógamas y otras que no lo son, por ejemplo, el topillo de la pradera es monógamo y se debe a niveles de un neurotransmisor que se llama oxitocina, esta especie libera una mayor cantidad de oxitocina en su cerebro, y ellos forman una pareja en donde si uno se muere es muy difícil que vuelva a conseguirse otro compañero.
“Uno podría especular que una vez que ya le diste un beso a alguien y después sigues en esa relación, es porque ya se liberó dopamina de inicio , después los opioides, y eventualmente se liberó oxitocina para crear esa unión, ese apego. Finalmente, los neurotransmisores son los que nos hacen sentir estas emociones”, dice el experto.
Para el investigador es importante recalcar que a veces no hay que preocuparse tanto por entender el por qué ocurren las cosas, sino simplemente disfrutarlas.