Andrés Manuel López Obrador ha encapsulado todos los males de México en una palabra: el neoliberalismo, “esa pesadilla que prevaleció en México durante 36 años”, dijo en su discurso de toma de protesta. Para el Presidente ese modelo económico ha sido símbolo de corrupción, desigualdad y un caldo de cultivo para la violencia, los tres flagelos con los que prometió acabar para llevar a cabo su autodenominada Cuarta Transformación.

"La economía neoliberal ha sido un desastre, una calamidad para la vida pública del país", dice López Obrador, pero acude a ella para salvar su gobierno en vísperas de la crisis más profunda de los últimos 90 años. Su administración no solo aplica la mayoría de las 10 políticas públicas que propone el Consenso de Washington (como mantener la disciplina fiscal, reorientar el gasto a áreas prioritarias como la salud, preservar el comercio libre entre países, la apertura a inversiones extranjeras directas, un tipo de cambio y tasas de interés regidas por el mercado), sino que recurre a sus máximos representantes.

El sábado, un día previo a la presentación de su plan económico para enfrentar la crisis, AMLO presumió en sus redes sociales una reunión con Larry Fink, un poderoso magnate estadounidense que preside el fondo de inversión más grande del mundo, BlackRock, el cual administra activos por 7 billones de dólares, casi seis veces el PIB de México.

“Tuve una videollamada con Larry Fink, presidente del fondo BlackRock, para intercambiar opiniones sobre el #coronavirus y el deterioro económico mundial”, publicó el Presidente en su cuenta de Twitter junto con una foto donde aparece, en una tablet, Fink con la mano en la boca; a un lado de AMLO, el canciller Marcelo Ebrard cruzado de brazos con la mirada perdida.

En política, suele decirse, la forma es fondo, y el hecho de que López Obrador no haya llamado al secretario de Hacienda, Arturo Herrera, para tener la reunión virtual con uno de los representantes más importantes del sector financiero global es una mala señal. Las cosas no andan bien entre quien diseña el Presupuesto y la Ley de Ingresos y quien gobierna, y poco han hecho las dos partes para que esto no se note hacia afuera.

En la primera reunión que tuvo Fink con López Obrador, en mayo de 2018, previo a las elecciones presidenciales, fue Carlos Urzúa, quien ya había sido nominado como futuro secretario de Hacienda, quien la encabezó. “Hicieron click y salieron encantados de la reunión”, le dijo Urzúa a los medios al salir la reunión.

“Fue una reunión muy afable, entre otras cosas porque Larry Fink conoce extraordinariamente bien a México y es una persona con una visión no solamente empresarial sino social”, agregó Urzúa. Y tenía razón: el multimillonario estadounidense tiene una gran relación con el país, donde sus negocios florecieron más que nunca en el sexenio de Enrique Peña Nieto, quien lo consideraba su ‘amigo’.

Además de ser el fondo de inversión con más posiciones en empresas de la Bolsa Mexicana de Valores, con más de 150 mil millones de pesos invertidos en el mercado bursátil del país, BlackRock compró en 2015 el 45% de la segunda fase del gasoducto de Los Ramones por 900 millones de dólares. Luego, en octubre de ese año adquirió el fondo mexicano Infraestructura Institucional, con lo cual se metió en los proyectos petroleros de la Ronda Uno.

De igual forma BlackRock tiene firmado con Pemex un memorándum de entendimiento para invertir en proyectos de infraestructura energética. En 2017 comenzó la primera fase de desarrollo del Proyecto Golfo Centro y el Transoceánico para el transporte de gas natural. Por si fuera poco, en septiembre de 2018 terminó de adquirir los fondos de inversión de CitiBanamex, cuyos activos suman más de 30 mil millones de dólares.

Larry Fink es uno de los mayores emblemas del neoliberalismo: su fondo está invertido en los negocios más lucrativos; por ejemplo, es el accionista más grande de empresas de petróleo y gas del mundo, lo cual choca, de entrada, con la visión de López Obrador que busca que el Estado tenga el control completo de los hidrocarburos.

A Fink le llaman Mr. Fix it por su capacidad de ‘arreglar’ lo que parece que no tiene arreglo cuando se trata de crisis financieras. “Es el señor que soluciona las cosas en el mercado financiero”. Considerado uno de los 30 hombres más poderosos del mundo y el más influyente de Wall Street, la meca del capitalismo, llama la atención que López Obrador se haya reunido personalmente dos veces con Fink y hayan intercambiado cartas y llamadas otro par de veces. Ni con un presidente de izquierda ni con ningún luchador social AMLO ha tenido esa deferencia.

El Presidente, pues, se ha tenido que comer sus palabras cuando habla del neoliberalismo, pues se ha visto en la necesidad de recurrir a una de las figuras más emblemáticas de este sistema económico.

Y como dijo una vez el decano del periodismo mexicano, Julio Scherer García, cuando tuvo que acudir al llamado del narcotraficante el Mayo Zambada, quien lo convocó a una de sus guaridas para una entrevista: “Si el diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos…”.

Así, el Presidente que satanizó el neoliberalismo ha tenido que bajar a los ‘infiernos’ más de una vez para reunirse con algunos de sus principales exponentes.

Posdata

El discurso y el plan de rescate económico dejó todo que desear, y como lo publicamos la semana pasada en este espacio: era la hora de la verdad; después de esto, todo puede pasar con los empresarios y los inversionistas globales. Más vale estar preparados.

Twitter: @MarioMal

Google News