El pasado 11 de marzo se estrenó en Netflix Akelarre, una película española situada en el País Vasco de 1609 que cuenta la historia de un grupo de mujeres condenadas a morir en la hoguera. La película fue dirigida por Pablo Agüero, el guion estuvo a cargo de Pablo Agüero y Katell Guillou, los responsables de la música fueron Maite Arrotajauregi y Aránzazu Calleja, por su parte, Javier Agirre Erauso nos regala su propuesta fotográfica.

Akelarre cuenta, en un principio, la desventura que sufren los personajes de Garazi Urkola, Yune Nogueiras, Jone Laspiur, Irati Saez de Urabain y Lorea Ibarra cuando llega el juez Rostegui a investigar los supuestos rituales satánicos por parte de brujas en aquel territorio europeo, cuyos habitantes siguen permeados por costumbres folclóricas propias de sus raíces. Basta decir que incluso la lengua vasca es considerada por estos “hombres de Dios” como un dialecto diabólico.

Cada una de las chicas, representantes en carne y hueso de las pobladoras del lugar, tendrá que pasar por un duro interrogatorio inquisitorial para demostrar que las acusaciones de brujería en su contra son falsas. No hay quien las defienda, los hombres del pueblo (marineros) volverán hasta la próxima luna llena y, como es de suponer, en aquella época no era común que las mujeres tuvieran voz o voto. Así que tendrán que salvarse ellas mismas.

A punto de caer en un sucio jueguecillo del gato y el ratón, la que gana minutos a su favor es la que cuenta la mejor historia en pos de salvar también a las demás, un recordatorio de la importancia del uso del lenguaje y sus recursos en la vida diaria. Las mujeres tendrán que resistir y organizarse como puedan siendo prisioneras, mientras los hombres se plantean preguntas cuyas respuestas manipuladas saben que jugarán a su favor. Pero incluso así se tienen que enfrentar con miedo a lo que más temen: las mujeres. ¿Será que saben que son más listas?

En un pacto de seducción y castigo, se logra ganar tiempo, exponer la verdad que lleva a los hombres a juzgar a las mujeres: ellos quieren lo que saben que no pueden tener. Y como no pueden, las castigan a ellas. El feminismo sutil de la película se cuela en cada momento y es inevitable no querer unirse al “Sabbat” de este quinteto de promesas de la actuación para salvarlas de los verdaderos demonios que sigue asechando hasta la actualidad: el machismo y la ignorancia.

Con cinco premios Goya recién ganados por música, vestuario, maquillaje, dirección artística y efectos especiales; seis nominaciones a los Premios Feroz (incluyendo Mejor película), seleccionada para el Festival Internacional de Cine de San Sebastián y nominada a los Premios Forqué; Akelarre, en castellano y en euskera es un deleite para los sentidos, y deja un gusanillo dentro que nos recuerda que las hogueras fueron reales, y las quemas de brujas siguen vigentes en la actualidad, solo que ahora de otras formas, y por usar tacones o falda corta o ir sola por la calle.

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