Casi cuatro años le llevó a César Yáñez salir de la congeladora política a la que lo envió Andrés Manuel López Obrador en diciembre de 2018, cuando tras el escándalo de su boda en Puebla y sus fotos en la revista ¡Hola!, le costaron ser alejado del círculo más íntimo y de mayor confianza del presidente.

Como pocos, Yáñez Centeno acompañó por más de 20 años y tres campañas presidenciales a López Obrador primero como su vocero, luego a fuerza de recorrer con él varias veces la República entera por municipios, carreteras y caminos de terracería, se terminó convirtiendo en su colaborador de mayor confianza, que lo mismo le redactaba un boletín y le tomaba fotos de sus mítines y reuniones, que le cortaba el pelo o en ocasiones hasta le tuvo que poner las pijamas para dormir cuando el cansancio vencía al político de Macuspana.

Lo de Andrés Manuel y César, más que una relación política, se convirtió en una conexión fraternal y de lealtad total e incondicional. Por eso cuando el 1 de julio de 2018 López Obrador arrasó en la Presidencia, todos veían en Yáñez ya no sólo al posible vocero sino a un asesor de primerísimo nivel, que estaba llamado a ser uno de los hombres de mayor confianza y cercanía con el nuevo presidente al que conocía como nadie y en quien el mandatario electo confiaba ciegamente, y uno de los hombres más influyentes del nuevo gobierno de la 4T.

Pero llegó el 29 de septiembre de 2018, la fecha de la boda de César Yáñez con la empresaria tlaxcalteca Dulce Silva Hernández. El presidente electo y su esposa Beatriz Gutiérrez Müller fueron invitados como padrinos al festejo que se llevó a cabo en la ciudad de Puebla. Era el periodo de transición y los ojos del país y del mundo estaban puestos en el futuro presidente, el primero de izquierda que gobernaría México a partir de diciembre de ese año, y que pregonaba y prometía un gobierno “diferente”, “austero” y “sin los privilegios lujos y excesos del pasado”.

Aquel sábado en un salón de fiestas de la capital poblana, 600 invitados celebraron y departieron con los novios. Videos y fotografías que compartieron algunos de los invitados se filtraron a las redes sociales. Flores en todo el salón, mesas con cristalería fina y la música amenizada por Los Ángeles Azules, era parte de lo que se veía en la fiesta que de inmediato comenzó a ser objeto de comentarios y críticas por la suntuosidad que se observaba en los videos y que los críticos y detractores del nuevo gobierno aprovecharon para crear el hashtag #BodaFifí de César Yáñez, que se volvió tendencia ese fin de semana en redes sociales como Twitter y Facebook.

Hasta ahí todo era críticas y comentarios, pero el escándalo se detonó el 4 de octubre cuando la revista española ¡Hola!, en su edición mexicana, la misma que tanto había criticado López Obrador por ser utilizada por los gobernantes y presidentes del “PRIAN” como escaparate de “sus excesos y frivolidades”, le dedicó su foto de portada y 19 páginas completas a dar la “exclusiva” de la boda de César Yáñez y Dulce Silva. La revista del jet set mexicano calificaba de “elegante y romántica” la celebración por el enlace entre el cercanísimo colaborador del presidente electo y la empresaria tlaxcalteca y daba todos los detalles del enlace, incluidos los tres vestidos de diseñador que utilizó la novia durante los festejos.

Aquel día, en una visita a Morelos, al presidente electo le preguntaron por el escándalo de la lujosa boda y el reportaje de ¡Hola! y si eso no contradecía su discurso de austeridad y fin de excesos y privilegios. “No me casé yo; yo fui invitado, asistí, cada quien es responsable de sus actos. No fue una acción de gobierno, se trata de un evento social, privado, yo asistí a eso. Desde luego que están cuestionando nuestros adversarios porque andan buscando cualquier posible error para hacernos la crítica; se me hace que tienen derecho a hacerlo, nomás que nosotros no vamos a cambiar, vamos a seguir actuando con integridad, con principios, con honradez y con austeridad republicana”, dijo López Obrador en lo que de inmediato se interpretó como un deslinde de la “boda fifí” de su más cercano colaborador.

A partir de ese momento comenzó el distanciamiento hacia César Yáñez y para cuando llegó la toma de posesión, el 1 de diciembre de 2018, el cargo de Coordinador de Política de la Presidencia de la República, que le había diseñado López Obrador a su hombre de confianza para que se convirtiera en su operador político personal, terminó reducido a un cargo casi honorario, en el que César no tuvo más acceso directo al presidente, que no volvió a recibirlo en los meses siguientes y, de toda aquella cercanía y confianza que le llegó a tener, ya sólo quedaban las anécdotas, porque en los hechos Yáñez fue alejado del círculo íntimo presidencial y su oficina se convirtió, literalmente, en una congeladora.

En los tres años y medio del gobierno, Yáñez logró hacer diputada federal a su esposa Dulce Silva y a uno de sus hermanos, Ismael, y eventualmente obtuvo posiciones y tenía acceso a cierta información, pero nunca al nivel al que siempre pensó que llegaría cuando AMLO fuera presidente. Incluso, en 2021 su esposa intentó ser candidata a gobernadora de Tlaxcala, pero fue relegada en las encuestas donde se impuso la actual mandataria Lorena Cuéllar. César tenía ya rato buscando salir de la fría oficina de la Coordinación Política en Palacio y el año pasado se había promovido para ocupar la dirección general del Infonavit sin ningún éxito.

Pero la suerte le cambió a César Yáñez cuando Adán Augusto López fue llamado por López Obrador para dejar el gobierno de Tabasco y convertirse en su nuevo secretario de Gobernación y nuevo operador político de confianza del presidente el 26 de agosto de 2021. Yáñez siempre mantuvo la amistad y cercanía con Adán Augusto y ayer éste lo rescató, literalmente de la congeladora, para arrimarlo al calor de Gobernación como nuevo subsecretario de Desarrollo Democrático, Participación Ciudadana y Asuntos Religiosos. Aunque el cargo en sí es importante, en la misma Segob comentan que “César va a operar medios y estrategias para posicionar a Adán en su proyecto presidencial”.

Casi cuatro años le tomó al nuevo subsecretario César Yáñez Centeno salir de la congeladora a la que lo envió su amigo y jefe, el presidente. Pero hoy, uno de los obradoristas más leales está de vuelta, ya no tanto para trabajar en este gobierno que se enfila a su ocaso, sino para construir el proyecto “de la continuidad del heredero”.

Capicúa de los dados. Volvemos a lanzar el tiro.

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